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Fecha: 8 de junio de 2017
La periodista María Leach (Barcelona, 1979) debuta en el panorama editorial con el poemario «No te acabes nunca», una pequeña obra ilustrada por Paula Bonet, en la que ha convertido el duelo en un conjunto de versos. Escrutadora de su vida interior, tras la muerte de su marido y un bebé que apenas ha estrenado la vida, liga su obra a su experiencia personal.
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María, has escrito este poemario como un diálogo entre la vida y la muerte que toma forma en tus manos. ¿Cuándo se inicia este diálogo?
Yo había escrito poesía desde muy pequeñita, pero solo cuando necesitaba sacar algo, sin ningún tipo de constancia, sino como algo aleatorio. Cuando diagnostican el cáncer a mi marido, toda esa parte introspectiva de escribir la aparto, pues en aquel momento, yo recién casada y embarazada, recién casada, lo que hago es unirme a su lucha. Veo que él lo que hace es afrontar la enfermedad de una manera menos introspectiva que yo y con muchísima fuerza, y cuando la lucha está llegando a su fin, al cabo de ocho meses del diagnóstico, empiezan a bullir imágenes en mi mente que necesito apuntar y siento que la María de antes, la María que había apartado quiere volver a salir.
El lector se encuentra con una obra que celebra el amor, pero hasta llegar ahí, hay un largo recorrido. Tu marido fallece… Dime, María, ¿cuál es la primera lección que te llevas de esta dura experiencia para poder celebrar el amor con tus versos?
Que debo luchar y que quiero hacerlo. Esa es la lección que me llevo. A los tres días de su fallecimiento acudí a una psicóloga experta en duelo para que me ayudara a superar el duelo de un modo rápido. La psicóloga me dijo que con prisas no se supera un duelo. Me hizo ver que no hay que acelerar nada y me dio como primera pauta que hiciera lo que más me gustara hacer. Y es entonces cuando decido ponerme a escribir porque estaba determinada a salir de ese dolor que me ahogaba.
¿Estableciste alguna rutina de trabajo para que saliera este libro?
Pues sí, cuando muere Charlie yo me trasladé a vivir a casa de mi madre. Decidí que lo que iba a hacer es cada noche, después de cenar y cuando el bebé estuviera ya dormido, iba a ir a la casa donde vivía con mi marido y sentarme allí, a intentar sacar algo de lo que sentía. Eso hice para intentar escribir. Cuando entraba por la puerta no sabía qué iba a escribir, ni siquiera sabía qué sentía, pero yo iba igualmente. Y así, de lunes a domingo y durante tres meses, he ido construyendo este libro.
¿Es tu primer libro de poemas?
Sí, tengo miles de poemas escritos, pero no había publicado nada hasta este momento.
En uno de tus versos te preguntas: «¿Y dónde meto el amor que no te puedo dar?». ¿Dónde mete María Leach todo eso que no mete en la poesía?
Buena pregunta. Cuando te pasa algo así, todo el mundo vuelca en ti su cariño y te sorprendes porque te dices a ti misma: ¡madre mía, todo este cariño, todo este amor de la gente que me rodea y no me llena ni un uno por ciento del amor que yo necesito, ¿cómo puede ser?. Y eso es una cosa que te pasa. ¿Y dónde lo metes? pues dentro de una misma. Poco a poco empiezas a aceptarlo y a vivir con ello.
¿Por qué has escogido el verso libre?
En principio los poemas no eran de verso libre. Eran rimados, pero larguísimos. A la hora de publicar este libro pensé que el lector no los iba a entender. Así que cuando rescaté esos versos para el libro, cuando desenterré los que más me gustaban, los hice más cortos procurando que, aunque perdiesen la rima, cada verso tuviera ritmo interno y conservase su fuerza.
¿Cuál es el mensaje que has querido darnos en este poemario?
Es un libro para valorar lo bueno que hay en la vida, no para dar lástima. Quiero que sirva al lector para recordarle que el amor que sentimos por las personas a las que queremos hay que valorarlo. Insisto, es un libro escrito para celebrar el amor y para celebrar la vida.
Tú te hospedas en la poesía, ¿dónde se hospeda el dolor?
El dolor que llevas dentro se hospeda en el corazón, pero invade todo, hasta los sueños. La poesía es la herramienta que sirve para gestionar el dolor, para exteriorizarlo.
¿Qué criterio sigues para elegir esos momentos amargos que compiten entre sí para asomarse en tus versos?
