«Hace cuarenta años» de Maria Van Rysselberghe

40     Ya tenía ganas de traer alguna joyita. La obra de hoy lo es. Por la historia que cuenta y, sobre todo, por cómo está narrada. ¿Dije joyita? No, eso queda corto. Esto es un diamante en bruto y de los más puros, una lectura impaciente, embriagadora e intensa. Literatura vivificante que exige reclinatorio, lustrosa peana y crea devoción. Intentaré sofocar mi entusiasmo. Un poco, va.

     La autora: Maria Van Rysselberghe (Bruselas, 1866-Cabris, 1959) perteneció a una familia belga ligada al mundo del arte. Se casó con el pintor Theo Van Rysselberghe y fue íntima amiga de André Gide, quien la bautizó como la Petite Dame y le animó a escribir los textos que hoy conocemos. Autora de culto que dejó cuatro maravillosos textos: Hace cuarenta años, Para un ruiseñor, Galería privada y Los cuadernos de la Petite Dame.

     Hace cuarenta años es una mirada interior a una historia de amor basada en un hecho real. La que vivió Maria, la narradora, con Hubert, quien encarna al poeta flamenco Émile Verhaeren. No es un amor al uso, sino un amor de ésos que te matan o te dan la vida. Un amor no consumado y por ello, eterno, pues solo las historias no consumadas de amor son historias de amor eterno. Un amor hecho de palabras y silencios, a partes iguales. Un amor infinito, fascinante, imposible, casi soñado, prometido, desbocado, sostenido, latente, apasionado, penetrante, atento, inconcluso, poético, tierno, furtivo, mutuo, entregado, generoso, vertido, etc. Me detengo, que estoy entrando al galope en un plagio creativo al poema de Lope.

     No sé cómo calificar el estilo de esta prosa hermosa y dulce. Es realista, pero de un realismo que no elude la sugestión, pues es una escritura construida desde dentro y mirando siempre hacia dentro, hacia el yo en peligro. Tal vez exagere, pero una buena forma de definir esta novela es decir que posee la cualidad de ser un sublime estupefaciente. Sublime por su refinadísimo trazo. Y estupefaciente por ese poso de excitación que deja en nuestra alma —poco acostumbrada a tanta agitación— con algo de aturdimiento, similar al que nos dejaría la ingesta de un potente narcótico. A esto puedo añadir que es un texto cálido y reconstituyente, pues las palabras parecen saltar del libro y abrazarnos. En definitiva, es un realismo hipnótico, íntimo, propio. Se me agotan los adjetivos.

     El argumentoMaria, casada con Antoine y una hija en común (Irène), se enamora de Hubert (casado con Agnès), el mejor amigo de su marido. Un viaje de Antoine a Inglaterra unido a la circunstancia de que Agnès no puede acompañar a Hubert a pasar una temporada junto al mar, hace que Maria y Hubert pasen un mes solos en la casita de la duna. Se inicia así una historia de amor, libros y fidelidades.

     «Abrió el tomo de Flaubert y poco después leí: Olvídame si puedes, arráncate el alma con ambas manos y pisotéala para borrar la huella que he dejado»

     «Mira —me decía—, yo soy un apasionado de la fidelidad. Pocas cosas me conmueven tanto en una persona (…). Quiero ser completamente fiel…¿me comprendes? Y, sin embargo, no te amo en contra de mi voluntad, sino con mi entero consentimiento»

     «Tengo el corazón tan lleno, que apenas consigo soportarlo»

     «Nuestros ojos se buscaban, siempre al mismo tiempo, como si solamente fuéramos capaces de hallar auxilio en la mirada del otro»

     Imposible no rescatar algún otro fragmento. Refiriéndose a la casita de la duna, el lugar donde los amantes pasan un mes juntos, la autora dice así:

     «Te confundo a ti, frágil refugio vibrante como una criatura sobresaltada, conmigo misma: somos el melancólico espacio de esta historia, la historia de un breve instante, de un acorde cuya resonancia se ha prolongado a lo largo de toda una vida»

      El corazón de la historia es el amor en el estado más puro que podamos imaginar. Esa pureza que hace que se mantenga intacto para siempre, que no se erosione ni siquiera físicamente. Su lectura provoca una atmósfera de recogimiento que llega a estremecernos por dentro.

     El amor de Maria y Hubert es una conversación interminable. Su amor existe porque ellos hablan de él, porque lo nombran, porque lo crean con sus palabras. Su amor existe porque lo pronuncian, sin que ninguno de los dos sea capaz de llegar a nada más. Y lo que nos queda tras cerrar el libro y acariciar sus tapas es un susurro, un eco mudo de imágenes vivas y precisas, como si entre las palabras y las cosas no existiera fisura. Un febril letargo del que cuesta recomponerse.

     Sacaría cada frase de su párrafo, cada párrafo de su capítulo, y aún así no quedaría satisfecha de que esta mutilación lingüística recogiera el encanto que acunan estas bellas páginas. Un par de fragmentos más:

     «No le pedía sino que existiera (…) Que adivinara esa parte de mí reservada y en retaguardia que yo apenas presentía y que acentuaba todo lo demás. Su insistente mirada y su manera de estrechar la mano, siempre esmerada, me anunciaban que había en él una lucidez en la que yo podía hallar aliento»

     «Toda mi sensibilidad quedaba prendada de su voz. Éramos como dos instrumentos afinados de repente»

     Este libro te pringa de intimidad. Una entra en él como en un templo, con solemnidad, con el aliento contenido. Las primeras páginas, atraviesan tímidamente nuestra región más interior y el resto… pasa sin llamar. Novela deliciosa en fondo y forma. Excelente ofrenda que como lectores debemos hacernos.

     Es preciso que os hagáis con ella porque es una de las novelas más hermosas. No es una sugerencia, escribo con el tono imperioso con el que os lo diría si estuviéramos manteniendo una conversación. No os preguntéis si os gustará o no. Buscad silencio y abrid bien las pupilas del alma. En ella encontrarán el mejor acomodo estas exquisitas páginas.

      Buenas tardes y buenas lecturas.

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