Hoy traigo un texto que hace de ese estremecimiento intenso del corazón que llamamos pasión, ese pellizco extraño que, a veces, nos pilla de sorpresa, el emblema y título de la obra. «Pasiones» recoge dieciocho artículos publicados por Rosa Montero (Madrid, 1951) en el suplemento Dominical de El País durante los años 1997 y 1998. Historias de relaciones reales que se dieron, unas veces, con un frenesí desatado, y otras, con sucesivos espasmos de daño y cariño.
Con el estilo directo, espontáneo y fresco que la caracteriza, desguaza la pasión amorosa, entendida aquí como sinónimo de locura. En «Pasiones» hay pasión y locura, a partes iguales, en el amplio catálogo del amor. En amores posibles, imposibles, fáciles, complejos, lógicos, absurdos, alegres, trágicos, permitidos, prohibidos, visibles, enigmáticos, apacibles, virulentos, corteses, ofuscados, venturosos, nefastos… El texto es un caleidoscopio de la pasión amorosa vivida por personajes que dejaron huella en nuestra historia, contando también sus tormentos y desgastes.
Con la amenidad de siempre, Rosa Montero nos introduce en atmósferas y ambientes muy distintos. En la opulencia de los salones de la realeza, con baile de hijos y camas conyugales, cuyos descendientes dominaron el mundo (Felipe el Hermoso y Juana la Loca, Evita y Perón, la reina Victoria de Inglaterra y el príncipe Alberto, etc.) y en la extravagancia de alcobas de grandes artistas. Del mundo del cine, recupera el idilio volcánico entre Liz Tylor y Richard Burton, que encendió los platós de puro deseo. De la literatura, la arrebatada pasión de Tolstói y Sonia, del libertino, provocador y transgresor Oscar Wilde y su perdición por Bosie (Alfred Douglas), de Robert Louis Stevenson y Fanny Vandegrift, de Rimbaud y Verlaine, de Lewis Carroll, Mariano José de Larra, Dashiel Hammett, etc. Y de artistas universales en la música, como John Lennon y Yoko Ono, o en la pintura (Modigliani), por citar algunos.
No es nuevo decir que Rosa Montero escribe con la tinta del corazón, buscando el punto exacto de fusión entre literatura y vida. Por eso sus páginas se parecen tanto a la vida. Por eso resultan palpitantes. Nos introduce por igual en un bosque de lealtades y aceptación que en una frondosa selva de deslealtades y renuncias. Las relaciones perversas y degradantes, esas que acaban con la demolición de uno de los amantes, tienen mayor espesura, pero es que, normalmente, el desamor —en literatura, como en la vida— mueve más que el amor.
En definitiva, texto muy ameno, plagado de anécdotas, que habla de seres que triunfaron en el amor, de otros que perdieron, y también de quienes se sintieron triunfadores por encima de sus fracasos sentimentales. Personajes que, como casi todos los seres humanos, a veces se quisieron bien y, a veces, se quisieron mal, pero a la postre, hicieron lo que pudieron. Grandes idilios que acabaron en estampas de felicidad pasajera y pequeños romances que forjaron vínculos eternos. Lo peculiar de Rosa Montero es que aun hablando de los quebrantos del amor, ella siempre penetra en el atelier de los afectos. Más allá de la anécdota, explora la sorda palpitación del afecto más íntimo.
Y como conclusión: All you need is love, que dirían Los Beatles. También los reyes. Y los escritores. Y los artistas, en general. Y los conquistadores. Y lo tuvieron —el love—. Algunos, lo gozaron de lo lindo. Lo disfrutaron intensamente, alumbrando con ráfagas de luz la oscuridad de la alcoba. Pero no todos tuvieron una vida plena.
Buenas tardes y buenas lecturas.
[…] La cueva de mis libros […]
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