«Los reyes de la casa» de Delphine de Vigan

Los lectores impenitentes tenemos, a veces, una premonición recurrente acerca de si un autor, apenas leído, va a gustarnos o no. A mí me ha sucedido con Delphine de Vigan (Francia, 1966), de quien sospechaba desde su atronador éxito «Nada se opone a la noche» que iba a hacerme pasar buenos ratos de lectura. Ya ha publicado en español seis o siete novelas y cosechado importantes galardones. Mi estreno con la francesa fue hace un tiempo, con «Basada en hechos reales» (reseñada en este blog) y hoy vengo con «Los reyes de la casa» que, como intuía, ha resultado otra gozosa lectura. Delphine de Vigan posee una madurez narrativa y un ritmo que engulle. Además, consigue avivar, a través de la escritura, la reflexión de temas que, por cotidianos, tildamos de banales, tarea nada fácil que en ella es un coser y cantar. Lo hace todo fácil, con un dominio del oficio que me tiene fascinada.

«Los reyes de la casa» es una demoledora declaración de los graves peligros que corremos al exponer nuestras vidas en las redes sociales, y no digamos cuando son los niños quienes participan de esta nociva práctica. La felicidad cocida en una pantalla. La novela está escrita con crudeza, con el vigoroso tono de una denuncia que habla a todos y la intención de movernos por dentro, agitarnos, despertarnos del espejismo de las redes, propósito que consigue de forma excelente. Una sale de la narración con un profundo regusto amargo, algo perturbada por lo que puede dar de sí el fatídico encuentro con el mundo paralelo, poliédrico y virtual de las redes sociales, un mundo que hemos construido entre todos, a veces sustituido, por nuestro mundo real.

Sobra insistir en lo imposible que resulta mantenerse al margen de ellas, sobre todo, a los más pequeños, incapaces de vivir ajenos a este dulce veneno si se reciben cientos de miles de likes, de emoticonos risueños y se tienen millones de seguidores que aplauden todo lo que se hace. La novela arranca con este axioma.

Mélanie Claux es madre de dos pequeños, Sammy y Kimmy. El tedio de la crianza le lleva, un día cualquiera, a coquetear con YouTube. Cuando quiere darse cuenta, su vida y la de sus hijos están expuestas al mundo a través de sus videos. Grabar el día a día de cuanto hacen o estrenan es su mejor pasatiempo y, al poco tiempo, su sagrada obsesión. Mélanie vive por y para eso, pues de eso come, de eso tiene a gente que dice que la quiere y de eso gana muchísimo más dinero que cualquier otro trabajo podría darle. Sus ingresos se multiplican por horas y su vida se convierte en una carrera de videos sin censura a cambio de una felicidad impostada.

La parte más interesante de la novela son las reflexiones en torno a las devastadoras secuelas de la explotación de la intimidad en los niños. Una se pregunta hasta qué punto los padres son dueños de la imagen de sus hijos y si es legítimo hacer negocio con ellos. Parecemos olvidar que, según la ley, los padres son los protectores de esa imagen y no los poseedores. Hay un verdadero debate en torno a esa cuestión. Otra reflexión fundamental tiene que ver con la información en los jóvenes, que tienden a obtenerla exclusivamente a través de las redes sociales, sin saber que hay algo muy peligroso en esto, pues los algoritmos de esas aplicaciones reafirman las opiniones del usuario. Al informarse solo por esta vía, nunca se enfrentan a una opinión contraria a la suya, no conocen la contradicción.

El destino de Mélanie se cruza con el de Clara, una policía entregada a su trabajo que cobra protagonismo el día en que Kimmy desaparece sin dejar rastro mientras juega en la calle y ella se hace cargo del caso. Clara es la antítesis de Melanie y sirve de recurso para mostrar el problema desde otro punto de vista. Páginas teñidas de inquietud que nos conmueven por ser fiel retrato del monstruo potencial en que pueden convertirse las redes sociales.

En definitiva, Delphine de Vigan me ha encantado. Por su claridad expresiva, por su hondura narrativa y por hacer de su proceso de escritura un discurso francamente muy interesante. La mayoría de sus libros se interesan por la intimidad de los personajes y de las familias para intentar contar algo más universal. En «Los reyes de la casa» lo hace a través de una familia de influencers, de sus vínculos, que es una forma de contar nuestra época.

Buenos días y buenas lecturas.

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