«La carretera» de Cormac McCarthy

El prestigio de un premio como el Pulitzer despierta el interés por conocer la obra. En el año 2006, el galardón cayó en «La carretera» de Cormac McCarthy (Rhode Island, 1933 – Nuevo Méjico 2023), que nos sumerge en una dramática trama donde la voz narrativa del americano, tallada palabra a palabra, resplandece desde el primer párrafo.

El escenario es un terreno baldío, un páramo carbonizado, lo único que queda de lo que alguna vez fue Norteamérica. No existe más vida sobre la tierra que la humana y los hombres se comen unos a otros. Un padre y su hijo recorren este mundo apocalíptico sin saber dónde van. Huyen del desastre para salvarse, sin más compañía que un carrito de la compra que hace de armario, alacena y apoyo cuando menguan las fuerzas. Avanzan hacia el sur, hacia el mar, huyendo de un frío que cala los huesos y unas noches sin más cobijo que las estrellas.

Más que la trama, que es este andar sin destino de padre e hijo, la novela brilla por crear una atmósfera (ese clima del que habló André Maurois) donde lo que florece es el estilo. Árido, escueto, frío, oscuro, preciso y muy sensorial. En él participan los cinco sentidos: el olfato («un fuerte olor a humo de leña flotaba sobre la carretera»), la vista («en la nieve gris una fina bruma de sangre», «nieve naranja y temblorosa», «el color de todo aquello removía en él algo olvidado hacía tiempo»), el gusto («sabor a melocotón de un huerto fantasma»), el oído («crepitar», «crujir», «gruñir», «el tamborileo de la lluvia») y el tacto («los ligamentos tirantes como alambres de tan secos como estaban»). En la misma medida, el silencio tiene especial protagonismo. El del padre, el del niño y el de la propia carretera, personaje principal de la narración.

Los recursos estilísticos están muy conseguidos, empezando por el título. La carretera como metáfora de la vida, como sendero que nos trajo hasta el día de hoy y que ignoramos dónde nos lleva. Se abusa de la prosopopeya para atribuir cualidades humanas a seres inanimados. Sin ella, el libro hubiera resultado una sucesión de descripciones sin alma. Por contra, este peregrinaje de ruinas y bosques chamuscados se convierte en un tapiz emocional que nos atraviesa sin piedad. Tristeza, soledad, desánimo, pero también afecto y la esperanza de que, en algún momento, sucederá algo que les hará dejar atrás este tremendo escenario de devastación.

Sus escasas doscientas páginas no impiden que sea una novela densa, profundamente conmovedora, que tizna el corazón de quien a ella asoma desde que abre el libro hasta que lo cierra. Sazonada de párrafos de un gran lirismo («En sueños su pálida novia iba hacia él desde una verde bóveda de ramas. Sus pezones como de marga y sus costillas pintadas de blanco. Llevaba un vestido de gasa y sus cabellos oscuros estaban recogidos con peinetas de marfil, peinetas de concha. Su sonrisa, su mirada baja. Por la mañana volvía a nevar. Cuentas de hielo gris en ristra sobre los cables de electricidad»), y el maridaje de adjetivos con sustantivos jamás vistos («helada oscuridad autista»), la novela da testimonio de estar ante un narrador de primera fila. De hecho, el crítico literario Harold Bloom ha distinguido a Cormac McCarthy como uno de los cuatro mayores novelistas estadounidenses de su tiempo, junto a Thomas Pynchon, Don DeLillo y Philip Roth.

Formalmente, es impecable. Tiene la peculiaridad de no utilizar comillas, ni punto y coma, a menos que sea absolutamente necesario, recurso que le sirve para fortalecer ese testamento de escritura divagante y libre.

Leída casi del tirón, «La carretera» ofrece cierto parecido con «Intemperie» de Jesús Carrasco, por lo que tiene de huida y desolación, por el poder destructor del tiempo, por dos personajes (en ambas, un adulto y un niño) que apenas hablan entre ellos, pero se comunican sin cesar y, lo más interesante, por la pureza con la que se mima el lenguaje. Otra afinidad es la aparición de Dios como figura protectora. En la de Jesús Carrasco, representado en el cabrero (eso me confesó personalmente el autor) y en esta en el niño («el niño era su garantía. Y dijo: Si él no es la palabra de Dios Dios no ha hablado nunca», página 10).

Qué gran hallazgo el universo de este escritor enorme y disfrutar del amor infinito que mana de la relación padre-hijo. Extraordinario.

Buenos días y buenas lecturas.

2 comentarios en “«La carretera» de Cormac McCarthy

  1. Vaya, este comentario sí salió bien. Resumo el anterior: Me gustó La carretera cuando la leí aunque no soy ,uy amante de lo distópico. Te decía también que muy bien la comparación que haces con Intemperie de Jesús Carrasco. Luego te decía algo acerca de esa revelación que haces sobre lo que te dijo Carrasco sobre qué Dios era el cabrero.

    Concluía hablándote de que ambas novelas tienen adaptación cinematográfica. He visto ambas y me gustó más la del español que la del norteamericano, que me pareció mucho ,así oscura y hasta menos creíble.

    Y en una nota al final te decía que mi blog principal no es el que tengo en wordpress y cuya cuenta estoy utilizando para comentarte. Mi blog principal lo tengo en Blogger con esta dirección: https://elblogdejcgc.blogspot.com.es

    Un fuerte abrazo

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