Hoy recomiendo a Ramón Pernas (Viveiro, Lugo, 1952) ese escritor crepuscular, de trazo lírico, que tiene la generosa costumbre de contarnos sus cosas saludando a la vida. El libro de Jonás, su última publicación, es una novela de afectos en la que ha puesto mucha vida. Habla del lugar donde habita la nostalgia y transcurre en ese paraíso imaginario que es el pueblo costero de Vilaponte.
Del mismo modo que el camino de Guermantes no puede existir sin el camino de Swan o que Combray no puede existir sin Balbec, Ramón Pernas no puede existir sin Vilaponte. Es el sendero que conduce a su infancia y gusta de recorrerlo con nosotros trazando en estas páginas una bellísima crónica literaria de esta etapa de su vida.
Lo primero que he de decir es que El libro de Jonás es un libro de amor. El mar, los sueños y el hechizo que ejerce el pasado, son los lienzos elegidos por Ramón Pernas para recrear el amor. No al estilo convencional, sino en el sentido más expansivo del término. Es un libro de amor porque es un libro de pasiones y de deseos, en el que los personajes siguen el rastro de sus emociones. A mí me ha parecido un texto de gran carga confesional porque es el suyo un amor vitalicio. Un amor vitalicio por lugares, por paisajes de mar, por hombres y, por supuesto, por libros.
Ramón Pernas traza en El libro de Jonás un recorrido sentimental empapado de lirismo por los recuerdos que han sido —y siguen siendo— sus amores más secretos. El lector tiene abierto ante sí el cofre de vivencias que dejó dormir en la memoria de su infancia y que, con el hachazo del tiempo, se desperezan con sus vagidos. Parece haberlo escrito en esa hora misteriosa en la que los recuerdos inician una íntima conversación con el autor, y a veces, dialogan solos.
El libro de Jonás es una novela que hay que descifrar. Está escrita en clave proustiana y goza de un aura casi mística. A una le da la sensación de que el autor, guiado por los latidos de su escritura, nos invita a colarnos por esos rincones que él frecuentó y a visitar esos paisajes que tanto amó. Las páginas, cómplices de esa magia, quieren presentarnos a todos esos amigos, libros, y lugares que dejaron encuadernada su vida.
La narración está impulsada por el afán de celebrar la vida, de recuperar ese territorio que es la infancia, a veces perdida y siempre recobrada, de la que no se sale nunca del todo. La infancia nos proporciona una visión del mundo privilegiada y, desde luego, más bonita. El libro es un jeroglífico espiritual en el que el lector va descifrando cómo nació ese idilio sostenido entre el autor y su infancia.
Está escrito en primera persona. Ramón Pernas conoce bien su oficio y sabe que para contarnos lo esencial se necesita acortar distancias con el lector, aproximarlo. No precisa forzar demasiado el lenguaje. Su voz llega a nuestros oídos en una prosa susurrada que, a través de flecos de anécdotas, siguen la estela proustiana. Y como a nuestro protagonista Justito, a quien ese ojo que le falta le posibilita ver lo que los otros no ven, Ramón Pernas teje las palabras sobre un bastidor construido de afectos. Quiere que nos enredemos en él, que nos perdamos en ese mismo tapiz de afectos y descubramos que la esencia de la vida solo puede verse si atravesamos los muros del lenguaje.
La anécdota, como siempre que se habla de creación literaria, es aquí lo de menos. El libro nos cita por el estilo, por lo que nos sugiere, porque lo que dice lo sentimos como nuestro. Entre muchas otras cosas, Ramón Pernas parece decirnos que la verdadera vida, la vida descubierta y aclarada, la única vida plenamente vivida es la infancia, y con ella, la literatura. Esa vida existe en todos los hombres tanto como en el artista, pero muchos no la ven porque no intentan aclararla.
El libro de Jonás es una obra dialogada sin diálogo. Al menos, no existe el diálogo como alternancia de voces, sino otro tipo de diálogo, el más puro que podamos encontrar y que no es otro que el del narrador con el entorno (si bien en cada capítulo se escucha la voz de un personaje). Como les sucede a los poetas a quienes acude el alma en sus versos, la naturaleza convoca a la voz del autor, de modo que éste establece diálogo con las piedras, con el mar, con las hojas de los árboles y con la lluvia. Y como ya he dicho, con los libros.
Los libros son tratados como seres vivos. Afirmó en una ocasión Ramón Pernas que «los libros nos aman a los que los leemos y nosotros amamos a los libros que queremos leer». Los libros forman parte del tapiz que predica la durabilidad del amor. Y parecen tener buen instinto para relacionar y unir a los seres humanos que los amamos, pues conservan en sus páginas personajes y lugares que siempre están con nosotros.
El libro de Jonás es una novela de emociones encuadernadas, de cultura pánica de la memoria, un libro que invita a reflexionar sobre la cruel naturaleza del tiempo. Ramón Pernas es guionista, periodista, y crítico literario. Ha recibido numerosos premios literarios a su obra narrativa (Ateneo de Sevilla, Azorín de novela, entre otros) y los galardones de periodismo Julio Camba y Puro de Cora. Autor lucense que se confiesa quijotesco y borgiano, que dice escribir para combatir la muerte y que dialoga con ella en sus novelas.
Buenas tardes y buenas lecturas.
hno muchas bendiciones para ti y tu familia es tema de la vida de jonas es un tema que me llama mucho la atención y creo que estudiarlo es de gran ayuda para el cristiano ya que nos enseña muchas cosas y como poder vivir no siendo desobediente a Dios y tomar como ejemplo y caminar sabiendo que las consecuencias de la desobediencia a Dios puede muchas veces ser fatales para la vida del cristiano
Me gustaMe gusta