22 febrero de 2017
María Pérez Heredia
“Starman”
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Nacida en Zaragoza (1994), estudiante de cuarto curso de Filología Hispánica, publicó su primera novela Esos días raros de lluvia en el 2013 con 19 años. Ha publicado también cuentos y artículos de crítica literaria.
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Le doy la enhorabuena por su segunda novela y le confieso mi lectura atropellada. Abro la entrevista diciéndole que más que leer, me he bebido Starman, la he leído frenéticamente. ¿La escribiste tú también a ritmo rápido o costó salir?
Me costó encontrar la historia. Cuando la encontré, empecé a escribirla y el ritmo fue frenético. Trataba de escribir cada capítulo de una sentada, sin parar hasta terminarlo.
María, pero algunos capítulos son largos…
Sí, a veces se me hacían las cinco de la mañana y, claro, tenía que irme a dormir. Al día siguiente lo retomaba, pero mi idea era ir escribiendo cada capítulo de una sentada. A lo mejor, entre capítulo y capítulo pasaba una semana, pero si me sentaba era todo seguido entre otras cosas porque yo no hago borradores.
¿Y por qué ese modo de trabajar?
Porque yo no corrijo. Yo pienso o escribo, pero no corrijo. Y pienso mucho. Una vez aparece la historia o bien estoy pensando —dándole vueltas a la cabeza— o estoy escribiendo. Si no escribo estoy pensando, pero no corrijo sobre lo escrito. Obviamente, la novela se corrigió cuando estuvo acabada, pero yo no reescribo.
Starman es una novela que se va haciendo conforme se va leyendo. ¿Cómo nació la historia?
Escribí mi primera novela, la publiqué y luego me quedé en blanco un tiempo. No tenía nada que contar y hasta empecé a perder la confianza en mí misma. Y un día, estaba con mi novio y vimos por la tele la dura historia de Lamar Odom, ese famoso jugador de la NBA casado con Khloé Kardashian que, de repente, un día desaparece y lo encuentran inconsciente en un burdel. Me llamó mucho la atención esta noticia y me impactó que un hombre con una carrera de éxito pudiera tener un declive tan rápido.
De este drama se enteró todo el mundo porque él era un hombre famoso y, además, estaba casado una estrella mediática. La historia se me metió en la cabeza y empecé a darle vueltas a muchas preguntas, como ¿y por qué desaparece? ¿y dónde ha ido?… Así, que quiero pensar que la historia andaba medio persiguiéndome.
Este jugador de baloncesto vivió el éxito y el declive deportivo, tenía un historial de adicciones y el matrimonio con una famosa. En algunos aspectos se parece bastante a Clay, el personaje central de tu novela. ¿Cómo es Clay?
Es un chico joven que anda perdido, confuso, atolondrado, no tan fuerte como otros y terriblemente marcado por su pasado. Y enamorado. Clay es, sobre todo, un chico enamorado que no puede avanzar en su vida por culpa de ese amor. Está frustrado, enfadado.
Estás, supongo, en pleno idilio en estos momentos con la novela. ¿Cómo se sale de este idilio?
Estoy muy contenta, entonces creo que voy a salir bien.
¿Estás enamorándote de la novela cada vez más?
Sí, eso es. Me gusta más ahora, al releerla. Creo que he hecho algo que puedo defender. Y sobre todo, que me gusta mucho, pero también salgo de este idilio con muchas ganas de escribir algo diferente.
Con este libro llegas casi a tocar tú también, como el propio Clay, el techo de la fama ¿te da miedo este ascenso vertiginoso?
No, no me da miedo porque soy escritora y muy pocos escritores son famosos de verdad.
Sé que esto es difícil y lo único que pido a esta circunstancia es que me permita escribir otra novela, que salga bien y que el editor siga confiando en mí. Y no tener que esperar cinco años, o quién sabe cuántos, hasta que alguien quiera sacarla.
