«No me acuerdo de nada» de Nora Ephron

Dicen que en verano se persiguen historias ligeras, pero las historias ligeras no resultan banales si poseen mimbre literario. Este es el perfil de los textos de Nora Ephron (Nueva York, 1941-2012), guionista, directora de cine, productora, periodista, novelista, ensayista y dramaturga. Libros del Asteroide está sacando a la luz algunos de sus títulos más valorados en otros países.

«No me acuerdo de nada» anda entre el ensayo y el artículo breve. Escrita como un ramillete de memorias, el desenfado y estilo chispeante de Nora Ephron convierte la lectura en un ejercicio evasivo al alcance de todos, ofreciendo pasajes de sus ensayos más famosos.

Abrir el libro y comenzar a leer sin advertir el paso del tiempo viene a ser lo mismo. El secreto es su cercanía. Es la escritora sin complejos. A una le viene a la mente aquel consejo que, dicen, le dio su madre: si te resbalas con una piel de plátano, te haces daño y los demás pueden reírse de ti; pero si eres tú misma la que lo cuenta, te haces con el control de la historia y eres tú la que hace reír a la gente. No es raro, pues, que sus escritos luzcan ese humor tan personal, que tenga ese modo de contar tan desenfadado, incluso cuando toca temas duros y profundos. Con todo, lo más singular de su escritura es haber convertido su vida en su mayor fuente de inspiración. La estadounidense hizo de cada episodio personal una crónica de su vida.

Sus padres fueron famosos guionistas de Hollywood, hasta que la madre cayó en el alcoholismo. La idílica vida familiar se convirtió para ella en un descenso a los infiernos, lo que explica que sus éxitos no sean una espiral de ascenso en el tiempo, sino una sucesión de baches y pinchazos. En «No me acuerdo de nada» Nora Ephron repasa su vida, sus inicios profesionales, sus recuerdos familiares, sus observaciones gastronómicas y su historia de amor con el periodismo. Nos habla de lo que recordamos, olvidamos o inventamos, al llegar a cierta edad. Y aunque no menciona su enfermedad (padeció leucemia), una descubre en algunos pasajes que, cuando lo hace, su testimonio llega a nosotros como carta de despedida («darme cuenta de que me quedan solo unos años buenos me ha impactado sinceramente y me ha dado mucho que pensar»).

En el ámbito estrictamente literario, la considero autora sobrevalorada. Su mejor baza está en los guiones de cine («Cuando Harry encontró a Sally», entre otros títulos), sujetos a otros cánones de valoración. Como narradora, sin embargo, no está a la altura colocada por muchos críticos. Su estilo, repito, es la escritura sencilla, intrépida, desinhibida, un fiel retrato de la realidad con el gancho de la amenidad, pero formalmente no es novedosa. Nora Ephron no es una autora creativa dentro de la narrativa. Lo suyo es conseguir la evasión del lector con estas herramientas, que no es poco. Destapa sus manías e intimidades con la guarnición del humor, la ironía y el sarcasmo. Esa es su señal de identidad. Y si poseer una seña de identidad es un logro, Nora Ephron lo tiene. De ahí a sacar un brillo a su obra que cubra de esplendor a las letras, hay un mundo.

Y hasta aquí mis impresiones sobre esta autora de moda.

Buenos días y buenas lecturas.

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