«La dulce envenenadora» de Arto Paasilinna

ARTO PAASI foto     Hoy recomiendo a un autor vivo nacido en Finlancia (Kittila, 1942) que tiene un humor ácido, a ratos despiadado y que posee el virtuosismo de contar las historias más canallas haciéndonos creer que son historias cotidianas.

     Al leerlo, una se divierte porque se introduce enseguida de lleno en la historia. Su lenguaje es sencillo y bien cincelado. Contundente y directo. No necesita muchas páginas para arrancarnos la primera carcajada en un escenario que resulta ser de lo más esquizofrénico.

     La dulce envenenadora comienza con el encanto de una novela pastoril, por aquello de que su protagonista es una viejecita amable —pronto se irá viendo que no es ni tan vieja (75 años) ni tan amable—, de aspecto agradable, que vive en una aldea a 50 km. de Helsinki, cuidando de sus violetas y de su minino. Cobra una pensión muy pequeña, pues es viuda de un coronel que gozó de gran prestigio en su trabajo.

     La cosa se complica cuando aparece en escena un joven (que el autor presenta como su nieto, pero que tampoco lo es) y dos amigos con los que éste forma una pandilla de bribones que se dedican a hacer la vida imposible a la viejecita. El apergaminado cuerpo de Linnea, que así se llama la abueleta, no aguanta las bromas pesadas que maquinan estos despiadados delincuentes y pronto imaginará cuál sería el mejor modo de librarse de ellos. La situación se agrava cuando obligan a Linnea a firmar el testamento en favor de su nieto. A partir de ese momento, los jóvenes quieren liquidar a la abuela pensando que como es ya una vieja carcamal nadie la echará en falta ni sobre ellos recaerá una gran condena. Sin embargo, la cabecita de Linnea posee una sagacidad perturbadora y conseguirá dar un mazazo a la estrategia tramada por estos gamberros. Ella es quien quiere envenenarlos y poder vivir el resto de su vida tranquila, junto a su amante, un apuesto médico que le ayuda —sin saberlo— en su tarea de conseguir una pócima que sea mortal.

     La obra está cargada de una fuerte crítica social (muy dura, en ocasiones) pero Paasilinna consigue que la leamos como si fuera un divertimento. Critica burlándose. Dispara, pero su munición es lo absurdo. Sin drama. El humor transforma situaciones extremadamente trágicas en extremadamente cómicas.

     Se ha dicho que el candor de nuestra protagonista recuerda a personajes de obras maestras del cine, como a aquella viejecita pobre que alquila una parte de su casa a unos ladrones en la película Arsénico por compasión. Así es. Sin embargo, en La dulce envenenadora, el autor es bastante más crítico con la sociedad en su conjunto. El marco de la crítica social abarca todo, a los jóvenes y a los mayores. Se critica la falta de ética de la juventud, la violencia como respuesta inmediata a sus problemas. En fin, se pone el ojo sobre casi todas sus miserias morales y sobre gran parte de sus vicios. Pero también se critica la soledad y el desamparo que viven muchas personas cuando les pesan los años.

     Buenas tardes y buenas lecturas.

 paa

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