Entrevista a Javier Moro

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Buenas tardes, Javier. Enhorabuena por el libro y por el Premio Primavera que has conseguido con tu novela. Háblame del proceso creativo de «Mi pecado»

Todo empieza cuando mi padre, que trabajó en la Naviera Aznar, me habló de Conchita Montenegro por primera vez. Años después, Cristina Morató pensó en ese personaje como protagonista de una buena historia. Yo he vivido en Hollywood cinco años y me sedujo poder escribir sobre esa tierra. Empecé a leer sobre Leslie Howard, a conocer toda la vida que llevó Conchita Montenegro, el romance que los unió, etc. Todo eso era desconocido para mí y aprendí mucho. Supe que él no era inglés, sino hijo de un judío húngaro y de una madre judía inglesa. Descubrí el éxito de los españoles (Edgar Neville, Jardiel Poncela, etc.) que marcharon a América. He entrevistado a gente que la conoció y la trató de cerca, como Jimmy Giménez-Arnau o Alfonso Ussía y, sobre todo, he leído mucho sobre ella, prácticamente todo lo que se ha publicado. Me he documentado mucho para escribir «Mi pecado».

Cuando escribes, ¿qué pecado consideras venial y qué pecado consideras mortal?

Venial es romper la disciplina de trabajo. Es un pecado venial, pero que puede costar muy caro. Y mortal, en mi caso, es inventarme personajes que no han existido. Desde luego, yo no hago eso.

¿Y cuando lees?

Como lector no creo que exista pecado. El lector es totalmente libre para elegir y para decidir seguir leyendo o no seguir. Yo, por ejemplo, cuando empiezo un libro, si a las 30 páginas no me ha enganchado, cierro el libro y se acabó. El lector no elige. La única elección que puedes hacer como lector es seguir con la lectura o abandonarla.

En un momento de la novela, Leslie Howard le dice a Conchita Montenegro «lo único que importa en el cine son los ojos». Javier, ¿qué es lo único que importa en la novela como género?

La novela como género requiere del autor persistencia y concentración. Es muy costoso, porque esa concentración es parte de una disciplina que debe sostenerse durante un largo periodo de tiempo. En la novela tienes que estar preparado para eso. Un artículo no es así, o un poema. Escribir una novela exige una dedicación muy intensa y llevarla a cabo con mucha disciplina. Esto es lo fundamental. Es un proceso agotador físicamente. A mí me sucede cuando estoy escribiendo que, si por algún motivo —por ejemplo, me he de ir de viaje— corto el proceso de escritura, cuando lo retomo me cuesta un mundo volver a entrar en la novela.

En los últimos años estás teniendo un excelente reconocimiento en el mundo literario. En 2011 recibiste el Premio Planeta por «El imperio eres tú», ahora con «Mi pecado» has ganado el Premio Primavera 2018. ¿Has llegado a ser el escritor que soñabas ser cuando soñabas ser escritor?

Es que yo no he soñado con ser escritor, ha sido algo que me ha venido. Yo escribía y me ha ido viniendo el reconocimiento. Me ha ido suficientemente bien como para ir tirando. No recuerdo haber tenido esta meta, no soy un escritor como muchos.

Javier, vienes del periodismo, pero eres fundamentalmente guionista de cine y escritor. De estas tres disciplinas ¿con cuál de ellas te quedas?

Me quedo con la literatura, sin ninguna duda. Yo no soy periodista, nunca he trabajado en ningún periódico. Vengo del cine, lo que sí he hecho es mucho reportaje. Del cine no quiero saber nada. Es un horror porque dependes de los demás para todo y necesitas un dineral. Mira, para hacer un libro con un ordenador y un bloc tienes todo lo que necesitas, ya puedes empezar, pero para hacer una película…

Hablemos de idilios y amantes. ¿Con qué actriz le hubiese gustado a Javier Moro tener un idilio?

Uf! Con más de una. De joven estuve enamorado de muchas actrices. Me hubiese gustado tener un idilio con Vivien Leigh, por ejemplo, o con Romy Schneider.

¿Y cuál es ese libro con el que tiene un idilio perpetuo?

