«Basada en hechos reales» de Delphine de Vigan

PN932_Basadaenhechosreales_DEFINITIU.indd     Hoy recomiendo una novela misteriosa, reflexiva y audaz. Resulta difícil de clasificar, ya que no cuenta una historia al uso ni de una forma que responda a canon establecido. Tiene el aspecto de ser una autobiografía —por estar escrita en primera persona y por haber bautizado a la protagonista con el nombre de la autora—, pero es más bien un híbrido entre una autobiografía y un relato de ficción novelado.

     Delphine de Vigan se encerró cuatro años para terminarla y el resultado ha sido este texto excelente y complejo. En tono confesional, se aproxima al lector invitándole a entrar en una gozosa combustión de palabras con afán de escudriñar juntos hasta qué punto, hoy, es necesario dotar de realidad a la creación literaria para que ésta brille con su máximo esplendor.

     Formalmente, es un thriller intimista a dos manos: la lectora y la escritora. Para llevar a cabo este juego, Delphine de Vigan arriesga mucho. Inventa un doble, un alter ego a quien da el enigmático nombre de L., que le permite ir soltando algunas perlas venenosas que no sabemos si ella misma ha cultivado en algún tiempo remoto. No contenta del todo con la creación de este personaje velado, convierte a L. en la protagonista de la historia. Una no sabe quién se esconde bajo esa inicial de trazo esbelto y facciones apenas intuidas, desconoce si L. es un personaje real o una ficción de la autora. L. deambula por estas páginas con paso firme, como si luciera tacón de aguja, con ese porte gallardo que da el estar siempre en primer plano y unos ademanes de lo más sibilinos. Y es que Delphine de Vigan despliega toda su ironía con una prosa que sabe ser guante y cuchillo.

     Basado en hechos reales está dividida en tres partes, que bien pudieran equivaler a los estadios por los que atraviesa un amor fracasado: seducción, depresión y traición. Cada parte abre con una frase desgranada de una obra del maestro Stephen King, lo cual da una pista de que la historia, en algún momento, va a entrar en las pantanosas aguas del terror. La francesa posee un pulso narrativo admirable y, lógicamente, no va a sumergirnos en una aventura de terror convencional, no es ése su propósito. Lo que va a crear es una intriga fortísima a través del personaje incierto de L., convirtiendo el relato en un thriller psicológico muy interesante de descifrar. Sutiles pinceladas de la vida privada de Delphine de Vigan serán el atrio a través del cual el lector se adentra con la autora en jugosas reflexiones sobre la importancia que ha de tener lo verdadero, lo real, lo cierto, en toda obra literaria que, en nuestros días, quiera ser una novela.

     En una entrevista reciente, la propia Delphine de Vigan ha confesado que Basado en hechos reales tiene tres niveles de lectura. En el primero está la manipulación, el abuso de poder. En el segundo, la importancia que se le da a la verdad, o la supuesta verdad, en una novela. Y en el tercero hay una reflexión sobre la creación: «Me planteo, como hacía Stephen King, quién escribe cuando yo escribo. Si acaso existe un doble que esté contando mi historia», dice la francesa.

     Y ahora vayamos con el análisis de las protagonistas de esta historia. ¿Quién es Delphine? Una escritora exitosa para quien las palabras han sido siempre las únicas armas que le han servido para lidiar con las dificultades del mundo. Tras la publicación de su última novela se encuentra con el vértigo más temido por todo escritor: no tener nada que decir, no saber cómo enfrentarse a la página en blanco. Se siente “desnuda en medio de la carretera”. Es madre de dos adolescentes y mantiene una relación sentimental con un hombre que siempre está de viaje.

