«Morir no es lo que más duele» de Inés Plana

portada_morir      Hoy traigo un thriller escrito por Inés Plana (Barbastro, 1959), directora del magacín «Vivir bien» y debutante en la novela, que tiene toda la pinta de convertirse en un best seller. 

      «Morir no es lo que más duele» arranca con un episodio espeluznante. Un hombre aparece ahorcado en un pinar situado en las afueras de la capital. El descubrimiento del cadáver es impactante porque el cuerpo tiene los ojos arrancados. En uno de sus bolsillos, un papel revela el nombre de una mujer y los datos de un domicilio. Ella es Sara Azcárraga, de la que solo se sabe que es mujer de costumbres solitarias y reside a pocos kilómetros del escenario del crimen, en el cinturón urbanístico de la sierra madrileña.

     Una vez denunciados los hechos, el teniente de la Guardia Civil Julián Tresser y su joven compañero, el cabo Guillermo Coria, toman las riendas del caso. Hasta aquí todo bien. Los primeros capítulos se suceden con agilidad. Tresser y Coira avanzan en sus pesquisas y una se va sorprendiendo por aquello de que nada es lo que parece. Sin embargo, alcanzado el meridiano de la novela, mi interés empezó a palidecer anunciando un declive en caída libre. Se me antojó que ese inicio de un cadáver sin ojos era admonitorio de que devoraría la novela con avidez. Sucedió lo contrario. La narración se complica por un exceso de personajes, que asoman con el único propósito de dar un testimonio que no añade nada al nudo principal. Naturalmente, mi frenesí inicial por ver qué pasaba comenzó a debilitarse, a desflecarse, hasta precipitarse por el desagüe. En vez de reconducir la intriga por un único camino, de concentrarla, de robustecerla —que hubiese sido un gran mérito—, Inés Plana va abriendo nuevas vías de intriga. Estrategia arriesgada para una escritora seminal. La creación de estos meandros exigen un cierre más complicado de lo que las convenciones del género establecen.

     A esto he de añadir que no es una novela policíaca que responde al canon Who do it?, pues conocemos la identidad del asesino y su perturbada mente, llena de atrocidades. La intriga se deposita en cómo el malhumorado Tresser y el paciente Coira llevan a cabo la investigación del caso. Un caso que acaba siendo de una crudeza extrema y con el que hubiese disfrutado mucho si la oscense hubiera demostrado tener menos pretensiones y un poco más de oficio. Démosle tiempo a Inés Plana para que conozca la secreta alquimia de la creación literaria y convierta, Dios me oiga, esa carencia en una responsabilidad.

     Buenas tardes y buenas lecturas.

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