«Insolación» de Emilia Pardo Bazán

El mejor homenaje que puede tributarse a una escritora fallecida es leer su legado. Este año se cumplen cien años de la muerte de Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 1851-Madrid, 1921), la inmensa escritora que dejó obras tan magnas como ella. En prenda de homenaje personal a la amante de Galdós he escogido «Insolación» por dos motivos. En primer lugar, porque me he enamorado de la edición que acaba de sacar Reino de Cordelia. Y en segundo lugar, porque, a pesar de los años, sigue siendo una obra que exige reclinatorio. Toda una lección de literatura, teniendo como excusa la consumación de una relación amorosa entre una mujer prematuramente viuda (Asís Taboada) y un galán seductor (Diego Pacheco). La edición, ya digo, no puede ser más bella. Preciosos dibujos de Javier de Juan ilustran la trama y unas palabras de presentación de Luis Alberto de Cuenca ponen la miel en los labios de lo que vamos a disfrutar con la lectura de tan sugerente idilio.

La novela de doña Emilia no tiene desperdicio. Sigue siendo irónica, divertida (la conciencia acusadora de la enamorada, que le dicta lo que debe o no debe hacer, resulta hoy jocosa por su severidad), profundamente castiza y muy adelantada —atrevida, incluso— en su concepción feminista, a la época en la que fue escrita. Con la erudición que la caracteriza, la Pardo Bazán defiende ardorosamente una igualdad entre hombre y mujer, igualdad que aún sigue siendo un desideratum, por mucho trecho que hoy se haya recorrido. En aquellos tiempos, la novela causó polémica y escándalo. Pereda, Clarín, Emilio Bobadilla, entre otros, le dedicaron algunas páginas. A ello contribuyó el contenido de la obra, pero además, las habladurías desencadenadas por haber en ella una hipotética base real sobre las relaciones de la autora y José Lázaro Galdiano.

En cuanto al estilo, la narración es claramente un híbrido de tradiciones, de corrientes acabadas en -ismo. Se sirvió mucho del naturalismo (en la minuciosidad de datos al referirse a objetos), pero también tomó elementos del simbolismo, del realismo (al llevarnos a lugares de esparcimiento donde acuden los personajes), del costumbrismo (por sus escenas coloristas —como el baile— y en los diálogos), del romanticismo, etc. La condesita participaba de todos estos movimientos, digamos, a su manera y los amalgamó creando un modo de decir las cosas muy literario, una narrativa muy sabia y muy propia. Esto tienen en común los grandes creadores. Su obra resulta difícilmente clasificable.

«Insolación» es una historia llena de vida y, sobre todo, de pasión. Pasión amorosa. Aparentemente es sencilla, no suceden muchas cosas, pero está tan bien construida que al lector le llega como llegan las obras de arte cuando depositamos nuestra mirada sobre ellas. De un modo precipitado al corazón.

Una se mete rápidamente en la realidad madrileña del último tercio del XIX. La coruñesa escoge el punto de vista de narradora omnisciente, alternando primera y tercera persona. La voz narradora, a través de estas intervenciones proporciona datos ajenos al relato que resultan fundamentales para su interpretación. Conviene indicar, además, que la voz escrita copia el habla vulgar gaditana, de donde es el amante. Con este registro se añade calor local a los diálogos y el lector parece estar pisando la misma tierra que pisan los amantes.

Por otra parte, está el tiempo en el que transcurre la narración. Es muy corto. Apenas seis días de trato personal en la pareja, pero tan significativos que transforman sus vidas en lo más íntimo. Y si bien el final es abierto, pues el matrimonio no llega a celebrarse, hay una feliz promesa. Tal vez, la Pardo Bazán, tan poco adicta al happy-ending, ha querido ejemplificar que, en el ser humano, se despliega un enigma secreto, divinas locuras, cuando cae en las redes del amor.

Finalmente, algo del título. Es ambiguo por polisémico. Ni la enamorada sufrió una insolación -se señala al inicio de la novela que los síntomas son de una resaca- antes de caer rendida en los brazos de Pacheco, ni su estado es consecuencia de su entrega a Pacheco. Más bien, ella padece una suerte de insolación durante el tiempo en que trata de librarse de una lucha interior, un litigio consigo misma (en el que su conciencia le dice que ha mancillado su honra), mientras el amor, el deseo, el afecto… van trastornando sus planes, imponiéndose a ellos con inesperada fuerza. Es el propio personaje, víctima de la insolación, quien, avanzada la novela, la rechaza: «Mareo, alcohol, insolación… ¡Pretextos, tonterías!… Lo que pasa es que me gusta, que me va gustando cada día un poco más, que me trastorna con su palabrería…, y punto redondo […] Cuando se va, reflexiono y caigo en la cuenta; pero en viéndole…, acabóse, me perdí»

Recomiendo, pues, esta historia de amor clandestino y apasionado. La Pardo Bazán retrata magistralmente el debut del deseo amoroso y los terremotos que agitan las raíces de nuestra alma hasta su voluntaria aceptación. En la novela, tal seísmo conlleva poco menos que un enfrentamiento con los códigos morales establecidos. Cómo no va a estallar una insolación en la afortunada. El nudo de la narración es la evolución interior de la enamorada hasta que logra sofocar tan dichosa insolación. Lectura muy entretenida, se lee en un periquete y, desde luego, es la mejor forma de rendir homenaje a una de las autoras más grandes que hemos tenido… y no solo en tamaño corporal.

Buenas tardes y buenas lecturas.

5 comentarios en “«Insolación» de Emilia Pardo Bazán

  1. Yo también quiero celebrarla este año leyendo alguna de sus obras. Conozco «Los Pazos de Ulloa» y «Madre Naturaleza»; ahora quiero leer algo suyo que no tenga esa longitud. Pienso en «La Tribuna», pero esta «Insolación» (no sé su extensión) me atrae bastante. En fin, ya decidiré.
    Un saludo

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