«Todo lo que no te conté» de Celeste Ng

9788490651773_1.jpg     «Todo lo que no te conté» es una tragedia novelada llena de secretos. Como todo lo que lleva la vitola de Alba, nos llega en una edición muy cuidada. 

     Celeste Ng (Pittsburg, 1980) nos enrosca en una dura historia de integración (familiar, racial, etc.), que entretiene, emociona y consigue que pasemos una tarde poco sosegada. La novela ha sido galardonada con varios premios.

     Estamos en una novela tupida de sentimientos y personajes. Madres, hijas, padres, hijos, hermanos, amigos, deseos, fracasos, promesas, pérdidas, despedidas, dolor, culpa, angustia, etc. Un ejercicio literario peligroso construido a partir de un brillante juego de verdades y mentiras en el tablero de una familia con muchos enredos. 

     Celeste Ng escribe con ritmo penetrante y tono doliente. Su voz es sosegada, casi aplazada, y se cuela en nosotros a través del aliento brumoso de confesiones ininterrumpidas.

     Una joven aparece muerta en un lago. Asfixia por ahogo. Con esa astilla clavada en la mente, el lector se zambulle en el infierno de una familia ocupada en tirar atrás las manecillas del reloj rebelde del tiempo para descubrir qué pasó. La urgencia por la verdad, fuerza a todos a mirarse cara a cara, de frente y más allá de los ojos. Están descubriéndose, sorprendiéndose, y también, estremeciéndose. La autora, con el tino que se tiene cuando se escribe sin apresurarse, consigue que unos y otros dejen jirones de sus vidas agarrados a los párrafos. El relato se salpica de pistas que se derriten como mantequilla en una sartén caliente.

     La voz narrativa es implacable. El misterio se desenvuelve con una mesura que cogela el alma. El lector queda cual funámbulo en el filo de una navaja. La intriga está servida en la primera frase y se arrastra, entre reflexiones y miradas, como un fardo pesado. Con todo, leídas tres cuartas partes de la novela, a mí me ha sobrado texto. No era preciso narrar la historia familiar completa. Exceso de detalle, no en el dibujo de los personajes, sino en los conflictos que los hibridan. La proyección de la madre (Marilyn) sobre la hija (Lydia) y lo caro que ésta paga ser la predilecta se me antoja reiterativo. El auxilio de una estructura bien estudiada disimula este traspiés, pero he de decirlo.

     Uno de los mayores méritos de Celeste Ng es que la escritora no absuelve ni condena. Su tono pugilístico es el de la denuncia, pero ella se mantiene al margen siempre.

     Enristrando la pluma, ha fabulado una historia que pone en evidencia que vivir es una lucha difícil. Y como todas las luchas que se libran en el interior de los seres humanos, muchas veces, resultan ser la digestión de otras luchas en las que participaron nuestros padres. Los vínculos familiares tejen el bienestar afectivo de las personas. «Todo lo que no te conté» ahonda en ello con la moraleja de que si no se tiene mucho cuidado, el hilo invisible de la felicidad se hunde como Lydia en el lago y, con el tiempo, se irá deshaciendo en aguas negras y heladas hasta hacerse añicos.

     Buenos días y buenas lecturas.

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