«Un mal nombre» de Elena Ferrante

malnombreFOTO     En Una amiga estupenda (tomo 1 de la tetralogía Dos amigas) vimos cómo dos niñas napolitanas cuyas vidas se cruzan, empiezan a andar, crecen y abandonan su infancia.

     En Un mal nombre (tomo 2) Lenù y Lila son ya adolescentes y gozan del entusiasmo de vivir con plenitud. La narración se centra en la iniciación de las muchachas en el mundo de los adultos. Las dos andan metidas en líos con sus hombres. Una de ellas (Lila) se casa con la persona equivocada (Stefano) y vive un matrimonio tormentoso. La otra (Lenù), tiene varias relaciones con chicos a los que no quiere, pues su corazón sigue perteneciendo al chico (Nino) del que se enamoró siendo niña.

     No puedo dejar de colmar de elogios a la autora. En esta segunda entrega, la obra sigue tapizada de una prosa cordial magnífica. Fresca. Sencilla. De nuevo, el derroche de escritura ágil, transparente y elegante. Elena Ferrante posee el don del verbo. Es capaz de recuperar el lirismo de cada momento vivido, haciendo de cada pasaje una caricia lingüística.

     En Un mal nombre brilla la valentía con la que la italiana recrea el descubrimiento del amor. Lo hace sin memeces. Con la escritura puesta en la voz joven de Lili y en la voz joven de Lenù. ¿Y nos habla de sexo? Pues muy poco. Nos habla más de amor. Nos habla de coquetería femenina, de desafío entre chicos, de rivalidad y de esa rebeldía con que se bautiza la juventud temprana. Hasta en los episodios más turbulentos, la pluma hermosa de Elena Ferrante es pacificadora.

     Especial mención merece otro amor que une fuertemente a estas chicas, ése que les ayuda a crecer intelectualmente: el amor por los libros. Buscan libros, hablan de libros, se regalan libros. En una palabra: les unen los libros.

     Página a página, continua el flujo de confesiones íntimas entre las dos muchachas en flor, pero ahora se suma la voz de algunos personajes secundarios. Y sucede sin abandonar ese clima esencial de proximidad, esa atmósfera de sincera complicidad que, lejos de toda escritura formal, baña de naturalidad lo narrado. Una se cree, por el tono en que se nos cuentan las cosas, que nos las están contando tal y como sucedieron, y no tal y como les hubiera gustado a sus protagonistas que sucedieran.

      No aconsejo la lectura de esta segunda entrega sin haber leído antes la primera (La amiga estupenda) aunque puede hacerse, si bien en este caso el lector perderá lo más sabroso de este bello retrato: la evolución de esta amistad plutarquiana, que tan cautivada me tiene.

     Este libro no es un libro corriente. Es un libro de vida. De vida y de sentimientos, recogidos en una madeja de letras, que la autora nos enseña a devanar con infinita destreza. Elena Ferrante nos enseña a leer bien. A leer limpio. Está escrito para quienes nos gusta que nos cuenten historias bien contadas.

     La italiana ha encontrado un ritmo cómodo, un ritmo que se ajusta a la naturaleza de las cosas, para que disfrutemos de la lectura. Y vaya si lo consigue. Al cerrar el libro, acariciamos con nostalgia sus guardas, deseosos de hincar pronto el diente a la tercera entrega. Ha prendido bien la mecha de nuestro deseo de seguir conociendo cómo beben de la vida estas dos amigas.

      Elena Ferrante y alta literatura. Alta literatura y Elena Ferrante. Tanto monta. Eso sí son dos amigas estupendas. Qué privilegio haberlas descubierto.

       Buenas tardes y buenas lecturas.

sagadosamigas

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