El duelo es muy personal y lo que a mí me ha servido a otro es probable que no le sirva. Cada uno, en el duelo, se ha de permitir elegir lo que quiera. A mí me ha servido mucho elegir para mi poesía los momentos pequeños, porque son los que más felicidad aportan. Además, he querido explicar cada sentimiento con imágenes, imágenes que más que digan, evoquen. No decir «me duele· sino mostrar lo que me duele. Eso llega más al lector.
Uno de tus versos sostiene que llega un momento en que la muerte deja de ser provisional. ¿Se puede ser poeta provisionalmente?
Lo de la muerte provisional lo digo porque a una le cuesta mucho creer que esa muerte tan próxima es algo definitivo en su vida. Tu cerebro y tu corazón se resisten a aceptar esto. Claro, llega un momento en que te das cuenta de que no hay vuelta atrás y entonces incorporas este hecho a tu vida.
En cuanto a la cuestión de si se puede ser poeta provisionalmente mi respuesta es no. Rotundamente. Se es poeta siempre, porque una va siempre está atenta a la vida y va cazando ideas, escribiendo pequeñas cosas. Aunque en ese momento no se esté haciendo un libro, forma parte de ti.
¿Es el tiempo el mejor redentor del dolor?
El tiempo ayuda, pero si tú no haces la parte que te toca, si no haces nada, el tiempo solo no cura el dolor. Hay que esforzarse mucho para hacer bien el duelo, pues exige hacer un parón en tu vida normal y, en ocasiones, como a mí me ocurrió, seguir una terapia en ese tiempo. Así que lo más importante es ir poco a poco.
En bello verso decía Pessoa que «el poeta es un fingidor», ¿estás de acuerdo?
No, en absoluto. La poesía, esencialmente, ha de tener verdad y si tiene verdad tendrá alma. La poesía ha de tener alma, es una condición de la poesía. No se puede fingir el sentimiento y, en la poesía menos, porque se nota mucho. La alegría, la tristeza, etc. ha de existir en las entrañas del poeta. Luego ya vendrán las palabras para adornarlo de una forma más o menos bonita, pero la emoción ha de ser real.
Si no te hubiera pasado lo que te ha pasado ¿hubieras escrito este libro?
No, nunca. En mi caso han de coincidir la vivencia y el tiempo para que salga la poesía.
¿Cuáles son los grandes temas en tu poesía?
El amor y la pérdida.
Han sido muchos los autores que, en algún momento de su vida, se han rendido a la poesía elegíaca (Miguel Hernández, Lope, Jorge Manrique, etc.), ¿con cuál de ellos te quedas?
Me quedo no con uno, sino con dos autores catalanes imprescindibles y que han hablado sobre la pérdida en sus libros. El primero de ellos es Joan Margarit, a quien se le murió una hija y le rindió homenaje con su poemario «Joana». El segundo autor es Miquel Martí i Pol que tiene una obra bellísima y de la que te recomiendo su «Llibre d’absències» y «Estimada Marta» . Los leí hace tiempo, mucho antes de yo pasara por la experiencia de la muerte de un ser querido y me encantaron.
¿Cómo sería un mundo sin poesía?
Sin duda, sería un mundo más aburrido.
¿Cuándo cae el tus manos el primer libro de poesías?
De pequeña, en el colegio leí a Rubén Darío, a Espronceda, a Bécquer, etc. Aparte de estas lecturas iniciáticas, conocí a otros autores por mi abuelo que amaba la poesía porque él también escribía versos. Fue mi abuelo quien me descubrió a Lorca, a Baudelaire, a Àlex Susanna —que era muy moderno en el momento—, y a Shelley, Paul Valéry, etc.
Y ahora, María, ¿cuándo y dónde escribes?
En cualquier sitio donde haya soledad absoluta. Las ideas se me ocurren en cualquier momento, pero para escribirlas necesito estar sola.
Y ¿sabes a quién o para quién escribes?
Pues creo que no lo sé. Realmente, escribo para mí. De no ser así no hubiese salido este libro. Es un poemario muy sencillo, pero yo creía firmemente que tenía que ser así.
Recomiéndame algún poeta vivo que hayas descubierto recientemente
Un poeta que ahora me chifla es Karmelo C. Iribarren, en su poemario «La ciudad» he descubierto a un gran autor.
¿Cuál es la última novela leída que te ha gustado?
«Los abismos», de Iban Petit. Y también me gustó mucho «La uruguaya» de Pedro Mairal, publicada por Libros del Asteroide.
Y para terminar ¿algún poema preferido?
Pues sí, «Fin y principio» de la polaca Wislawa Szymborska.