Hoy vengo con una propuesta apasionante: «El baile de las locas», debut por la puerta grande de la francesa Victoria Mas (Le Chesnay, 1987) que ha conseguido sacudir la atonía estival en la que me hallaba sumergida con una narración conmovedora. Publicada hace tres años, recibió el elogio unánime de la crítica y cosechó numerosos premios, entre otros, el prestigioso Premio Renaudot des Lycéens en 2019. La historia ha sido llevada al cine para su distribución en una plataforma digital (Amazon Prime, creo).
Como rasgo esencial de la novela he de hacer hincapié en su bruñida prosa, su nervio narrativo y su emotividad. Entrar en ella y deslizarse por ese lugar tan pulido es un auténtico placer intelectual. Pocas novelas poseen este tobogán sentimental en el que abandonarse equivale a dejar todo y gozar con las palabras. Así ha sido. Me la he bebido en dos días y me ha sentado tan bien que sobra añadir cuánto me ha gustado. En apenas unas páginas, ya me había trasladado al París de finales del XIX, al hospital psiquiátrico de la Salpêtrière. Allí me he encontrado rodeada de mujeres histéricas y del ínclito neurólogo Charcot, pionero en utilizar la hipnosis para tratar la histeria y conocido, desde luego, por tener como alumno apasionado al mismísimo Sigmund Freud, dato real que recupero de mis estudios de Psicología.
Vayamos con los personajes. Las ingresadas son enfermas. Locas. Mujeres echadas a perder. El trabajo de las enfermeras consiste, en el mejor de los casos, en cuidarlas y, en el peor, en mantenerlas internadas en unas condiciones decentes. Charcot es el neurólogo más importante de París y una vez al año, el día del «Baile de Media Cuaresma» («El baile de las locas», como lo denominó la burguesía parisina) recrea en sesiones públicas los síntomas propios de la histeria (ataques, convulsiones…) con sus pacientes sobre el escenario. Penetrar en el mundo de estas mujeres es aventurarse mucho, pero su afán como médico es llegar lo más cerca posible a ese oscuro universo que cada interna padece. Sabido es que las realidades que no se mencionan, esas que se hospedan tras el espeso velo de nuestra intimidad, son las más fascinantes de todas. Son fascinantes porque pueden ocultar rasgos misteriosos de nuestro ser que no están al alcance del resto.
En cuanto al hospital donde están las enfermas, decir que la Salpêtrière es poco menos que un vertedero de mujeres que ponen en peligro el orden social. Un asilo para aquellas cuya sensibilidad no responde a lo esperado. Una cárcel para las culpables de tener una opinión. Desde la llegada de Charcot, solo se internan en él a las histéricas así diagnosticadas.
El tiempo es el principal enemigo de las enfermas. Libera pensamientos reprimidos, convoca recuerdos, agudiza angustias y reaviva remordimientos. El tiempo es más temido que los males que padecen. Pero las internas no están todas en iguales condiciones. Unas, tienen visiones que son el resultado de un trastorno interior. Otras, poseen la capacidad de ver y oír a los muertos sin padecer trastorno alguno. Los límites de la locura no han estado nunca bien definidos.
Entre las pacientes de Charcot, destacan dos: Eugénie, rebelde y visionaria, perteneciente a una buena familia, pero encerrada sin contemplaciones por su padre, y Louise, maltratada por su tío y que tiene puestas sus ilusiones en un joven interno en el mismo hospital con el que se quiere casar. Ambas intentarán realizar sus sueños y harán lo posible por librarse de una reclusión que no les permite ser libres, ni siquiera de mente.
La suerte que corre Geneviève, supervisora de las enfermeras, por atreverse a desafiar el sistema, conduce al punto álgido de la trama. Geneviève y Eugénie se habían hecho muy amigas y la noche de la celebración de la fiesta «El baile de las locas» llevarán a cabo juntas la aventura que cambiará sus vidas para siempre.
Con descripciones cargadas de potente fuerza expresiva y diálogos cortos se urde el hilo argumental. El interés por el relato va ganando terreno a medida que avanzamos, no tanto por el decurso de los acontecimientos narrados, sino por la reflexión que impregna cada frase, cada párrafo. Con especial maestría, la francesa pone sobre la mesa el debate en torno a temas que aún permanecen abiertos en muchas sociedades. La fe en el mundo espiritual, las sombras de una sociedad patriarcal, los avances de la ciencia, el poder sanador de los libros, el valor de las promesas, etc.
Más allá de lo expuesto, la excelencia de Victoria Mas está en alcanzar un tono certero, tan fascinante y próximo que se diría habla al lector. Cuando una cierra el libro, no cesa el destello de cuestiones a las que no se les encuentra respuesta. ¿Qué es la locura?, ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por disentir del sistema en el que crecemos?. Y la mejor de todas: ¿pueden ponerse puertas a la libertad interior, a nuestro íntimo modo de ser, de pensar, de creer… ? Como dejó escrito don Miguel de Unamuno en «San Manuel Bueno, mártir», la fuerza del ser humano radica en su espíritu. Ahí lo dejo.
Si os pesa el tedio estival y no tenéis nada interesante entre manos, vale la pena internarse en la novela reseñada y deambular por los pasillos de este manicomio parisino. El disfrute de este canto a favor de la libertad está asegurado.
Buenas tardes y buenas lecturas.