Tengo un idilio perpetuo más que con libros, con algunos autores. Con Proust, por ejemplo. Además, lo releo constantemente. «Albertine disparue» —se refiere a «La fugitiva», sexto tomo de «En busca del tiempo perdido»— por más que lo leo no me canso, porque siempre encuentro cosas nuevas. Con Flaubert, desde luego. Y también tengo idilio perpetuo con el americano Joseph Campbell, autor del magnífico «El poder del mito», poco leído actualmente, pero para mí muy interesante, lo releo siempre.

Una película te haya seducido

Creo que las películas envejecen mucho peor que los libros. Hay películas de los años 70 que hoy en día son invisibles. Una que me gustó mucho es «Amadeus» y otra, más reciente, «El discurso del rey».

Y dime, Javier, qué pecado existe en la literatura actual y si crees que tiene redención

En la literatura hay pecados de todo tipo, como en todo, pero si se hace bien, si se consigue que la gente lea, está bien. Mira Harry Potter…

¿En la literatura se aprende de los pecados?

Sí, claro.

Uno de los sueños de todo escritor es que el vínculo entre literatura y cine sea un matrimonio bien avenido. ¿Ves tu novela llevada a la gran pantalla?

Claro que la veo, como todas mis novelas, pero ninguna lo consigue. Es una frustración constante. Penélope Cruz compró los derechos de mi libro «Pasión india» y luego no se hizo nada. Desde entonces hasta ahora, siempre he visto que mis libros tendrían una buena adaptación cinematográfica. Por mí encantado que se hiciera, pero la verdad es que aún no se ha conseguido. Como se necesita tanto dinero y es todo tan complicado…

En tu novela hay mucha pasión, pero también hay mucho engaño. ¿Hasta qué punto puede engañar la literatura?

La literatura, si te la tomas al pie de la letra, es una gran mentira, pero es una mentira que te dice una gran verdad, como decía Vargas Llosa en su ensayo «La verdad de las mentiras». En él nos habla de la diferencia entre la verdad literaria y la verdad histórica. Es muy interesante ver cómo la literatura es la mejor manera de revivir la historia, de resucitar personajes, de visitar lugares, de viajar por el tiempo, y encima, no te mareas.

En el credo de las letras también hay penitencia. ¿Crees que tienes lectores indulgentes con tus pecados?

No. Yo tengo lectores que se entretienen y que les gusta lo que leen. Quieren un libro que les entretenga y con el que, además, aprendan cosas. Ellos mismos me dicen que en mis libros encuentran esto que buscan.

¿Qué es lo más bonito de la profesión de escritor?

Lo más bonito de esta profesión es la creación de un vínculo emocional que se establece entre el lector y el libro, y también entre el autor y el libro. Y ¿por qué nace este vínculo? pues porque una novela apela a la emoción. Si quiero transmitir conocimiento me hago historiador, pero yo no quiero eso. Yo busco despertar emoción. Cuando mis lectores se acercan a mí en las ferias del libro y hablo con ellos, noto que perciben ese vínculo emocional. Y eso es muy bonito. Y tal vez, también por eso mismo, las mujeres son más lectoras de novelas que los hombres. Creo que esto sucede porque las mujeres están más en contacto con sus emociones que los hombres. O eso creo.

Hoy en día hay temas sobre los que existe una férrea censura oculta. ¿Hasta qué punto, al escribir, te sientes en un paraíso libre?

Yo me siento completamente libre al escribir. No tengo más límite que mis principios. El escritor es un ser libre o no es. Tú no puedes escribir pensando en el que te va a leer. Esa actitud conduce al fracaso. Woody Allen ya lo dijo: «si quieres estar seguro de fracasar, haz algo que guste al público». Si uno tuviera la clave de cómo funciona esto, todos serían escritores.

Para terminar, si tuvieras una varita mágica Javier, ¿qué deseo pedirías?

Pediría tener una buena historia, un buen tema. Esa es la perla.

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Un comentario en “Entrevista a Javier Moro

  1. Excelente entrevista, Carlota. De verdad, maravillosas preguntas y estupendas respuestas de Moro, que hacen que me ratifique un poco más en lectora y admiradora de su obra.
    Coincido en que más mujeres leemos porque tenemos más capacidad de asimilar emociones, estoy totalmente de acuerdo.
    «Mi pecado» va a caer inminentemente. Lo he comprado en digital esta vez, pero me apetece mucho.
    Besos.

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