«La novia de Matisse» de Manuel Vicent

97Matisse.jpg     Hoy traigo para recomendar «La novia de Matisse» de Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936), un collage costumbrista con una pequeña dosis de intriga, en la que el levantino habla de la inmortalidad del alma a través de la belleza del arte.

     Por su riqueza expresiva y trepidante ritmo me ha traído el vivo recuerdo de las mejores novelas de Pérez Reverte. Ambos pisan el mismo terreno. El de la velocidad narrativa, esa treta de meterte en la historia remolcada por el impulso en la acción. He sabido que Vicent fue propietario de una galería de arte en Madrid. En «La novia de Matisse» nos introduce en el turbio ambiente de los marchantes de cuadros y una advierte que sabe de lo que habla. Lo adivina feliz, fabulando sin sosiego, sobre lienzos valiosísimos y miserias despreciables.

     El título hace referencia a la adolescente desnuda que, en el cuadro «La alegría de vivir», se despereza contemplando la danza de unos pastores que habitan un país imaginado y no se dedican a otra cosa que no sea cantar, bailar, hacer música y faltaría más, enamorarse. Esta obra de Henri Matisse con sus colores intensos y expresivos muestra excelentemente la esencia del fauvismo. 

     La novela nos devuelve este mismo espíritu fauvista a través de la narración. Las voces de los personajes adquieren el tono provocativo de los cuadros fauvistas y sus conductas empastan en el texto contrastándose, como lo hacen los colores complementarios sobre el lienzo. La fabulación queda a merced de tres personajes. Un millonario enamorado de las obras de arte (Luis Bastos), su mujer enferma (Julia) y un marchante sin escrúpulos (Míchel Vedrano). 

     «La novia de Matisse» es pues, una narración fauvista. Vicent se sirve del fino pincel de las palabras para crear metáforas que emergen de su paleta mediante un juego de oposiciones y dualidades —que, dicho sea de paso, es una constante en su escritura—. Lo sublime y lo banal, lo cotidiano y lo trascendente, lo bello y lo grotesco, el idealismo y el pragmatismo, el misticismo y el descreimiento, Dios y el carpe diem se confrontan una y otra vez en los textos vicentinos. Como el fauvismo, cuida el perfil de los personajes como seres que posan para nosotros con naturalidad y desenfado, que deambulan desnudos por la novela. Su cuidadísima prosa  hace fácil que descubramos su dudosa moral y aunque, según él mismo ha confesado, en esta novela se ha despojado de los adjetivos, no os lo creáis.

     Es interesante detenerse en esa gran metáfora del libro basada en que la belleza sana. Matisse era conocido como el doctor, debido a que se pensaba que su pintura curaba las penas. Para Vicent, la belleza cura hasta el punto de que una pasión alocada por el arte puede convertir al ser humano en un ser inmortal. Con este planteamiento como mimbre, se devana el hilo argumental de la trama.

     Vayamos a los personajes. Julia es una mujer que padece una leucemia galopante y quien va a hacer cierta la teoría de la salvación por el amor a la belleza. Ella crece por dentro a medida que la belleza del arte se le va revelando, hasta llegar a un punto en el que no es capaz de entender nada del mundo sin la emoción de la belleza. Al parecer, unir la belleza de los cuadros a una especie de mística trae buena fortuna y ella no acaba de saber si la energía que recibe en las venas procede del arte, del dinero, o de uno de esos dioses. Lo que es cierto es que la belleza le sana y le salva, por solo entregar la vida a ella como hacen los místicos con Dios.

     Míchel Vedrano es un marchante que recibe el encargo de Luis Bastos —marido de Julia— de acostarse con ella, como último regalo que quisiera ofrecerle antes de que la palme. Le hará creer que se ha enamorado perdidamente de ella. Julia, que quiere estar a la altura de las obras de arte que adquiere Vedrano, deberá traspasar la barrera moral, ya que es convencida por el marchante de que ninguna mujer que no lleve una doble vida puede ser interesante.

     Excelente novela que habla de la locura del arte, pero también de la locura de los amantes. En este mundo, siempre hay millonarios locos. O enamorados. 

     Buenos días y buenas lecturas.

Manuel Vicent.jpg

 

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