Entrevista a Héctor Castiñeira

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saturada

    Dices en tu libro: “Me gustaría empezar por el principio, como en las buenas historias”. ¿Cuál es ese principio tuyo como escritor? ¿Cuándo y cómo empezó todo?

     No tengo un momento en el que decidiera ponerme a escribir un libro. Todo nace allá por el año 2012, en las redes sociales. Empecé con unos tuits de humor, que más tarde volqué en un blog y que estaban relacionados con anécdotas de enfermería. Antes de todo esto, escribía relatos y cosas de ficción, pero nunca con idea de publicar.

     Soy enfermero de formación y siempre me ha gustado llevar un bloc en el que ir anotando las cosas que me resultan cómicas en el trabajo. Esa libreta de notas es lo que acabó reflejado en el blog, en formato monólogo y bajo el título genérico de «anécdotas sobre sanidad y humor». Al ver que el blog crecía mucho, que a la gente le gustaba, yo quería corresponder introduciendo cada vez más entradas. Un día se me ocurrió crear un personaje, para que fuese él, y no yo, quien las contase a los demás. Y así nació enfermera saturada.

      ¿De modo que primero nació el personaje, nuestra querida “Satu”?

     Exactamente. Y nació solo. Abandoné el blog y me puse a escribir en formato libro “La vida es suero”, lo autopubliqué en la plataforma de Amazon, en digital y en papel, por ver si a la gente le gustaba. Pronto se convirtió en uno de los libros de no ficción más vendidos y a continuación Plaza&Janés se interesó por mí. Así es cómo pasé de no tener nada (ni ganas de publicar ni editorial) a poder elegir editorial.

     Tus lectores ya conocemos a “Satu”, esa enfermera saturada que conviertes en narradora en tus tres primeros libros. ¿Por qué escogiste a una mujer?, ¿crees que las historias contadas por mujeres son más creíbles?

     Lo que buscaba era un nombre para el personaje, pero quería que fuese un nombre que no me diera visibilidad y, claro, el hecho de que fuese mujer me garantizaba el anonimato. Y además, era perfecto porque la gente se iba a identificar con él por cuestión de estadística. Somos casi 300.000 enfermeros en España y el 90% son mujeres.

     ¿Qué reacción has encontrado en el lector al desvelar tu identidad?

     Me han dicho de todo, pero siempre hay mucha sorpresa. Cuando me ven por primera vez me comentan que esperaban encontrarse a una mujer muy mayor, o a un hombre mayor también, o incluso, a una persona algo excéntrica, pues el personaje es así.

     Además, guardé el secreto hasta que no pude más. En el hospital donde trabajo, nadie sabía quién era enfermera saturada, y era muy gracioso escuchar a mis compañeros hablar de “Satu” o recomendarse el libro entre ellos. De hecho, únicamente dos personas sabían que era yo quien estaba detrás del personaje. El resto no sabía nada. Al crecer las ventas y hacerse tan famosa “Satu” yo tenía que esconderme para escribir y me empecé a agobiar. Me agobiaba mucho no poder escribir como al principio, sin que nadie sospechase. Y tuve que salir del anonimato para poder quitarme ese peso.

     Veo mucho juego de palabras: en los títulos de tus libros, en las anécdotas… Las hay muy graciosas, como cuando explica las medidas que adopta el cuerpo de una mujer tras el parto (nomentra-sesienta-revienta). ¿Qué tienes que añadir a estos juegos de palabras?

     Me gusta jugar con las palabras porque se puede hacer mucha comicidad utilizando ese registro. Esto no es nuevo, pues mi anterior libro lleva por título “Las Uvis de la ira” haciendo con este juego de palabras un guiño a Steinbeck.

     El lector cree que las anécdotas son reales, pero nos queda la duda de saber si, algunas de ellas, están construidas con el andamio de tu imaginación. ¿Qué hay de real y qué hay de cosecha propia en lo que nos cuenta «Mamá Saturada»?

     Las anécdotas son todas reales. Otra cosa es que yo juegue con las palabras o las adorne a la hora de escribirlas, pero todo lo que cuento está recogido del día a día y es real. No hay nada inventado. O me ha pasado a mí o a mis compañeros. Es más, hay historias que he decidido no contar porque son tan exageradas, tan inesperadas, que los lectores no me creerían, o creerían que exagero. Al final, selecciono las más graciosas, las que resultan creíbles. Pero repito, todas las anécdotas han ocurrido.

