«La verdad sobre el caso Harry Quebert» de Joël Dicker

No hay placer mayor como lectora que asomarme a una novela y no poder salir de ella. Tener que quedarme en sus páginas para ver qué pasa. Y si este secuestro consentido consigue aparcar del todo mis obligaciones, la dicha se multiplica. Necesito saber de manera perentoria cómo acaba. Esto es, ni más ni menos, lo que me ha sucedido con «La verdad sobre el caso Harry Quebert». Desde que la abrí, no he hecho otra cosa que beber sus páginas hasta terminarla. Me estreno con el autor, Joël Dicker (Ginebra, 1985), y queda convertido en tabla de salvación cuando quiera desplomarme en el mundo de la ficción con un thriller.

Ante todo, he de subrayar que es una novela bien armada. Qué digo, muy bien armada. Su extensión no es obstáculo para que tenga una estructura formal perfecta. Esta virtud eleva el género, tan sembrado de metralla narrativa. Este joven autor suizo consigue, como pocos, hacer literatura con la intriga.

Los protagonistas son dos escritores: Marcus Goldman y Harry Quebert. Marcus es un joven que padece la temida enfermedad del escritor, la página en blanco, y busca ayuda en Harry, quien, además de amigo, es escritor afamado. Con él aprende los secretos del oficio e irá descubriendo algún que otro sótano oscuro de su vida. Es muy interesante cómo, capítulo a capítulo, Harry va adoctrinando a Marcus sobre las pautas de construcción del proceso creativo. Cada capítulo es una píldora, también para el lector, en la que va desguazando cómo sucede la magia de convertir un texto en literatura.

Estamos ante una novela dentro de otra novela, cuyo tuétano es un thriller lleno de misterios, de enigmas pequeños, que esconde, también, una historia de amor de las que agarran por la yugular. La trama está aderezada con algunas escenas humorísticas protagonizadas por la madre de Marcus. La escritura es limpia en su estilo, pulida, y ofrece pasajes que nos atraen, disquisiciones sobre el arte de narrar, que invitan a momentos de pensamiento e introspección.

Está contada en tres tiempos, en 1975, en 1998 y en 2008, con gran amenidad y entretejiendo los tiempos en una malla perfecta. El trasunto policial es la búsqueda del asesino de una chica de quince años (Nola Kellergan) que tuvo una relación secreta con Harry Quebert y cuyo cadáver se descubre treinta años después de desaparecer, en el jardín de la casa de Harry. El bueno de Harry es arrestado y acusado de asesinato, mientras su discípulo Marcus intenta demostrar al mundo, a través de una nueva novela, la inocencia de su mentor.

Es sorprendente la maestría con la que Joël Dicker crea un laberinto de intrigas y consigue mantenernos absortos en qué pasa, pegados al libro, hasta averiguar por qué pasa lo que pasa. Además de darle la vuelta al calcetín, una y otra vez, a través de pesquisas que dan licencia para entresacar conclusiones erróneas, ha sabido dotar a Harry Quebert de una personalidad de lo más absorbente. En realidad, es un tipo normal, del que no te esperas conductas criminales ni actitudes hostiles, pero posee un peculiar magnetismo. Un escritor sencillo, apasionado por su oficio y aclamado por sus lectores, pero un tipo muy solitario. Lógicamente, como cualquier ser humano, tiene demonios. La cuestión es averiguar hasta qué punto sus demonios son tolerables. Y es que dentro de Harry, además del escritor famoso, se hospeda el hombre. Un hombre que no ha estado solo, sino que tuvo atada el alma a una joven, hija de un reverendo, con la que vivió un amor prohibido. Para conocer esta bella historia de amor y pasión, tendrás que leer el libro.

La verdad sobre el caso Harry Quebert (2012) ha sido considerada por algunos como un híbrido entre Larsson, Nabokov y Philip Roth, se convirtió en un fenómeno editorial y ha recibido el favor del público y de la crítica más exigente. Galardonada con el Premio Goncourt des Lycéens, el Grand Prix du Roman (Gran Premio de Novela) otorgado por la Academia Francesa y el Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa. De menor prestigio, también consiguió el Premio Qué Leer y el Premio San Clemente.

Soy ferviente partidaria de las novelas que solo pueden leerse de una manera y es de un tirón, sea por su interés, o por cualquier otra circunstancia. Pruebe el lector a sentarse delante de La verdad sobre el caso Harry Quebert (2012), leer unas líneas y comprenderá el irresistible embrujo de un thriller redondo, de su poder hipnótico. Parece mentira que siendo un novelón de 661 páginas, una vez se entra en ella, nada nos hará levantar los ojos de sus páginas.

Buenas tardes y buenas lecturas.

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