Este libro es uno de los más curiosos y personales de ese lector compulsivo y escritor metódico que fue Azorín. No dejó de escribir con un puntillismo ejemplar, de modo que, al poco de entrar en su conocido fraseo ya anda una embebida en el engaño y se siente arropada dentro del texto.
En esta obra el protagonista es el Azorín lector. Es el retrato de la bibliofilia azoriniana. De esa enfermedad sin cura, de ese afán desmedido que fue su devoción por el reto litúrgico que es el acto de leer.
Lo suyo no fue una simple pasión. Nuestro autor fue un letraherido impenitente que pecó de un modo pertinaz, compulsivo, adquiriendo volúmenes por el simple hechizo que causaba en él una portada bonita, una encuadernación elegante o una edición cuidada. Cualquier filigrana podía despertar el hechizo.
Ese pecado sin cura ni redención posible le forjó como escritor sencillo, lacónico, y le dotó de un estilo sobrio y correcto siempre.
El texto es todo un deleite para quien guste de libros que hablan de libros.
Buenas noches y buenas lecturas.
