Para los amantes de los libros de Proust y, en general, para los amantes de los libros, «La peluquera y Proust», del francés Stéphane Carlier (1971, Argenteuil) es una de esas novedades de los escaparates que nos llevamos a casa con la intuición cierta de que vamos a pasar un buen rato. Esa portada acuarelada de una mujer abandonada a la lectura y el formato editorial cómodo en nuestras manos, están pidiendo que lo leamos. Se entra de inmediato en la simplicidad de su estilo, ágil y ameno. En la segunda página, una ya está sumergida en un salón de peluquería de la Borgoña francesa, ambientado con música de los ochenta, donde se desarrolla la acción.
La protagonista es Clara, una mujer de trato agradable y alma tintada de melancolía, que se gana la vida en este salón, pero no sabe que tiene una carencia afectiva que tiene remedio. Un día cualquiera, uno de los clientes habituales deja por descuido «Por el camino de Swan», el primer volumen de «En busca del tiempo perdido». Se trata de una edición de bolsillo ya leída, pero empapada de esos polvos mágicos que desprenden las grandes obras, y que nos hacen sentir mejor por el hecho de tenerlas cerca. Clara guarda el libro en el cajón, como si fuera un peine o unas tijeras, y a continuación, sin intervenir la razón, lo mete en su bolso y se lo lleva a casa. No puede disimular el deseo que le despierta. Ella siempre ha sido curiosa, pero no sabe que tropezar, por casualidad, con Marcel Proust cambiará su vida, pues es el inicio de un idilio entre su parte más íntima y el mejor escritor francés de todos los tiempos. Como en los buenos guisos, las páginas de «A la recherche…» irán soltando, poco a poco, su aroma y reconduciendo una vida estancada en la monotonía (su trabajo de siempre, su novio de siempre, etc.). Desde los primeros párrafos, se siente embriagada por un no sé qué del que no quiere separarse. Un sentimiento de triunfo y satisfacción va creciendo en su interior.
La narración está escrita sin solemnidad, pero con fascinación. Este es su mayor logro. Stéphane Carlier quiere rendir un homenaje a Proust y al poder benefactor de nuestros recuerdos. Lo hace muy bien, al alcance de todos, a través de una joven cualquiera que, en un lugar cualquiera y un día cualquiera, descubre las bondades de la obra proustiana y le va cambiando la vida. El novio de Clara (JB) y la galería de personajes que desfilan por la peluquería son un aderezo narrativo con el que se orquesta una trama sencilla que consigue satisfacer la pretensión común con la que nos llevamos el libro a casa. Pasar un buen rato y disfrutar de las letras. De las buenas letras. De las grandes letras.
Buenos días y buenas lecturas.


