Hoy recomiendo «Mientras escribo», del norteamericano que más vende, el que muchos críticos aún miran con recelo y pocos reconocen como de primera fila. Hablo de Stephen King (1947, Portland, Maine), naturalmente. No es novela, sino un texto de aprendizaje destinado a los amantes del oficio de escribir y se divide en tres partes: «Curriculum vitae», «Escribir» y «Vivir».
«Curriculum vitae» narra el proceso de formación del autor como escritor. Nos aproxima al King seminal, un hombre afanado en contar siendo un infante y que, desde su primera pisada en el relato corto, no ha dejado de andar por el camino de la narración. Hablar de su vida es hablar de su obra, con tal suerte que el título de este texto bien podría haber sido «Mientras vivo», pues está claro que el escritor ha puesto el oficio de contar al servicio de su vida, como hacen los creadores.
Con desnuda generosidad, este viajero infatigable al corazón del miedo nos conduce a su región más doméstica y, una vez instalados en ella, deja al descubierto a un ser humano con infinitas grietas. Entre la anécdota y la confesión, descorre el velo de una infancia marcada por una imaginación desbordante y la pulsión de fabular. Creció siendo alcohólico y el consumo de sustancias sicotrópicas le ayudó mucho en la creación de personajes. Algunos de ellos —como la mismísima Annie Wilkes, de «Misery»— son metáforas que representan lo que sucedía en su cerebro mientras escribía. En ocasiones, ni siquiera recuerda haber sido el autor de sus obras («apenas recuerdo haber escrito «Cujo»). Desde luego, los escritores que viven enganchados a determinadas sustancias no se diferencian en nada del resto de adictos. Son, como todos, borrachines y drogatas que buscan calmar sus demonios. Lo único que los hace distintos es que, con un papel delante estos hombres creativos pueden obsequiarnos con grandes obras. El resto, con el mismo papel delante, excreta necedades.
«Escribir» describe las herramientas que todo escritor debe tener a mano para sacar al oficio el máximo partido, excelentes consejos de King para quienes se inician en el cenagoso mar de la narrativa. El primero consejo es bien simple: «si quieres ser escritor, lo primero es leer mucho y escribir mucho». A él le siguen lo maléfico que resulta utilizar adverbios, la voz pasiva y el miedo —tres demonios de los que debemos huir—, las enormes ventajas de atribuir diálogos utilizando «dijo» y, sobre todo, ser sincero al escribir. Todas las reglas que nos da son sencillas, muy sencillas, y desde luego, resultan de gran utilidad para no perder la brújula en el ardor de la redacción.
Finalmente, «Vivir» es un relato corto que explica cómo su necesidad de escribir le estimuló para recuperarse de un gravísimo accidente en el que salió volando por encima de una furgoneta y casi le cuesta la vida.
Libro de cabecera y lectura indispensable para quien esté pensando en lanzarse a escribir, o se ha lanzado ya y, desde luego, para todo aquel que quiera conocer de mano de un primer espada, algún secreto no desvelado del oficio universal de escribir.
Buenas noches y buenas lecturas.