Hoy voy a recomendar una novela de misterio. Es el debut literario de Mikel Santiago y está publicada por Ediciones B.
Hay que ver lo mucho que se puede disfrutar pasando miedo. Aunque para decirlo bien, esta obra no es de miedo. Es una novela oscura, inquietante y muy angustiosa. Con mucho misterio. Lo que sí existe es ese miedo psicológico, esa tensión y ese deseo ferviente por saber qué va a ocurrir. Y este suspense está muy bien creado. Te tiene en vilo, pero su lectura no te impedirá conciliar el sueño porque no es de terror.
He apuntado que era de miedo porque nada causa más miedo que una historia en una noche de tormenta. Y La casa de Tremore Beach es una casa aislada, en una playa solitaria de la costa irlandesa en la que estalla una tormenta brutal. Con este decorado no vamos a esperar un poema o un ensayo filosófico. Pues bien. Esta casa es el refugio escogido por un compositor de música recién divorciado, que marcha allí por ver si las musas le vienen a visitar. El texto va inoculando en la retina del lector un aroma de superstición, traición y maldad que le hará sentir frío. Hay sueños y buena dosis de intriga, pero no hay mucho muerto ni mucha sangre. El autor no se ensaña en asuntos escabrosos ni macabros.
¿Y por qué causa miedo? Pues, tal vez, porque lo que se narra es un episodio que puede suceder en cualquier lugar. Y a cualquiera. Una mala decisión rompe el primer eslabón de una cadena de situaciones en las que, desde luego, a uno le gustaría estar acompañado. La soledad se viste de miedo. De un miedo afilado. Pero sin cuchillos. Creo haberme explicado.
Mikel Santiago lanza al lector un arpón envenenado de intriga, convirtiéndole en presa de la narración. Está atrapado por la yugular. Leído el primer capítulo no hay retorno. Así es. El lector es víctima de este zarpazo inmisericorde. El autor, además, tiene la genialidad de correr una cortinilla, de modo que el resto de nuestras cosas van a quedar desatendidas. Uno irá postergando sus obligaciones para devorar sin tregua una página tras otra.
Es curioso porque, sin haber terror, la atmósfera está contaminada de cierto tufillo de que a uno le están espiando sus secretos. Es probable que el lector vaya a comprobar que ha dado la vuelta a la llave de su casa y que ha cerrado bien las ventanas. Si busca emborracharse de miedo no lo conseguirá con un sorbo, porque el pavor reptante es servido a pequeñas dosis. Chupitos de intriga. Y como lluvia sorda, una tenaz melodía disonante. Este matiz de fondo está muy conseguido. El autor mantiene al lector atado a sus páginas, con la habilidad de lograr que éste permanezca unido a la trama con ese hilo invisible que tiene el secuestro consentido.
En cuanto al estilo, prosa fácil y lenguaje limpio. Ritmo trepidante. Tiene la potencia de una aspiradora enchufada a todo trapo, cuyo sonido anula otras voces. Tal cual. La intriga es el personaje central, de modo que a medida que se va leyendo puede perderse algún detalle por el camino, salvo la intriga. La intriga siempre está. Fluye entre las letras como una energía circular. Y es que esta lectura expide una fuerza centrípeta sobre nuestras pupilas que nos absorbe, que nos retiene, impidiendo que nos alejemos del texto.
Mikel Santiago nos ha lanzado su caña poderosa y ha sabido soltar el carrete de una trama bien construida. Un buen sedal es más potente que el mejor anzuelo, parece decirnos. Y ahí está. Para que los devotos de la literatura de misterio, con la avidez de un pez pelágico, muerdan el anzuelo.
Buenas tardes y buenas lecturas.