Hoy tengo la satisfacción de recomendar «Las hermanas Bunner», un libro precioso, finísimo de fondo y desorbitadamente bien escrito, como todo, absolutamente todo, lo que nos dejó la autora a quienes nos pasamos las horas flirteando con las letras. Edith Wharton (1862-1937) es ese esmerado trazo que acaricia las entretelas de nuestros afectos. Su prosa limpia, brillante y pura emerge como fogonazo de luz y nos ilumina por dentro. A medida que avanzaba en la lectura se me antojaba que algo, similar a ese insecto adulto cuya larva es la vida —no puedo resistirme a tomar prestada la metáfora del colosal Cărtărescu— se desperezaba en sus páginas, haciéndome entender, un poco más, cómo somos las personas.
Este libro no deja que entremos en él con la mirada ociosa del deleite, sino que cita a nuestros ojos a leerlo con la intensidad de escudriñar párrafos extrayendo de ellos su nutritivo jugo. Algún hechizo oculto, ese misterio que persigo siempre y tan pocas veces encuentro, ha salido de «Las hermanas Bunner» y ha venido a mí. Se ha posado en mis párpados y, al cerrarlo, me he encontrado dichosa. He sido perfumada por la fragancia que exhala la laboriosidad de las letras.
La historia narra la vida de Ann Eliza y Evelina Bunner, dos hermanas solteras que regentan una mercería sencilla en un barrio neoyorquino. Unidas por las costuras del alma, la visita fortuita de un hombre al negocio (el señor Ramy) despertará en ellas emociones reprimidas y, la lluvia del tiempo rasgará esas costuras, por las que se colará una eclosión de desdichas encadenadas.
Ann Eliza ha pasado su vida pensando en el bien de Evelina antes que en el suyo propio. Le parece natural y necesario, porque asume que eso implica la consecución de ese beneficio. Se enamora del apuesto varón, pero andando la historia, es Evelina quien matrimonia con el señor Ramy. A partir de ese momento, sobre el tejado del corazón de las hermanas se extiende el manto negro del peor abismo. Ann Eliza se da cuenta de que renunciar a las alegrías de una misma no garantiza que estas se transmitan a aquellos por quienes se ha renunciado. Y cuando muy adelantada la novela, Evelina enferma gravemente, cuando ve que la vida se le escapa entre las sábanas, Ann Eliza se siente excluida para siempre del corazón de su hermana, al ser exiliada de sus afectos más íntimos.
Edith Wharton es la intelectual que no ha dejado de seducirme. Todo cuanto he leído de ella brinda una prosa que me fascina. No sé si por su equilibrio narrativo o por su herencia en el estilo de Henry James. No sé si porque sus palabras me saben a autenticidad, a pureza, o porque rescata emociones abolidas y me devuelve el placer de atravesarlas con el cincel de las palabras. Y de penetrar en ellas. La encuentro autora exquisita. Magistral. Y naturalmente, lo magistral es mérito que no puede —ni tal vez, debe— explicarse.
Buenas tardes y buenas lecturas.
Muchas gracias por traerlo a tu cueva. El otro día de paseo literario en una Re-read me traje un título de esta autora, porque aún no me he acercado a su obra.
ÉSte no lo conocía, así que gracias por acercármelo.
Besos.
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Todo lo de la autora es excelente. El mejor, «Ethan Frome», que releeré con la excusa de reseñarlo y auspiciada por el placer de disfrutarlo otra vez. Gracias por tu aportación a mi blog. Besos!
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