«Gente que viene y bah» de Laura Norton

portada_gent     Traigo hoy un libro de pasmosa frescura para quien ande buscando alguna lectura con la que reírse sin pensar, o no pensar y reírse. El título, Gente que viene y bah, tiene algo de sainete, de comedia de enredo al más puro estilo español, aunque solo sea por aquello de que cuanto más liado resulte el asunto menos vuelos ha de tener su redacción. Sirviéndose de esta máxima, Laura Norton consigue enredarnos en una historia que garantiza un rato divertido.

     Como ya se vio en No le culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas —la primera de la autora y reseñada también en este blog— lo suyo no es la riqueza narrativa, sino una comicidad que engancha por el desparpajo, por la briosa espontaneidad.

     La protagonista es una treinteañera con estudios de arquitectura (Bea) y sin asomo de juicio que, desesperada al descubrir que su novio (Víctor) le ha puesto los cuernos con una flamante presentadora del telediario, huye a casa de sus padres buscando sosiego.  A partir de ese momento, una va conociendo a los miembros de su familia, a cual más excéntrico, a cual más alocado.

     La hermana mayor es Irene, separada de Román y madre de Fin —apócope de Serafín—, un adolescente con sueños de campeón de motocross y depresión existencial. Irene tiene graves problemas de sobrepeso, pero vive feliz y contenta porque es la alcaldesa del pueblo, una alcaldesa digna porque lleva un bolso de Loewe. Aunque su ideología la tiene atada a Izquierda Unida, su lema es “llego con un Loewe y me iré con un Loewe”.

     Débora, casada con Juan, es la hermana más rebelde. Tiene un hijo de cinco años al que llaman Osquitar, sin querer ofender y entre otras cosas, porque es acondroplásico. El pequeño —nunca fue mejor empleado el vocablo— es fruto de una noche loca en la que se acostó con un enano. Ella entonces tenía novio y, puesta a serle infiel, prefirió escoger a un tipo diminuto (Teodoro) porque pecar de infidelidad con un hombre de menguada estatura es sinónimo de menor infidelidad.

     El único varón del clan familiar es León, homosexual que vive un idilio clandestino con Jacobo, un guardia civil armarizado, es decir, con pánico atroz a salir del armario.

     Conocedora del descarrilamiento de sus hijos, la madre —pillada in fraganti con el hermano de su prometido una semana antes de casarse— se convierte en el paño de lágrimas de todos, pero aprende con éxito a ahuyentar sus penas con chupitos de orujo. El padre, marino recién jubilado, vive también en la casa sumido en una neblina de confusa perplejidad.

     Como flor que abre sus pétalos en primavera, la historia de amor se despereza cuando Bea, tras instalarse en la casa de sus padres, conoce a su atractivo vecino, el pelirrojo Diego Ariza. No tarda en rendirse a sus encantos ni en conocer que el chico de sus sueños (viudo y forrado) aporta una hija muda de cinco años, una suegra paralítica y un Mercedes vintage de color rosa.

     Dicen que solo cuando está maduro cae el fruto de la suerte. Creo que Laura Norton ha alcanzado su madurez en esta novela. Ofrece un humor popular, ese humor bullicioso y sin afectación que deja buen sabor de boca. No es alta literatura, desde luego. Su propósito es hacernos reír y lo consigue. El peso de la gracia lo llevan personajes que nos caen simpáticos, aunque no sepan manejar los remos de su vida. Sus cavilaciones y obsesiones, sus salidas de tono y sus perfiles paradójicos (un guardia gay, una gorda feliz, un perro de tres patas, etc.) nos arrancan la carcajada —solo en un par de ocasiones traspasa la frontera que separa la decencia de la broma soez—.

     Su prosa es urgente, desmelenada, fresca y salada. Discurre por donde ella quiere, vira con el viento que más le favorece. Y aunque pisa una senda que se aleja mucho de la trillada por los clásicos —ese humor purísimo, hoy amortajado— consigue bien su propósito.

     En definitiva, si se busca distracción, evasión o soltar unas risas, aquí hay una lectura recomendada, aunque solo sea para echar la vista atrás y apreciar más, aún más, a nuestros queridos y venerados clásicos.

     Buenas tardes y buenas lecturas.

LAURA-NORTON

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