Hoy traigo al blog «Seda» de Alessandro Baricco (1958, Turín), un libro tintado de nostalgia, que se puede leer si no se tiene nada más a mano. Tras su abrumador éxito y por librarlo del manto de polvo que lo cubría, he decidido sacarlo de su aposento y esbozar esta escueta reseña.
Más que una novela, Baricco traza un cuento, una fabulita, que interesa más por lo que sugiere que por lo que narra. Lectura cómoda, fácil, que se interna en nuestros corazones tratando de atrapar nuestra atención en una campana de sensaciones con regusto oriental. Casi podemos oír el silencio, casi podemos oler las fragancias, casi podemos ver los colores, casi podemos experimentar el suave tacto de la seda. Casi es literaria. Pero no. Dista mucho de merecer este caro adjetivo.
Lo esencial de «Seda» no es la riqueza narrativa, ni los diálogos —que asoman en contadas ocasiones—, sino el tono de placidez que nos envuelve como si, al leerla, se hubiese desplegado ante nosotros un tenue velo. Las palabras, impregnadas de un leve polvillo de simbolismo nostálgico, hacen que allí donde se depositan —el objeto, el lugar, o el ambiente— lo conviertan en —un objeto, lugar, o ambiente— altamente sugerente.
Baricco es italiano, pero su verbo aparca la flema mediterránea y se disfraza de laxitud oriental. Con mayor tino en el fondo que en la forma, se apropia de las divisas de la literatura nipona: importancia de la naturaleza, minuciosidad descriptiva, plasticidad, la sumisión de la mujer al hombre, etc. Con una estética muy estoica y sencilla, todo queda, sin embargo, en un intento —que no cuaja— de imitar a la literatura japonesa. De redacción sobria, evocativa, sus atributos de austeridad y simplicidad no hacen de ella una novela bonita de estilo y, desde luego, está lejos de la exquisitez y pureza narrativa de la literatura oriental de culto.
El corazón de la historia es un retrato de la venturosa andadura de Hervé Joncour, un comerciante que cruza el mundo para comprar los mejores gusanos de seda con el propósito de abastecer a las industrias de su ciudad de una seda superior.
Él está casado y disfruta de una estabilidad emocional con su mujer. Una epidemia le obliga a viajar a Japón, donde encuentra a una joven que no posee rasgos orientales ni habla una sola palabra, pero le proporciona una sobredosis de excitación y deseo que le hacen perder la cabeza. Tras la siega de la nostalgia que siente Hervé por su país en su primera escapada, la conmoción espiritual que le sacude al verla nutren su deseo por escaparse de nuevo. Ansía encontrarse con esa mujer enigmática y sensual.
Lo peor es que estos viajes no son en Baricco el agua de riego para que germinen en su prosa virtudes narrativas que nos embauquen, ni consiguen que florezca la historia desde la altura que nos dan las palabras. Las escapadas esporádicas del protagonista, los países que pisa y el abandono de su mujer —la joven que completa el triángulo amoroso es la amante del hombre que le proporciona los huevos de calidad suprema—, dan acción al relato, pero no le aportan riqueza. El estilo —si de estilo puede hablarse— es de una sobriedad y sencillez que roza la simpleza. Sí, la obra, estilísticamente, es bien pobre. Baricco no labra el lenguaje, no lo trabaja. No sabe extraerle ni una pizca del esplendor que la literatura vierte cuando se es artista en el oficio.
En definitiva, una obra que cuenta una historieta —que muy generosamente podemos bautizar como fábula—, escrita con un ascetismo narrativo que obliga a completar frases, escenas y significados apenas intuidos, pero sin alcanzar jamás la plenitud narrativa.
Buenas tardes y buenas lecturas.
A mí me gustó mucho esta lectura, de hecho mucho más que a ti. No me ha resultado una lectura tan frugal como en tu caso. La gracia de su narración es la fábula y justamente ese halo nostálgico que la envuelve, y ni remotamente yo la leí porque no tenía nada más a mano. He leído la misma edición que la tuya y la ilustrada, que es fantástica.
Pero esa es la gracia en la diversidad de lectores, que los gustos también son variados y que mientras se analice con respeto, cualquier libro y cualquier opinión puede ser compartida. Por eso me encanta el mundo bloguero.
Besos.
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Me encanta que expreses libremente tu opinión. Muchas gracias por aportar tu granito de arena en mi blog.
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A mí me resultó bella. Sencilla, simple, pero muy bella.
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