Hoy recomiendo “Apenas unos segundos” un hermoso relato escrito con la tinta de los sentimientos y el cincel de la historia. La autora es la periodista valenciana Amparo Tórtola.
La acción arranca con el viaje que emprende Lucía —la narradora— desde Valencia a Michoacán de los Guindos (Chile), a la casa donde residieron Pablo Neruda y Delia del Carril, esa grabadora, pintora, dibujante, secretaria y editora, que fue, también, su segunda mujer.
A Lucía le guía un imperioso afán por conocer de cerca cómo han transcurrido los últimos cuarenta años. Al pisar la casa, la imagen que ve le recuerda que el tiempo ha hecho su mella. En lugar de esa damisela de cabellos rubios y sombrero ladeado que tanto favorecía a la pintora, la recibe una Delia en silla de ruedas, abandonada por el poeta, que abre su corazón para contarle una vida anegada de desvelos y sueños truncados. A los quince años, lloró el suicidio de su padre. Después, la muerte de buenos amigos, el abandono de su Argentina natal y, lo que más dolió, el naufragio amoroso con Pablo Neruda.
La valenciana encauza la narración escogiendo como protagonistas a una saga de cuatro féminas —de la bisabuela a la biznieta—. Este no es detalle menor, sino parte del sentido de la obra. Con el latido de querer reivindicar el papel de la mujer, cada una da cuenta de cómo salió a flote en un mundo represivo y de cómo lidió, en cada época, sus difíciles transiciones.
Los acontecimientos basculan en diversos escenarios: la Valencia de los años treinta, los campos de concentración del sur de Francia, la maternidad de Elna, el barco Winnipeg y el Chile que acogió a los exiliados en la Guerra Civil.
Los episodios reavivan episodios de años atormentados, momentos vividos que, aún hoy, nos llenan de emoción, como la labor asistencial de los cuáqueros en pleno conflicto bélico, infatigables a la hora de aliviar la suerte de los más desfavorecidos.
Especialmente brillante resulta el retrato que hace de la burguesía valenciana. Amparo Tórtola es mujer, periodista y valenciana. No sé cuál de estos rasgos le ha tendido la mano para dibujar, con tanta precisión, el perfil de esta clase social. Es atinadísimo. Cruel, pero atinadísimo. Para elaborar este retrato se sirve del matrimonio formado por Eduardo, un hombre atrapado en su época, y Paz, caricaturizada como una beata necesitada de consuelo espiritual cuya vida transcurre entre rezos de rosario y lecturas piadosas.
Aparte de las mujeres, el gran protagonista de la novela es el Winnipeg, un carguero francés botado por el poeta para transportar desde la costa francesa a cerca de dos mil republicanos que huían buscando un destino salvador. Una se imagina a la riada de españoles en los muelles de Trompeloup-Pauillac confundidos, portando en sus maletas, como polizones amagados, sueños de libertad que se harían realidad al pisar Valparaíso.
La periodista consigue que contemplemos los hechos como si estuviéramos allí, sin que en sus jugosas descripciones recaigan juicios de valor. Su trazo es aséptico. Las palabras se alzan como muros de contención, y los recuerdos, teselas del mosaico desordenado de nuestro pasado, encuentran el lugar exacto que les corresponde. Se encarga de enlazar con precisión episodios dramáticos que duermen fragmentados en nuestra memoria, de pegarlos, para que esa malla, que es la historia, no se deshilache. Rescata su tono. Los momentos espeluznantes tienen su punto culminante cuando describe las condiciones reales de los campos de concentración, donde muchas españolas embarazadas perdían a sus hijos por falta de higiene.
Aproxima al lector al Pablo Neruda que nos ayudó, ese cónsul cuyo cargo le obligó a trasladarse a París, pero dio mucho de sí, pues le permitió intervenir en la selección de los republicanos que se subirían al Winnipeg, en la creación de una visa colectiva, etc.
Amparo Tórtola ha encontrado en nuestro pasado el mejor modo de expresarse. «Apenas unos segundos» respira fidelidad y goza del rigor que da fabular extrayendo datos de la cantera de nuestra historia. Sumarse a esta travesía es un cometido provechoso. No hay corrientes ni vientos que hagan zozobrar su prosa bien calibrada. Navegar por sus letras es fondear en aguas transparentes disfrutando de ingeniosas metáforas («la cepa había adquirido la forma de un collar verde del que colgaban, como preciosas joyas, abigarrados racimos de unvas negras», «los platos de arroz al horno vestidos de luto con grandes trozos de morcilla», «las hojas de los árboles (…) convertían el camino en una alfombra crujiente»).
Esta novela posee menguadas páginas, pero una poderosísima carga de amor y libertad. Habla de la necesidad de derribar fronteras de odio, de perdonar. Estas páginas son un canto a la amistad en su sentido más amplio.
Como broche final, antes de llegar a las guardas traseras, algunas fotografías de la época ilustran una narración que no necesita mayores adobes.
Amparo Tórtola debuta con un trabajo en cuya génesis y elaboración adivinamos puertos y muelles que dan amarre a una intensa labor de documentación. Vuelve a pisar la senda de nuestra historia desde lejos, pero mirando de cerca.
En definitiva, excelente novela de una autora que escribe con la pulcritud de un entomólogo y la pasión de un aprendiz. Aventuro que con «Apenas unos segundos» acaba de convertirse, sin ella saberlo, en maestra de muchos. En vencedora de esta regata arriesgada que es la literatura.
Buenas tardes y buenas lecturas.
Interesantísima propuesta la que traes hoy. Me ha gustado lo que has contado acerca del viaje que has vivido de la mano de esta escritora, de la que no conocía ni nombre ni obra.
Me lo anoto.
Besitos, amiga.
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