Una de los obsequios más sorprendentes que trae de la mano el consumo bulímico de libros es ver cómo la lectura administra mis pasiones y mi tiempo. Frente al sosiego del ensayo, el plácido deambular epistolar, incluso, frente al sinuoso camino de una biografía, la novela negra me arrastra hacia un remolino sin fondo de tramas oscuras, material potente y verbos escabrosos. No es mi género favorito, pero de vez en cuando prefiero despertarme a mí misma con este tipo de historias vertiginosas que abandonarme a la placidez de géneros poco arriesgados. El goce es elevado si la novela es buena. No sé por qué disfruto tanto con esos matices confusos en la moralidad de los personajes, o viendo el mundo bajo la mirada retadora de asesinos y psicópatas. Pues bien, la última novela que me ha empujado por la escotilla que me expulsa de mi universo personal ha sido «Donde nadie te encuentre», de Alicia Giménez Bartlett (Albacete, 1951), escrita con habilidad y ganadora del Premio Nadal en el año 2011.
La historia está ficcionada en torno a Teresa/Florencio Pla Meseguer conocida por todos como La Pastora, un mito de la posguerra de nuestro país que a Giménez Bartlett le interesaba recuperar. En realidad, no es una novela negra al uso, ni una novela policíaca al uso. Se trata, más bien, de un pellizco de realidad fabulado con la intención de ahondar en nuestro pasado. «Donde nadie te encuentre» es, para decirlo bien, la historia de una pesquisa, la crónica de la suerte que corrió esta persona que vivió —o sobrevivió— y de cómo lo consiguió, a pesar de haber nacido en el peor momento y de la peor manera, pues le fueron pasando los años descubriendo su sexualidad.
Arranca con un psiquiatra francés (Lucien Nourissier), un estudioso de la mente que anda enfrascado en descifrar el perfil de las psicopatías. En estas está cuando tropieza con un periodista cínico y amargado, un tipo de sangre catalana virado hacia el franquismo (Carlos Infante), quien le pone sobre la pista de esta mujer de sexo dudoso y sospechosa de haber cometido veintinueve asesinatos. Juntos seguirán su apasionante rastro.
Se teje, pues, en el escenario de la España depravada de la posguerra, donde la vida era triste y dura, y empieza con la desaparición de La Pastora. Y va hacia atrás, rastreando sus pasos.
En el año 54 las fuerzas del maquis se habían retirado a Francia. La actividad de la guerrilla se daba por terminada. Solo quedaban dos maquis, mejor dicho, dos desertores del maquis operando en la zona: La Pastora y su compinche Francisco. Estaban solos, aislados, desesperados. A Francisco lo matan y a ella se le pierde la pista. Dicen que está escondida en el monte y es una de las personas más buscadas por la Guardia Civil española.
La circunstancia de poseer una sexualidad ambigua es uno de los mayores acicates de la trama, enigma que el lector querrá descubrir, por tratarse de un mito aún latente en las tierras de Els Ports y El Maestrazgo.
La novela está estructurada presentando las voces de los personajes en paralelo, de modo que los capítulos alternan primera —testimonio de La Pastora, auténtico eje de la trama y quien da fuelle a la narración— y tercera persona. No voy a desgranar qué cuenta, pero aclaro que los medios de información de la época y las autoridades franquistas le atribuyeron toda clase de crímenes que no cometió, concentrando en la anomalía de haber nacido con una malformación en su aparato genital los odios del franquismo. Esto es esencial para comprender el asunto.
A Nourissier le interesa La Pastora desde el punto de vista profesional. Quiere saber si es mujer u hombre, no parece tener las características de una asesina al uso, pero quiere investigar por qué la gente le llama «el terror del monte Caro», «hembra con instintos de hiena», «asesina con sed patológica de crímenes», «alimaña sin piedad por la vida humana» o, simplemente, Teresot.
Obligada a vivir como mujer desde pequeña, se metió en el maquis porque ella se sentía hombre y sufrió lo indecible porque todos la veían como mujer. En el maquis cada uno puede ser lo que quiera ser. Le cortaron el pelo, se vistió con ropa masculina y pasó a llamarse Florencio. Sabía que estaría toda la vida sola, que no se casaría con un hombre ni con una mujer, que no tendría hijos. Sin embargo, eso no le daba ningún tormento porque no le gustaban los hombres ni las mujeres para amores. No tener amigos le trastornaba mucho más. Y de la trama no voy a añadir nada más.
La opinión general de la novela es que me ha resultado muy entretenida. No está sobrecargada de violencia y crudeza y está bien de ritmo. La única pega que le pongo es que las descripciones que unen a los personajes secundarios con la trama principal, a veces, se hacen un poco extensas.
Excelente recomendación para quienes deseen conocer más nuestra historia a través de la vida del famoso maqui hermafrodita que se echó al monte para sobrevivir en un mundo cruel. Cruel es deformar la realidad a través del filtro de los trastornos mentales, pero es más cruel deformar a una persona utilizando el filtro de una ideología. O de un sexo.
Buenas tardes y buenas lecturas.