Hoy traigo el segundo volumen de la trilogía «La asistenta» de Freida McFadden. Se puede entrar en él de nuevas, sin haber leído el primero («La asistenta») porque son historias independientes y porque ya se encarga la norteamericana de refrescar al lector lo más mollar de la trama, el oscuro fardo del pasado de Millie. De todas formas, si se va a hincar el diente a «El secreto de la asistenta», para saborear mejor el bocado es recomendable conocer los tormentos de la vida de la protagonista, sus deseos y el tuétano de su carácter, siguiendo el orden de publicación de la obra.
El mástil de la trilogía es Millie, que ahora presta servicios como asistenta interna en otra casa, la de Douglas Garrick, hombre atractivo y de buena posición económica casado con Wendy, una mujer que no sale de su habitación.
La casa es un lujoso ático en Nueva York, desde el que se divisa todo Manhattan. Millie ha sido contratada para limpiar sus dependencias y preparar ricos guisos al matrimonio. A los pocos días de estar allí, el instinto avezado de Millie la pone en sobre aviso. Un día, por fin, consigue ver a Wendy, la mujer de Douglas y descubre que tiene moretones en el rostro. Estas marcas y algunos rastros de sangre en el baño le hacen sospechar que algo anda mal en el matrimonio, sus conductas son muy extrañas. La pregunta que se hace la asistenta es hasta dónde está dispuesta a llegar para conservar su trabajo en esa nueva casa.
Ya conocemos el complejo y turbio pasado de Millie. Aquí muestra otras facetas que la definen, pero, en esencia, sigue siendo la misma de siempre. La asistenta está, valga el oxímoron, desasistida en el mundo, y sobra aclarar lo difícil que resulta torear en este ruedo sin muleta. Como sucede en la vida real, cambiar no cambia nadie. El transcurso de algunos años, de algunos amores y de algunos desencantos le han desabrochado la vida y la adversidad ha cincelado la mujer en la que se ha convertido, una Millie curtida a base de zarpazos que oculta nobles intenciones.
En este volumen se nos descubre el lado más humano de su naturaleza. Quiere finalizar sus estudios como asistente social para salvar a mujeres que se encuentran en peligro. De hecho, consigue convencer a Wendy de hacer una fuga juntas de esa casa para evitar que Douglas se vuelva a ensañar con ella. Y no puedo hablar más, pues se acerca el giro principal de la trama y ya he dicho demasiado.
La elección de la primera persona impulsa bien el ritmo de una narración que no necesita impulso alguno. Los giros argumentales son continuos y no se ven venir, con tal suerte que una sigue cosida al suspense de una trama que se enreda y se vuelve a enredar. No podemos abandonar la lectura. Freida McFadden hace lo posible para desconcertarnos en cada capítulo y vaya si lo consigue. Con todo, la dosis de sorpresa es mayor en el primer libro, que se me antoja más redondo, lo cual no quiere decir que este sea menos adictivo. Sobre todo, si tenemos en cuenta que estar más cerca del final mantiene mi expectación ansiosa por conocer el desenlace de la trilogía. Voy de cabeza a ver qué sucede en el tercer volumen.
Buenas tardes y buenas lecturas.


