Hoy recomiendo “La librería ambulante”, un libro precioso en el que Christopher Morley (1890-1957) cuenta, con esa particular forma de hablar que tienen los escritores, una historia intemporal que sienta bien a todo aquel que se declare amante de los libros. Parece salida de la mano de Mark Twain, o del mismísimo Charles Dickens aunque, probablemente, este hubiese añadido más florituras en la narración. Hay en ella la misma proporción de humanidad que en un pasaje evangélico, la misma proporción de humor que en una obra cómica y la misma proporción de romanticismo que en un poema. Este difícil equilibrio la convierte en una obra escrita para ser disfrutada.
El estilo es apacible y sencillo, casi de fábula oriental o de cuento clásico, y está empapado de ternura. Por estas cualidades, y también por el ingenio de su trama, “La librería ambulante” es un libro bonito, una aventura original llena de romanticismo que apenas tiene personajes y apenas pasa nada, pero que no los necesita. Christopher Morley es un maestro del lenguaje coloquial y ha sabido crear con las herramientas más básicas del escritor que crea, una historia rica y sabrosa.
La narración es muy fluida, cómoda y fácil, y sus páginas dan cobijo a una sólida historia de amor. Hablo en el sentido más extensivo. Amor a los libros, amor a las personas y amor a la vida. Sobre estas tres patas se asienta la novela.
El argumento rompe el cascarón el día en que una mujer (Helen McGill), que vive tranquila en su granja acompañada de su hermano (Andrew), descubre las intenciones de un tipo que quiere vender a este una caravana. Andrew vive algo obsesionado por el placer opiáceo de la literatura y desearía retirarse del ajetreo del mundo y cumplir su sueño de escribir un libro. Ella cree que la adquisición de la caravana pondría fin a su vida sosegada, ya que si él se encerrase a escribir ella tendría que ocuparse de todas las obligaciones de la casa. Adelantándose a los acontecimientos, decide dar de comer a su hermano de su propia medicina. Compra la caravana —que resulta estar atiborrada de libros—, y se echa a andar por las tierras de Dios en compañía de un perro, un caballo y un tipo peculiarísimo que responde al nombre de Roger Miffin.
Roger es el dueño de la caravana y el alma del relato, y se diría que se incorpora al texto recién salido de un sueño o de una fantasía. Es un tipo de aspecto peculiar por su talla insignificante y su barba rojiza. Este enanito de raíces oníricas posee cómicos ademanes y está enamorado de los libros. Tiene la habilidad de cautivar a los corazones nobles predicando la buena literatura como el mejor evangelista. Con una pipa siempre encendida y expresión enigmática, su vida ha transcurrido a lomos de su librería ambulante. Ha recorrido pueblos enteros y rincones ocultos con el único propósito de contagiar la felicidad a sus gentes. Los libros son maravillosamente buenos, guardan las mejores enseñanzas para la vida, y cuando uno logra ver con lucidez en ellos descubre el secreto de la felicidad.
Con Roger Mifflin Christopher Morley crea un personaje adorable, de esos que a una le gustaría que tuvieran vida fuera de la novela. Tiene mucho de personaje de Dickens. Por su optimismo vital, por su humor, por las peripecias con las que ha de lidiar para salir adelante y, sobre todo, por querer ayudar siempre a los demás. En esto, también tiene mucho del Huckleberry Finn de Twain, naturalmente.
Helen McGill es una mujer que apenas ha conocido el amor. Cuando se lanza a esta aventura ni siquiera remotamente puede sospechar que iba a terminar perdidamente enamorada, no solo de los libros y sus bondades, sino del mismísimo predicador, ese maestro menudo de tamaño, pero de gran altura moral. Ese Barbarroja estrafalario que la acompaña por caminos pedregosos y sendas arriesgadas es un hombre que posee la nobleza de un caballero y las cicatrices de un héroe. Y aún más, le hará sentir que ella tiene, al alcance de su mano, el secreto de su felicidad.
Charles Dickens escribió que el corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas. Christopher Morley en esta obra demuestra ser ese músico que sabe hacerlas vibrar armoniosamente, con palabras que crean excelentes ecos en el alma de los lectores.
Buenas tardes y buenas lecturas.
Y sobre esta opinaré dentro de poco, porque me lo regalaron hace poco, pero en digital.
Todo trasfondo literario a mí me flipaaa.
Besotes, amigui.
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