«Baile de disfraces» de Germán Sánchez Espeso

disfrs      Baile de disfraces es, a la vez, un libro ligero y denso. Es ligero porque reúne nueve relatos o cuentos cortos y el lector queda satisfecho si lo va ingiriendo a pequeños sorbos, conteniendo la dosis. Y es denso porque los relatos, lejos de ser inocuos, llevan un ingrediente añadido de crítica que pueden dejar un sabor amargo en el paladar social.

     La estructura de cada relato respeta el esquema tradicional del cuento corto en cuanto a la división en tres partes (planteamiento, nudo y desenlace), pero con unos finales que resultan muy sorpresivos, de ésos que no se adivinan jamás.

     Con anterioridad a este libro, no había leído nada de Germán Sánchez Espeso y tras mi bautizo literario con Baile de disfraces tengo la certeza de haber descubierto a un autor dotado de gran imaginación y dueño de una escritura muy creativa. Sí, lo digo, hay que decirlo, Germán Sánchez Espeso es un maestro en la creación de tramas. Y lo hace de forma sigilosa, como de puntillas, de modo que una entra y sale del libro con diferente regusto de boca dependiendo de si la historia que acaba de leer es más o menos dulce, amarga, tierna, perversa o de cualquier otra naturaleza. A veces, me he encontrado con una historia que me ha soltado un tufillo ácido que no esperaba —en mi imaginación anidaba la idea errónea de que la obra de este autor estaba toda ella escrita en tono de humor— y he experimentado algo similar a la sacudida que viene cuando se meten los dedos húmedos en un enchufe.

     Esta descarga de emoción imprevista me ha ocurrido, sobre todo, en dos de los relatos que vienen en el libro: ¡Ven! y La ventana. En ¡Ven! el autor crea un personaje comido por la nostalgia feliz del pasado y traza un cuadro precioso de añoranza a la madre. En La ventana deja ver esa misma cualidad de impresionar al lector vistiendo a sus personajes (Juanita y Marta) con los ropajes más tristes que puedan tener dos niñas: la enfermedad —las pequeñas comparten una misma habitación de hospital y una de ellas está esperando la muerte—. Sobra decir que lejos del humor ansiado, la tristeza más honda encuentra aquí su hornacina perfecta.

     La obra está repleta de recursos estilísticos y Germán Sánchez Espeso se sirve de ellos para recoger de un modo muy literario cualquier postura humana, haciendo bueno eso de que cualquier asunto intrascendente puede despertar gran entusiasmo en el lector si se hace uso de la herramienta adecuada. Por eso, hay momentos de humor y ternura, pero también los hay de tristeza, melancolía, desfachatez, pasión, desespero o estupor, que piden entre líneas la complicidad de quien se acerca a ellos.

     Los diálogos son hilarantes —exagerados en ocasiones— y sostienen bien el ritmo. A veces, quieren ser engañosos al lector, pues le conducirán a una senda inesperada. Ya he dicho apenas unas líneas arriba que los finales son indescifrables.

     Y qué puedo glosar de su autor. Germán Sánchez Espeso (Pamplona, 1940) es uno de los grandes preteridos del panorama narrativo español. Estudió filosofía, lenguas clásicas y cinematografía. En su juventud fue jesuita y cimentó su espíritu con las reglas de la Compañía de Jesús. Aprendió una manera de ver la vida desde los valores de la modestia y la sencillez. La disciplina de la Orden a la que sirvió le ayudó a realizar estudios exhaustivos en muchas disciplinas y cuando abandonó su vida de seminarista llegó a ser director de cine publicitario, profesor de literatura, consejero editorial y miembro del International Writing Program de la Universidad de Iowa. En el terreno de la literatura cultivó diversos géneros (policíaco, infantil, etc.) y es considerado uno de los pioneros de la narrativa experimental en nuestro país. En el año 1978 obtuvo el Premio Nadal con Narciso, obra en la que creó una interpretación muy suya del mito de Narciso cuando aún era jesuita —le acompañó durante una década hasta que por fin vio la luz—, entrecruzando intriga y erotismo.

     Como broche a la reseña he de decir que Germán Sánchez Espeso es un escritor que vive en continuo idilio con el humor y a poco que escrutemos los textos se advierte el idilio. Sin afán mesiánico, parece querer decirnos en estas páginas que el humor es una forma de mirar las cosas y que es legítimo aparcarlo un rato y luego volver a él sin que pase nada, pues muchas veces es el propio texto quien lo reclama. ¿Y cómo es su humor? Limpio, decente y casto. Un humor depurado y, sobre todo, lleno de respeto al lector. Un humor similar al del irrepetible Jardiel Poncela por estar lleno de puntos de fuga —has de fugarte o salir de donde estés para echar la carcajada— y de infinita humanidad. En esto, el magisterio de Germán Sánchez Espeso se ha ido diluyendo poco a poco hasta perderse absolutamente. Es una pena.

     En definitiva, este manojo de relatos cortos con los que nos obsequia Baile de disfraces, lejos de ser una lectura de mero entretenimiento es un ramillete precioso de literatura de la buena. Al humor del mejor quilate Germán Sánchez Espeso supo sumar en su escritura esa aleación de ternura y humanidad tan bien avenida y que tanto la embellece.

     Buenos días y buenas lecturas.

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