Hoy recomiendo «Pregúntale al polvo» de John Fante, elevado a la categoría de clásico desde que Charles Bukowski dijera de él que influyó en su obra.
Sin embargo, no nos equivoquemos. Lo de Fante es un realismo sucio apenas intuido, un realismo sucio no cuajado, muy a medio gas. Su simpleza en el lenguaje y desnudez expresiva es, probablemente, la savia nutricia de la que bebió Bukowski, pero gracias a Dios Fante no pisa lo pornográfico. No le interesa. Su literatura es limpia, sin adornos, sin complicaciones, más próxima a Carver que a Houellebecq, Bukowski o Bolaño.
En «Pregúntale al polvo» un ramillete de seres vulgares lidian con los problemas que da la vida y se presentan en el texto sin profundidad psicológica. El humor espolvorea la narración y consigue que hasta el dolor llegue a tener vida propia.
El personaje central es un tipo llamado Arturo Bandini, alter ego del escritor sin éxito que fue Fante. Bandini es la imagen deformada, exagerada, caricaturizada de Fante. Es Fante ridiculizado por el propio Fante.
Su perfil es el de un escritor en ciernes dispuesto a dejarse conquistar por el editor que haga ver al mundo lo inmenso que es, el talento universal que posee. Hasta que llega ese momento, Baldini alimenta una relación epistolar con el editor que consiguió que viera la luz su cuento «El perrito rió», el único publicado. El tiempo pasa y sigue condenándole a ser un escritor silenciado. Empecinado en que posee el talento que no quiso darle el cielo, se sigue creyendo un diamante en bruto y vive esperando en que llegue ese día en que el mundo literario celebrará su descubrimiento.
La dura realidad es que sus exiguos ingresos por la publicación de «El perrito rió» solo le alcanzan para pagarse una habitación en una pensión de mala muerte en Los Ángeles. Y no siempre. Con todo, Bandini es hombre optimista y aunque el reconocimiento enaltecedor de su don no llama a su puerta, él se levanta todos los días con la ilusión renovada de que una joven camarera mejicana (Camila López) se olvida de otro hombre (Sammy) y cae rendida a sus pies seducida por sus encantos.
El rasgo que define a la escritura de Fante en la creación de personajes es la provocación, la acidez, el lenguaje mordaz e irreverente. El estilo descarnado empasta bien con ambientes sucios, costumbres sucias y sentimientos sucios, pero sin necesidad de pisar el terreno sexual. Esta es la cosa. No entra en pormenores de la pasión carnal, que suele acabar siendo sucia y empacha bastante.
Fante escoge a perdedores, seres frustrados y profundamente desesperados y nos los presenta con extremada concisión, dando de ellos lo esencial. No se detiene en sus conductas íntimas. Naturalmente, no es necesario. El lector no tarda en ver que Arturo Bandini es un tipo que posee una vida intelectual en caída libre, que está condenado a no poder amar y que su alma no le procura la paz espiritual a la que todos aspiramos. El resto no es esencial y, por tanto, sobra.
«Pregúntale al polvo» posee una fuerza de atracción amarrada en su potencial para arrancarnos la carcajada, en su simpleza, en su ironía y en su sordidez disfrazada. La recomiendo porque cuenta con sorprendente amenidad lo que le sucede a un hombre desdichado cualquiera cuyos problemas y preocupaciones concuerdan con los problemas y preocupaciones de muchos hombres desdichados. En definitiva, como muchos grandes escritores persiguen, en esta obra John Fante sabe crear, dentro del caos, rasgos humanos. Esta es la cosa.
Buenas tardes y buenas lecturas.