Pocas cosas atraen más mi atención que una novela intimista bien escrita. Es el caso de «Los armarios vacíos» de Maria Judite de Carvalho (Lisboa, 1921-1998), un libro fascinante sobre cómo actúan algunos hombres y cómo se traicionan algunas mujeres, unas a otras. De corta extensión y lectura fácil, está enhebrada con la aguja fina de quien domina el oficio. Prosa excelente. Prístina, pulidísima, limpia siempre.
En cuanto al asunto, esbozaré unas líneas y dejo su descubrimiento al lector. Dora vive entre sombras desde la muerte de su marido (Duarte), hace ya diez años. La prolongación de la devastación anímica con la que amanece esta mujer, día tras día, hace que ande por la vida sin fuelle. Desorientada y triste como está, Dora cría, bajo la tutela de su suegra (Ana), a la única hija nacida del matrimonio, la pequeña Lisa.
Atada íntimamente a su amor perdido, ve crecer a su hija. Su atractivo físico, antaño sustentado en la discreción propia de una mujer modosa, se niega a recuperarse, siendo aún mujer en edad de merecer. No se imagina envuelta en brazos de otro hombre.
Un día, encuentra su primer trabajo y la narración se sumerge de puntillas, como sin quererlo, en las pantanosas aguas del amor. Lisa tiene ya diecisiete años y los azares del destino harán que, entre ambas, estalle una turbulenta batalla sentimental muy arriesgada para Dora. La sorpresa final transformará su vida para siempre.
Novela llena de secretos que, gracias al virtuosismo de su autora, me ha hecho disfrutar de una historia cotidiana contada de un modo fascinante. En contadas ocasiones asoma, detrás de una historia común, el gran escritor que hay detrás. En este caso, así ha sido. Finalizada la lectura, me complace afirmar que he descubierto a la gran escritora Maria Judite de Carvalho.
Buenas tardes y buenas lecturas.