     Y dime, Héctor, ¿quiénes fueron tus padres literarios, dentro del humor?

     De autores muertos, me quedo con los últimos años de Gila y los hermanos Marx. Y de autores vivos, con Luis Piedrahita (el prólogo de mi segundo libro es de él, que es gallego también) y con el humor absurdo de Martes y trece.

     ¿Qué satura a Héctor Castiñeira?

     Me satura mucho madrugar. Odio madrugar. Dicen que si repites mucho el hábito de madrugar, al final se convierte en costumbre y no cuesta. Eso es mentira, me sigue saturando mucho madrugar.

     Y también me satura toda injusticia y los abusos de poder.

     ¿Cómo crees que son tus lectores?

     Siempre he creído que es gente del gremio, enfermeras o personal que trabaja en el hospital, pero he descubierto que no porque en las firmas de mis libros veo que hay de todo. Aunque he de decirte que la mayoría de mis lectores tienen en común el haber estado en contacto con la sanidad por algún motivo. Algunos de ellos, son pacientes que han permanecido ingresados en hospitales durante mucho tiempo y naturalmente, otros sí, son del gremio, pero sobre todo es gente con mucho sentido del humor.

     Gente que descubre que la sonrisa cura ¿no? Y a veces, más que un Nolotil…

     Eso es. Mis lectores son gente que valora reírse y pasárselo bien. Todas las cosas llevadas con humor se llevan mejor.

     En tu libro, la protagonista llega a la conclusión de que existe, al menos, dos clases de parientes: los opinadores y los sufridores. ¿Quiénes opinan más de tus novelas, los hombres o las mujeres? ¿qué te dicen?

     Creo que opinan más las mujeres. Tal vez, porque se identifican más con lo que cuento, tanto que a veces me dicen: “¡es que estás contando mi vida!”. Y los hombres me comentan: “gracias a tu libro, tendré que replantearme algunas cosas de mi vida”. Así, que hay de todo.

     Otra cosa que observo de mis lectores es que en cada ciudad son muy diferentes, pero se identifican con las mismas situaciones, de modo que a todos les parece que lo que cuento está recogido de su hospital. A mí me enriquece mucho saber que siendo distinto el lector un mismo libro puede llegar casi de la misma manera a todos ellos. Es algo que me resulta muy curioso.   

     ¿Y qué quieres provocar en todos esos lectores?

     Primero, que se rían, que se olviden de lo que les agobia y que se lo pase bien. Eso es lo más importante. Y además de hacer humor, también busco denunciar ciertas cosillas que deberían arreglarse en esta sociedad y creo que la gente eso lo capta, por los comentarios que me hacen.

     A Héctor Castiñeira ¿le saturan las entrevistas?

     No, no me saturan. Al contrario, me gustan. 

     Dime un libro que leerías mil veces y jamás te saturarías.

     «Matar a un ruiseñor» de Harper Lee. Lo leería mil veces y lo recomendaría también mil veces.

     Un autor que no te satura

     No tengo un autor fetiche, no soy mitómano. Luis Piedrahita, claro.

     Un género literario que no te satura

     La novela negra y el humor en todas sus versiones. La novela de viajes también me gusta mucho. Con cualquier libro de estos géneros no me saturaría.

      Muchas gracias por tu cordialidad al responder a mis preguntas. He intentando saturarte, pero creo que el privilegio sigue reservado a tu personaje. Si quieres terminar contando a tus lectores con qué estás ahora, qué tienes entre manos…

     Sigo trabajando de enfermero y como voy siempre acompañado de mi libreta quiero recuperar a “Satu” y seguir contando más cosas de ella. Si todo va bien, pronto sabréis más de “Satu”.

     Me he encontrado muy a gusto. Y nada saturado…

     Muchas gracias a ti y a todos mis lectores. A todos.

     Ver reseña del libro «Desayuno con lactantes»

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5 comentarios en “Entrevista a Héctor Castiñeira

    • Sí, es el mismo. Me contó muchas cosas curiosas. Sus compañeros de planta en el hospital le decían «¿y tú no has leído a «enfermera saturada»? pues te reirías muchísimo, sus libros son geniales». Fíjate cómo tenía que disimular…Un día se hartó de tanta presión —se escondía para escribir—y rompió el anonimato. Cuando les dijo a todos que la «Satu» era él nadie le creyó… jajajajaja!!!. Besos! y gracias mil por comentar.

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