Yasmina Reza nació en Francia, pero es hija de padres con ascendencia judía. Y se nota. Los judíos cuando se ponen a hacer algo, lo hacen bien. O muy bien. Esta novela es corta, pero rezuma maestría. Con ella ganó el Premio Le Monde en el año 2013.
La autora propone una narración circular, escogiendo a unos personajes conmovedores. Un total de dieciocho protagonistas van a ir desfilando por el texto, mostrando sus filias y sus fobias en relación con el amor y con el sexo. A través de breves capítulos, el amor se viste con los ropajes más exuberantes, sorprendentes, excéntricos, fóbicos y patológicos que podamos imaginar. Pero la autora lo hace de una forma tan redentora, que ningún lector podrá sentirse ofendido.
Hay quien dice que la pluma de la francesa tiene algo de la pluma del austríaco Thomas Bernhard. He intentado analizar el estilo de uno y otro y he de decir que no encuentro muchas similitudes. Alguna sí, veamos. Bernhard es kafkiano siempre, pero es un kafkiano amargado. Los escritos del austríaco van dejando su lamento en cada frase. Llevan el cuño indeleble de esa gelidez aterradora, de esa queja cósmica de acusación al mundo. Nada que ver con el universo multicolor de la francesa. Eso sí, si en Bernhard el lenguaje se torna reiterativo, en Yasmina Reza el lenguaje crea una fascinación sorda por el estilo circular, que puede despistar un poco al lector. Si en Bernhard se encumbra al antihéroe, en Reza se ofrece un muestrario de fracasados. Ambos tienen en común que, a veces, las acciones no se expresan. Se intuyen. Como si escribir algunas acciones resultase demasiado material, que lo apartaría de su esencia meditativa. Sin embargo, la mayor similitud entre estos dos autores yo la encuentro en que ambos crean tipos. En Felices los felices los personajes son representativos de una forma de amar. O mejor, de una forma de sentir afecto. Pero aquí acaban las afinidades. No se engañe el lector. Y no voy a entrar en que el desencanto y las obsesiones bernhardianas tienen muchos más destellos del surrealismo de Valle-Inclán. Y es que el propio Valle hubiera sido un buen personaje de Bernhard, manco y todo, y Bernhard no hubiera hecho mal personaje de Valle.
Pero no nos alejemos. Yasmina Reza no es una autora quimérica. Ni escribe para minorías. Su voz llega a todos. Porque tiene prosa fácil, grotesca a veces, pero fácil. Y lo mejor de todo, fundamentalmente humana. El lector va a encontrar una lectura cómplice, entretenida y bien escrita. Además, tropezará con brotes de humor muy buenos, como ése en el que dice la hija a la madre: «tú no te vistes, mamá, te cubres de tela» (pág. 154).
Y como broche voy a copiar una frase de Borges, que resume muy bien el espíritu del libro y que puede resultar un excelente aperitivo para quien quiera participar en este banquete. Dice así: «Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor. Felices los felices».
Buenas noches y buenas lecturas.