«Tiempos difíciles» de Charles Dickens

El siglo XIX, en novela, es un campo sembrado de tesoros, al que muchísimos autores contribuyeron. No podía faltar un clásico como Charles Dickens (1812-1870). Sin embargo, a pesar de su majestuosa pluma, de su altura literaria, también dejó obras menores. Hoy traigo una de ellas. «Tiempos difíciles» es menor, tal vez, porque nació como novela por entregas, y ya sabemos que el resultado no es el mismo que cuando se escribe del tirón. Crítico y ambicioso, el texto nos ofrece las consecuencias de una educación sin valores y explora la desesperada búsqueda de la felicidad en el ser humano. Más allá de eso, la narración es una rotunda invitación a dar rienda suelta a la imaginación, por mucho que nuestras responsabilidades cotidianas nos abrumen.

La historia se desarrolla en Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XIX, en una ciudad inventada, de nombre Coketown, que ha padecido las peores consecuencias de la Revolución Industrial y está poblada de asalariados que trabajan como auténticos esclavos en fábricas que les explotan sin piedad. El arranque es bueno por la nitidez narrativa, pero mi interés ha ido perdiendo fuelle a medida que avanzaba en la novela. Dickens retrata el desgaste del ser humano cuando la injusticia social campa a sus anchas con cierto tedio. Resulta más atractivo el perfil de los personajes que la trama. El inglés tiene la virtud de crear personajes que se convierten en una categoría dentro del espectro social. Es un creador de tipos humanos, que se convierten en eternos por su presencia en cualquier sociedad.

En «Tiempos difíciles» las injusticias que recrea tienen su germen en familias que fomentan una educación basada en hechos y la falta de aliciente de una vida sin pasiones ni imaginación. Como todo lo del autor, no falta la ironía, la importancia de los años de infancia, el retrato fidedigno de la maldad de unos y de las buenas intenciones de otros (también hay personajes íntegros y honrados).

Dickens fue ejemplar en expresar la denuncia de grandes verdades sociales a través de sus personajes. En esta novela, arremete contra muchas cosas: los sindicalistas, los matrimonios que no están basados en el amor, las estupideces de algunas personas, poniendo de relieve el tedio de una vida sin pasiones y las redes industriales como mecanismos de control social que dirigen las vidas de las personas. Con todo, el ritmo narrativo, lejos de la sencillez de otras obras, no es uniforme y la inclusión de frases de 15, de 16 y hasta de 17 líneas me forzaba a frenar la lectura. A pesar de estar contado con gran oficio, con el correr de los capítulos he visto cómo se desplegaba un velo pesimista que impregnaba toda la narración. Y ese velo, se me ha hecho como un pesado fardo de agonías y desdichas tan interminables como los horarios de los asalariados y la falta de aliciente vital que tienen los personajes.

Probablemente, vuelva a ella en otro tiempo y consiga sacarle el jugo que seguramente esconde. Ahora, se me ha hecho difícil.

Buenos días y buenas lecturas.

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