     ¿Y quién es L.?. Una chica muy enigmática que, por esos azares con los que le gusta sorprendernos el destino, aparece en la vida de Delphine y se presta a ayudarla de forma incondicional para que ésta salga de su bloqueo creativo. L. trabaja como negra literaria redactando memorias de famosos. Insiste a Delphine para que abandone el proyecto novelesco que tiene entre manos sobre telerrealidad y utilice su propia vida como único material de su próxima obra. Entre tanto, Delphine recibe una serie de cartas anónimas que la acusan de haberse aprovechado de historias reales de la vida de su familia para triunfar como escritora.

     Delphine sufrirá una suerte de hechizo progresivo por esa mujer que ha aparecido de la noche a la mañana sin saber bien por qué. L. es deslumbrante y sofisticada. Posee donaire, seguridad y feminidad, cualidades que Delphine no tiene sino en forma embrionaria. Parece saberlo todo de Delphine, sin que ella le haya contado nada, y lo más importante, ejerce sobre la escritora desnortada una dulce influencia, un impacto perturbador, cuya causa y alcance Delphine ignora. En definitiva, puede decirse que L. sorprende a Delphine, le divierte, le intriga, y despierta sobre ella una auténtica fascinación, una suerte de cristalización en el sentido orteguiano del término.

     A medida que una camina por la novela va descubriendo cómo entre ambas féminas va tejiéndose un hilo continuo de temor y deseo que las aproxima. Y sobre todo, una intromisión de L. en los rincones más íntimos de Delphine, quien ha sufrido una suerte de hechizo progresivo por L. y ha sucedido sin que ella se dé cuenta. L. se ha convertido en alguien imprescindible para su vida. Pero el hechizo no acaba ahí, qué va. Avanza un paso más: Delphine quiere ser como L., o mejor, quiere ser L.

     No puedo descifrar más detalles porque desnudaría la esencia del relato. Delphine de Vigan utiliza su vida como material literario, eso está claro, pero lo sorprendente es el caudal imaginativo con el que lo consigue. Un caudal que rebosa el equivalente al que tendríamos si un buen número de escritoras estuviesen afanosas imaginando. Consigue que la protagonista (¿ella?) se vea obligada a hacer de su vida la materia de su libro y el lector queda atrapado en un callejón sin salida. Nuestra mente dibuja la imagen trillada de la araña que va tejiendo pacientemente su tela. La autora se ha adueñado de nuestra imaginación y nos ha envuelto en el espeso velo de su telaraña literaria.

     En definitiva, a mí me ha parecido una obra con un andamiaje literario de mucha altura y estructura compleja. Delphine de Vigan crea un personaje que le sirve de excusa para reivindicar de manera imperiosa cuál ha de ser el papel del escritor en el siglo XXI y también de qué materiales ha de servirse a la hora de escribir una novela. Su punto de vista es que hay un único modo de forjar una novela. Que las palabras huelan a vivido, que palpite la vida en estado bruto, sin aditivos. Hay que escribir con el único material auténtico: la realidad viva. De otro modo, la novela se deshinchará, se desmoronará como un vulgar castillo de arena.

     Delphine de Vigan hace que el lector se sienta un invitado de honor y permanezca en la historia como un observador privilegiado, pero una se queda sin saber cuál es el punto de vista de la Delphine autora. Las cartas están volcadas sobre el tapete, pero ¿qué baza juega la auténtica Delphine de Vigan?, ¿es ése, acaso, el juego?

     Una lee y disfruta con la magia de las palabras de la francesa, pero esta lectura deja en nuestro espíritu un escozor que nos incomoda, como sucede con el roce de esa medusa que la autora introduce en bella metáfora. Una señal no visible, pero que nos ha quemado y ha agarrotado nuestra voluntad. Una queda vinculada a la reflexión que tienden estas páginas de una forma mucho más estrecha de lo que pueda imaginarse.

     Buenas tardes y buenas lecturas.

delphine

La escritura es un arma de defensa, de fuego, de alarma, la escritura es una granada, un misil, un lanzallamas, un arma de guerra, en cierto modo. Puede arrasarlo todo, pero también puede reconstruirlo todo (pág. 154).

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