«Papá Goriot» de Honorè de Balzac

papa-goriot  Estamos ante una obra imprescindible del realismo francés. Crítica. Insolente. Innovadora. Publicada en 1835, es parte de la colosal Comedia Humana. Concretamente, pertenece a las Escenas de la vida privada.

     Honorè de Balzac es, en esta obra, retratista fidelísimo de una parte de la sociedad francesa del XIX. Esa que se movía por la ambición y por el dinero. Esa que vivió la soledad y la miseria. Papá Goriot es una pintura vigorosa de aquellos que fueron esclavos de la mezquindad moral más absoluta.

     Al releer la obra, una de las grandezas que vuelvo a descubrir y merece que me quite el sombrero, es ver la maestría con que Balzac dibuja las almas medias o vulgares, las costumbres burguesas y populares, las cosas materiales y sensibles. Por sus defectos y por sus cualidades, el francés trazó magistralmente la separación entre el romanticismo y el realismo en la novela. Y como buen observador del mundo, utilizó para ello un estilo limpio y una prosa natural.

     La narración tiene tal ímpetu, tal fuerza, que su lectura nos da una sacudida interior. Posee el virtuosismo de transmitir, en cada párrafo, una corriente de vida torrencial de lo que son las miserias humanas. De las que corren por las venas de los hombres y envenenan su conducta. Hace que por sus personajes corra sangre roja, no la tinta negra que hacen correr la mayor parte de los escritores. Balzac tiene una poderosa facultad para pintar un realismo vivo, escogiendo los colores más intensos de la paleta. Los personajes están magníficamente definidos y van dejando a su paso, vivencias profundamente humanas. Y es que la narración que nos ofrece no construye puentes entre nuestra pupila y nuestro corazón. Por eso, es tan difícil que el lector no se conmueva.

     Es interesante señalar cómo, al avanzar en la lectura, vamos conociendo a los personajes tanto por los actos que realizan como por el ambiente en el que viven. La señora Vauquer y la casa Vauquer son lo mismo. Forman algo inseparable, porque no se concibe la una sin la otra. Personas y cosas parecen vibrar en un acorde único en Papá Goriot. Balzac es tan genial que con una frase crea un decorado, como cuando nos dice de la casa Vauquer: “las paredes huelen a cárcel”. No hace falta añadir nada. La precisión de las descripciones es atinadísima.

     ¿Y quién es Papá Goriot? Un hombre de 60 años, bueno y honrado, antiguo fabricante de fideos en Italia, que llegó a ser rico, pero perdió su fortuna por la ambición de sus hijas (Anastasia y Delfina). Ahora vive en una habitación alquilada (en la pensión Vauquer) ubicada en un barrio de París.

     Si juzgamos a los personajes, se trata de un drama que, en marcha gloriosa, va creciendo a medida que uno avanza en la lectura. Aunque este fabricante de fideos había leído ya bastante en el libro del mundo, su vida ha sido siempre la de sus hijas. Ha vivido para ellas. Él no tiene frío mientras ellas tengan calor. Ésa es su divisa. Sin embargo, ninguna de las dos le asistirá en su agonía final. A este hombre enfermo, le sorprende la muerte envuelto en la miseria más abyecta que uno pueda imaginar. Se encuentra, como Machado en su caminar por olivares polvorientos: solo, triste, cansado, pensativo y viejo.

     Visto más de cerca, el amor de Goriot es, al mismo tiempo, sublime y burlado. Sublime porque siempre está dispuesto a sacrificar todo. Y burlado porque no advierte el engaño, el interés, ni la hipocresía. Hace falta llegar al final de la novela, cuando un convulso y delirante Goriot está muriendo, para escuchar de su voz que ha sido engañado.

     Además de Goriot, el personaje central de la obra es Eugenio de Rastignac y con él, Vautrin. El primero de ellos es un hombre que posee grandes ambiciones, pero también fuertes valores morales que lo detienen de alcanzar sus metas de forma ilegítima. Sus pasos en el camino de la vida se debaten en un conflicto: vivir el sublime martirio de la virtud o abandonarse a la corrupción. El segundo se erige en mentor de Eugenio, le propone un plan que podría convertirlo en millonario y le da el siguiente consejo: “es imposible triunfar siguiendo los caminos mediocres de la honradez. Es preciso ensuciarse las manos para ser cocinero. En eso consiste toda la moral de nuestra época”.

     Papá Goriot es una obra sublime, que habla de la soledad, del arribismo, de la pobreza moral. Es decir, de la mezquindad humana y que ofrece, en un mosaico bellísimo, todo el friso de cualidades humanas excepto una: el arrepentimiento. Sin esta tesela esencial, no puede esperarse que la conducta humana brille con un mínimo de esplendor.

       Buenas tardes y buenas lecturas.

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