«La lección de anatomía» de Marta Sanz

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     La lectura que hoy recomiendo es «La lección de anatomía» de Marta Sanz (Madrid, 1967), una autobiografía novelada de fácil digestión con la que la madrileña parece haber disfrutado del oficio de contar, y nosotros, del ejercicio de leer. Con aliento introspectivo y el escalpelo de la palabra apropiada, el texto es un lúcido examen de ella misma y que narra como una aventura desde que estaba en el útero materno.

     El ritmo se acopla espléndidamente al de una vida que nos creemos como propia. Algo de ficción habrá, pero al lector le da la impresión de que es ella siempre. Queda en la sombra qué parte es verdad y qué parte ficción, eso que Vargas Llosa contó tan magistralmente en «La verdad de las mentiras». Sirviéndose de la habilidad de las palabras nos cuenta cómo la vida le ha ido quitando máscaras, aderezos y maquillajes. El lector adivina que ella crea otras máscaras, aderezos y maquillajes, para contarnos esa vida. Naturalmente, la verdad fingida tiene más fuerza que la verdad auténtica. Eso es hacer literatura. Y en realidad, nos da igual, aunque no lo digan los críticos, que no suelen decir estas cosas.

     Como espectadora crítica del caudal revuelto de su vida, Marta Sanz agrupa en tres etapas su crecimiento: infancia, adolescencia y juventud. Al rescatar su infancia y adolescencia ahonda en el detalle, en la anécdota que entonces significó tanto. A medida que entra en la madurez, va abandonando la mirada microscópica. A una le parece descubrir un callado esfuerzo de la autora por dejar constancia de que sus vivencias tempranas son los pilares maestros de la mujer que es hoy.

     La madrileña reivindica una literatura de lo doméstico. Con el torrente poderoso del recuerdo consigue una expresividad poderosísima. Retrata lo cotidiano, lo diario, lo mundano. Estilo diáfano, desnudo. El nervio narrativo —a veces, beligerante— convive pacíficamente con ese andar escribiendo la vida sin querer borrar sus propias huellas. En esto me ha recordado mucho a la consagrada Amélie Nothom. Menos provocadora y magistral, pero misma amenidad, fluidez, crudeza, nostalgia y frescura.

     Con Marta Sanz las letras reciben la voz de una mujer que atraviesa el laberinto del tiempo y asoma el testuz para contárnoslo. El trampolín de la memoria le hace recuperar lo vivido, aunque a veces lo recordado se disuelva como un azucarillo en el oficio de la escritura y se convierta en espejo empañado de lo que realmente fue. 

     En definitiva, lectura con la que se goza leyendo al volver a pisar el paraíso de la niñez, la polifónica adolescencia y el estreno en la vida adulta de la escritora. Con Marta Sanz se disfruta de ese contar sin sujetarse a una trama, esa literatura, apacible o agitada, que da la vida de todos, todos los días.

     Buenas tardes y buenas lecturas.

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