Hoy recomiendo «Un mes en el campo», la primera novela traducida al castellano del inglés James Lloyd Carr (1912-1994). Fue llevada al cine en 1987 por el director Pat O’Connor y la participación de Colin Firth, Kenneth Branagh y John Atkinsons.
Se trata de una narración palpitante que transmite más que una historia, un estado del alma. Del alma pura y noble de un hombre (Tom Bikin) que llega al pueblecito de Oxgodby para restaurar un mural medieval de la parroquia.
Tom es hombre curtido y desdichado. Trae consigo sufrimientos de la Gran Guerra y hondas heridas. Las del cuerpo son visibles, como la tartamudez y algunos tics. Las del alma invisibles, mucho más profundas —ha sido abandonado por su mujer— y le hacen instalarse en un estado de melancolía que nutre la fría nostalgia en la que su espíritu encuentra excelente cobijo.
El mejor tributo del texto no es lo que sucede que, en realidad, es bien poco, sino el tono dulce que envuelve a lo que sucede, conseguido magníficamente. En general, es el artificio literario de la narración lo que sostiene y eleva la novela. Una celebra sus frases empapadas de lirismo, sus expresiones transmitidas con cadencia de tiempo real. Es el estilo el que crea la trama, no al revés. La forma de contar las cosas convierte la lectura de «Un mes en el campo» en apaciguado disfrute.
Un aspecto interesante ligado al estilo o forma de contar de J. L. Carr es hacer que el filtro del tiempo sea embellecedor. De forma explícita lo vemos —lo leemos— cuando recuerda el tiempo en que estuvo casado, punto de retorno al que se amarra cuando se le desploma el ánimo. Y de forma menos explícita, cuando queda fascinado por la belleza del arte que encierra el mural de la iglesia que está restaurando. La belleza del arte es fiel reflejo de la belleza de su alma, que él también va descubriendo poco a poco.
Esta matizada elegía a la belleza entra en litigio con la íntima pureza de Tom cuando conoce a una bella dama. Enredado en la sinuosa telaraña del amor, le desborda el febril deseo de alcanzar el espiritual disfrute con ella. La bella dama ilumina su vida aportándole un vendaval de ilusión que el lector debe completar, pero este secuestro sentimental constituye un gran tormento para él, pues ella está casada con el párroco. Y ahí lo voy a dejar. El resto de la caja negra de la novela es para el lector. Solo diré que en bello final, el autor la cierra elevando moralmente al personaje. A Tom Birkin un mes en el campo le enseña que el vínculo poderoso del amor es más poderoso si queda convertido en preciado recuerdo.
Buenas tardes y buenas lecturas.