«El último juego» de J. D. Barker

Acabo de terminar la lectura de uno de los autores de moda en el thriller. Se trata de «El último juego» de J. D. Baker (Illinois, 1971), una historia opresiva que atrapa de principio a fin. Es mi bautizo con el norteamericano que ha deslumbrado a los amantes del género con su trilogía «El cuarto mono», «La quinta víctima» y «La sexta trampa».

Como todo thriller, sus aguas corren envueltas en el misterio. Y como toda novela de misterio, su objetivo es crear incertidumbre y preguntas en el lector. Y cuando sucede que esa incertidumbre se transforma en tensión por querer saber con precipitación qué va a pasar y las preguntas son de respuesta demorada, el autor ha dado en el centro de la diana. Ahora se habla mucho de thriller psicológico, cuando no conozco ningún thriller que no lo sea. Todos, o casi todos, lo son, en la medida en que se construyen con la lentitud suficiente para que se lean con la rapidez suficiente para que el desenlace nos pille de sorpresa. Con más o menos sangre, suelen estar protagonizados por algún tiparraco cuyas acciones (hay grados de perversión) lo convierten en alguien a quien hay que darle con urgencia caza y pijama de rayas. Aquí no hay morbo, muertes truculentas, ni detalles escabrosos. En eso, es una lectura limpia. Hay disparos y bombas, utilizados por el protagonista para sembrar el pánico, pero se lee sin sentir asco.

La acción se sitúa en el corazón del mundo, la ciudad de Nueva York. En un edificio donde se emite un programa de radio conducido por una periodista terca y dogmática (Jordan Briggs), que se deja la piel por aumentar las cifras de audiencia para contento de su jefe. Un día, entra en antena la llamada de un oyente (Bernie) que le propone seguir un juego peligroso. El juego es muy sencillo. La conductora del programa ha de elegir entre dos opciones. Lo único que ha de decir es cuál de las dos le gusta más, sin conocer las consecuencias de su elección. El envite no es una travesura inocente, sino un juego malévolo en el que lo que se elige es la vida o la muerte. Esto no lo sabe la periodista, claro está. Así, que entra al trapo y, sin comerlo ni beberlo, se ve envuelta en una trama mortal que abrirá la puerta de su pasado.

La historia va de un ajuste de cuentas, y aunque se desarrolla de modo trepidante, la narración no es brillante en toda su extensión. Como lectora avezada del género, he de decir que en el último tramo de la novela sobran páginas. La acción se repite una y otra vez sin aportar nada sustantivo. Se me antoja que del texto podría construirse un buen guion para la pantalla. Por la agilidad de sus diálogos y su prosa poco elaborada, más que una buena novela posee los ingredientes necesarios para terminar siendo una buena película. La acción la ves, la escuchas, estás en ella. Los capítulos cortos aceleran un ritmo que consigue que nos traguemos 524 páginas sin levantar la cabeza. Entretenimiento puro.

Buenas tardes y buenas lecturas.

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