Mi recomendación de hoy es una formidable historia de misterio que deja sin aliento. Lleva por título La devoción del sospechoso X y es la primera obra de Keigo Higashino traducida al español. Con ella obtuvo en el año 2006 el Premio Naoki a la mejor novela. Sin que haya declinado mi interés por esos nórdicos que tienen apellidos difíciles de escribir como Henning Mankell, Camilla Läckberg o Jo Nesbo —aquí la «o» viene atravesada por un trazo aviesado—, el país del sol naciente tiene firmas que autorizan a pensar que los japoneses, además de excelentes relojes, saben construir magníficas novelas de intriga.
La devoción del sospechoso X tiene un arranque potente y una prosa cómoda, de modo que una entra fácilmente en el laberinto narrativo urdido por el autor. Contrariamente a lo que solemos encontrar en el género policíaco, en las primeras páginas se comete el crimen enseñando las cartas, de modo que el lector litiga con la novela no para saber quién lo hizo sino para conocer los detalles que van a ir tejiendo la investigación. Sabemos quién ha matado a quién y a partir de ese momento, todo sucede piano piano. Hay que ir leyendo, deshojando pétalos con ritmo pausado, para ir viendo cómo avanza el asunto y en qué quedará la cosa. Eso sí, no nos confiemos porque una vez metidos en harina el relato da un vuelco descomunal seguido de una voltereta con redoble de tambor y se convierte en lo más trepidante que podamos imaginar.
Argumento. Yasuko es una mujer divorciada que vive con su hija Misato, quien no tiene padre. Yasuko se casó con Togashi y se divorció. Tras unos años de relativa calma para ellas, Togashi se ha quedado sin trabajo y acude a casa de su exmujer a pedirle dinero. Yasuko, Misato y Togashi discuten fuertemente, la joven pierde los nervios, propina un mamporrazo a su padrastro dejándolo medio lelo y a continuación, casi sin darse cuenta, lo estrangula con un cable. Yasuko quiere entregarse, pero su hija no se lo permite, pues es ella (y no la madre) la culpable del asesinato. Estamos de acuerdo en que se trata de un acto en defensa propia, claro, pero el asunto es qué hacer con el muerto.
El vecino, de nombre Ishigami, es un tipo de lo más enigmático, un genio de las matemáticas que no goza del reconocimiento intelectual merecido y se ha quedado en profesor de instituto. Siente por su vecina Yasuko un amor platónico absolutamente desmesurado. Y como todo amor imposible, éste es un vínculo muy poderoso, tanto, que apenas se entera de lo sucedido acude al apartamento de Yasuko y se ofrece a esconder el cadáver y a crear la coartada perfecta para ella y para su hija. Incapaz de ver la realidad deslindada del crisol científico, el tipo elabora una coartada aplicando la lógica matemática más estricta. Sin embargo, cuando la policía identifica el cuerpo, todas las sospechas recaen sobre Yasuko. Lo que Ishigami no sabe es que el investigador que lleva el caso (Kusanagi), es íntimo amigo de un hombre que es un genio en el campo de la física. Este hombre es Yukawa (conocido como el Profesor Galileo y que ayuda a la policía a resolver casos difíciles) que además, es antiguo compañero de facultad de Ishigami.
Así pues, los dos protagonistas varones que constituyen la bisagra intelectual de la trama poseen una mente privilegiada. Son dos genios, uno en el campo de las matemáticas (el vecino Ishigami) y otro en el de la física (Yukawa). El lector asiste a un interesantísimo desafío intelectual que tratará de eludir la justicia a través de las herramientas propias de estas dos disciplinas: la lógica y la razón.
La mujer (Yasuko), con sus vacilaciones, es el personaje más humano y despierta algo de lástima, pues se enfrenta a una situación de indefensión que no escampa con el tiempo. De hecho, cada vez se encuentra más constreñida y con menor margen de actuación.
El resto, además de por sus mentes, son personajes bastante singulares. El vecino, por ejemplo, es un tipo que da la sensación de que no tiene sangre, que está muerto por dentro (se dice de él que parece estar hecho de plástico —pág. 82—), pero sin embargo, está embriagado de amor por Yasuko. En este punto, he de decir que la novela es también la historia de amor de un hombre que pierde la cabeza por una mujer. Ese vecino que no muestra interés por nada que no sea él mismo, ese hombre reacio a conversar y algo arisco incluso, interiormente es un ser desvalido, un tipo inundado de tristeza porque no ha conseguido tener a su lado a la mujer de sus sueños. Así que la novela también nos habla de los obstáculos que tiene el sentimiento amoroso, pues explora los límites de resistencia que, a veces, encuentran quienes aman.
En el texto no hay sangre ni nada que resulte escabroso o desagradable, el autor es muy comedido en ese aspecto. Por ese lado, es una novela muy japonesa. No echa mano de detalles sucios para enturbiar el entorno. El ambiente se enrarece por la tensión psicológica, que va vertiéndose gota a gota. Es asfixiante, brutal. Eso de matar a alguien lleva una gran carga psicológica para el que mata, claro, pero también lleva una buena carga psicológica el hecho de salvar a alguien, ya que todo lo que haga la persona a quien has salvado la vida, en cierto modo, te responsabiliza. Cualquier conducta (buena o mala) no se hubiese cometido si uno no hubiera intervenido en la vida de esa persona. Casi nada.
El lenguaje es fácil y sujeto al engranaje de que todo ruede bien lubricado, dejando que las cosas vayan sucediendo siguiendo un orden y del modo más natural. Se huye de tecnicismos o argucias literarias que den brillo al estilo, pero nos desvíen del sendero por el que transcurre la historia. Así que la sencillez de la prosa también tiene su porqué. Con todo, lo más fascinante, lo que realmente me ha dejado sin aliento es el duelo planteado entre los dos protagonistas rivales (Ishigami y Yukawa), pues es un duelo mental, no físico. Para mí, la semilla de oro de la novela. Ambos tienen en común su ambición por intentar construir el mundo mediante teorías, pero sus métodos de aproximación son opuestos. El planteamiento del autor acerca de que es posible eludir la justicia desde la lógica es francamente muy original, muy creativo, pero en este modo de proceder también hay ángulos muertos que aprovecha bien para cocinar una colosal jugada final al lector y ganarnos la partida. Y con qué sutileza.
En definitiva, magnífica novela negra, muy a lo detective Colombo, con la que disfrutaréis mucho y ya digo, aunque desde el principio sepáis quién ha cometido el crimen, seguiréis leyendo de sobresalto en sobresalto.
Os invito pues, a despertar vuestra devoción por este nuevo autor nipón, y sobre todo, a aventuraros a sostener un idilio estrecho con esta fascinante historia que, como los matrimonios bien avenidos, estoy segura de que os mantendrá felizmente atados a ella hasta el final.
He sabido que esta obra fue llevada al cine y forma parte de una serie japonesa denominada Galileo. El autor es muy prolífico, pero en España únicamente se ha traducido la novela que hoy reseño y otra más —de menor calado, según he leído—, que lleva por título La salvación de una santa.
Buenas noches y buenas lecturas.
He leído apenas a un par de autores japoneses, con esta reseña me he animado a leer a este autor, esta novela. Buena reseña. Un saludo.
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