La escritora de origen uruguayo Carmen Posadas (Montevideo, 1953) nos presenta en forma de novela de intriga un análisis social poniendo el foco de atención en esas pequeñas vilezas que todo ser humano tiene. «Pequeñas infamias» ganó el Premio Planeta en el año 1998 y su lectura sorprende gratamente, ya que tiene en la amenidad de su modo de contar su mejor cualidad. Francamente, se lee con mucho agrado por su buen ritmo. En algunas ocasiones, despunta algún toque de humor, pero la narración nos gana porque despliega el dominio de un lenguaje rico y preciso. Con todo, su mayor acierto es la creación de una estructura que echa el cierre a la trama de una manera magistral.
La novela habla de casualidades de la vida y de cómo un gesto caprichoso, o azaroso, en un momento dado, puede virar nuestro destino.
La acción arranca en la casa de veraneo de un acaudalado coleccionista de arte en la que se celebra una cena a la que asisten unos invitados muy peculiares. Tras la cena, el cocinero (Néstor), queda encerrado en el frigorífico, hasta que le llega la muerte por congelación. Este personaje tiene la peculiaridad de haber escrito una recopilación de anécdotas bajo el título de «Pequeñas infamias» que, en realidad, no se sabe bien si son platos o si, como creen los personajes, además de ingredientes culinarios las recetas esconden íntimos secretos de los invitados. El que más y el que menos tiene alguna cuita sucia que ocultar y el cocinero es el que mejor conoce la trastienda de sus vidas cómodas.
A medida que avanzamos en la lectura, descubrimos cómo la vida ha ido robando cosas que amaban los comensales, historias de pasiones que han tejido sus vidas, la naturaleza de cada vileza y por qué muchos de ellos parecen querer ajustar cuentas con el finado. Comenzaremos a sospechar de la autoría de casi todos. Unos y otros disfrutan de la velada abrazados a sus infamias, deslices menudos, pretéritos, de los que no pueden librarse. El vaho de la intriga se mantiene hasta el último latido de la trama y Carmen Posadas impulsa con gran oficio el acople de todo cabo suelto. El broche final recuerda a autoras de talla universal, como Agatha Christie.
En definitiva, novela muy entretenida con la que merece la pena conocer el estilo brillante de la uruaguaya y con la que, probablemente, los lectores disfrutarán mucho.
Buenos días y buenas lecturas.