«Los enemigos de los libros» de William Blades

losenemigos.jpg     La recomendación de hoy es un libro de ésos que, al abrirlo, nos obliga a leerlo con fruición por el suave venteo que trae consigo, esa peculiar brisa de polvo y silencio que anida en los libros que hablan de libros. A una le da especial gozo reseñarlo, por su obsesión de espolvorear tan delicioso aroma, persiguiendo, también, que quienes lo capten se contagien del mismo anhelo.

     Ya traje al blog, editado también por Fórcola, otra lectura que derramaba similar estela y nos alimentaba del mismo hechizo. Aquel texto llevaba por título Libros, buquinistas y bibliotecas y nos obsequiaba con bellas meditaciones de Azorín, ese escritor peripatético que vivió en eterno idilio con los libros, por la apasionada relación de amor que sostuvo con ellos durante toda su vida.

     En el que traigo hoy, el impresor y bibliógrafo inglés William Blades (1824-1890) quiere contagiarnos el ardor por los libros hablándonos de esa legión de adversarios que les acechan. Según su criterio, los enemigos más peligrosos y temibles de lo impreso son: el fuego, el agua, el gas, el calor, el polvo, el abandono, la ignorancia, el fanatismo, la polilla —esa criatura microscópica que se acomoda y retuerce sobre la docta página—, los ratones y otras plagas —que encuentran cobijo en el papel y los nutrientes que les convienen—. Pero además, lo son los encuadernadores, los bibliófilos y los niños, pues todos ellos pueden causar efectos devastadores e irreversibles.

     Ninguna de estas formas de hostilidad ocupa un puesto de honor para el autor, y me habré dejado alguna, es probable, pero sobre todas ellas reflexiona muy sabiamente, pues todas contribuyen, más que otra cosa, a la desaparición del libro o, como poco, a su mutilación, que viene a ser la antesala de su muerte.

     Blades conoció bien a quien fue el primer impresor de Inglaterra, William Caxton, y le entusiasmó tanto la dedicación que este hombre consagró a los libros que llegó a ser un especialista en su vida. Aclaro esto porque es interesante saber que Los enemigos de los libros no es un compendio de anécdotas, engavilladas y reunidas por un señor que ha querido hablar del fatídico destino que aguarda a muchos libros. Blades fue un estudioso del tema y este tratado suyo, aunque menudo, es un magnífico rastreo de las amenazas a las que éstos se exponen gestado con mentalidad científica.

     En cuanto al título, podemos acabar con la repugnancia o desazón que puede suscitar en nuestros estómagos dándole la vuelta. Resulta igualmente legítimo si fuese Los amigos de los libros pues tanto como analizar la acción devastadora de cuanto acaba con los libros, arroja sabias prácticas y útiles consejos que evitarían muchos lamentos.

     Sobra decir cuánto he disfrutado con estas páginas. No hay crueldad perpetrada en los libros que escape al registro de Blanes. No hay renglón en el que no palpite esa bibliomanía suya, tan humana, por otro lado. Y sí aunque, raya lo patológico, no le resta ni un ápice de interés. Así de desbocadas y fanáticas somos las personas que amamos los libros, qué le vamos a hacer.

     Por citar alguna curiosidad, voy a rescatar ese capítulo —hacia el final— que descubre su especial inquina por los bibliófilos, a quienes cataloga como los peores enemigos de los libros. Bien mirado, no le falta razón, pues los bibliófilos empedernidos comercian con libros. En su mercadeo insaciable les guía una avaricia peligrosa, un ansia imposible de aplacar. Y lo peor, su deseo por coleccionar ejemplares y volúmenes no les hace ser, ni de lejos, sus mejores custodios.

     Nos pone al corriente de una práctica —afortunadamente, hoy en desuso— llevada a cabo por gente bárbara y sin corazón, que consistía en decapitar libros. Concretamente, el pasatiempo era coleccionar portadas —que reproducían bellos grabados o tipografías exquisitas— y frontispicios de libros que resultaban raros por algún motivo. Gracias a Dios, esos ejemplares realizados con mutilaciones de volúmenes preciosos resultan escasos, pero si pensamos cómo habrán quedado de lisiados centenares de libros, nos volvemos locos.

     En definitiva, Los enemigos de los libros es un ensayo muy interesante, que nos ayuda —y casi obliga— a mirar los libros con los ojos despiertos. Despiertos o muy despiertos, pues estas páginas se me antojan una ventana abierta que ofrece una mirada clara y precisa, atinada y variada, sobre lo que son los libros. Por eso, al abrir esta ventana, al descorrer sus cortinas y avistar la legión de enemigos que no sospechábamos —las malas artes de los bibliópatas, la torpeza de los encuadernadores o la avaricia de los coleccionistas— quedamos entusiasmados, deslumbrados, medio atontados, como si nos hubiesen vuelto a graduar unas gafas que, por el uso, habían empañado sus cristales.

     Es mi deseo que, con ellas puestas, cuando libros heridos, fustigados y lastimados, lleguen al aposento de nuestras manos, hagamos lo posible para reanimarlos, hasta rescatar sus palabras aladas, que diría don Miguel de Unamuno.

     La receta ya la sabemos: proferirles generosamente mimos y cuidados, que viene a ser algo muy próximo a tratarlos como seres humanos. Estoy casi segura de que con nuestro arropo, amén de prolongarles la vida, volveremos a captar, al abrirlos, su delicioso aroma de polvo y silencio. O eso quiero pensar.

     Buenas tardes y buenas lecturas.

Blades-William

2 comentarios en “«Los enemigos de los libros» de William Blades

  1. Amiga, ¿puedes creerte que en mi lista de lectura de blogs sales la última? No te encontraba y casi hiperventilo xD.
    Me gustan los libros cargados de metaliteratura, hacen que adore aún más la lectura. Me parece un título super interesante este que traes, me lo voy a anotar. Tampoco me he acercado nunca a esa editorial.
    Por último, muchas gracias por tu comentario tan bonito en mi blog. Gracias de corazón.
    Un beset (molt gran)

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