Yo quiero dedicarme a esto, quiero ser escritora y si no vendes libros no puedes dedicarte a escribir porque tienes que tener otro trabajo. Soy muy consciente de lo difícil que es este mundo. Sé bien que si no vendes no confían contigo. Pero si me preguntas por el vértigo, mi mayor miedo es que llegue un momento en que me dé cuenta de que no tengo nada que decir.
¿Piensas en el lector cuando escribes o la novela sale como quiere?
No pienso en el lector. La novela ya encontrará un lector. No puedo escribir condicionada pensando en la gente que lo va a leer. No es que la historia se escriba sola ni que yo sea una artífice de las musas, pero la novela sale sin pensar en el lector.
No escribo pensando en el lector, pero luego sí se corrige pensando en el lector.
Si no quisiera que alguien leyese esta novela no la publicaría, está claro. Publicar es siempre un acto de vanidad porque piensas que lo que escribes es lo suficientemente bueno como para que a alguien le interese. Así que, en el fondo, se piensa en el lector, pero no cuando estás en el proceso efervescente creativo. A mí me viene el lector antes y después. Antes, porque pienso en qué voy a contar, y después, porque veo qué he escrito.
Y los personajes, ¿salen solos?
Algunos sí. Otros, los pongo yo y van cobrando vida a medida que avanza el proceso creativo. El personaje de Clay lo creé yo, pero tienes que ceder tu voz a los personajes porque son ellos los que hablan. Ellos son los narradores de la historia.
Hablando del lector, ¿recuerdas, cuando sólo eras lectora, ese primer libro que cambió tu forma de ver la realidad?
Sí, claro, Harry Potter. Leí el primer volumen con 6 años y, a continuación, iba cayendo uno tras otro. Con esos años leí mucha literatura de este tipo, que es estupenda y te enseña a leer. Y aparte de Harry Potter, recuerdo como una de mis primeras lecturas David Copperfield de Dickens. Luego vino Lolita de Nabokov y El guardián entre el centeno de J. D. Salinger. He de decirte que Lolita me obsesionó.
¿Y cuál ese clásico que te hubiese gustado escribir?
David Copperfield. Es la novela perfecta.
¿Con qué autor te identificas más?
Con ese Raymond Carver que pone atención en lo nimio, pero lo cuenta de una forma muy estilística. A mí no me acaba de gustar mucho ese estilo tan despojado de autores que también se fijan en lo pequeño pero de otra manera, como hace Alice Munro o Natalia Ginzburg. Carver no es así, se fija en lo pequeño, pero su escritura es muy elaborada. Y desde luego, Bokowski. Ojalá llegara a ser como ellos, porque están observando la realidad de lo cotidiano y saben plasmar detalles muy bien.
¿Y algún otro autor que te marcara en esa senda de primeros descubrimientos?
Pues sí, Bukowski, ya te digo, que lo descubrí antes que a Carver. Leí mi primer libro de Bukowski a los 15 años y no paré hasta que me los leí todos. Y tuve suerte porque mi padre me dejaba leerlo. O bien me lo compraba él, o bien lo sacaba yo de la biblioteca, pero él me incitaba a leerlo.
Otro autor más tardío que me marcó mucho es Jeffrey Eugenides. Las vírgenes suicidas me encantó porque me identifico mucho con esa manera de entrar en los personajes de tal forma que te permite vivir la historia como si fueras uno de ellos. Por ejemplo, cuando describe cómo se sienten las mujeres cuando tienen la regla, el narrador que es hombre, lo cuenta mejor que lo hubiera hecho una mujer. Te lo crees. Un escritor que es bueno ha de ser capaz de crear personajes que no sean como él. A eso me refiero.
¿Alguna vez se ha vuelto contra ti algún personaje?
No, todavía no, pero claro, sé que eso está ahí y que puede pasarme.
Starman es un libro que, aunque pueda parecer un caos en la forma, cada cosa está en su sitio. El lector se encuentra con saltos en el tiempo en cada capítulo. A una le da la sensación de que escribiste el primer capítulo y que luego quisiste romper el tempus para contar más cosas…
Sí, fue así como tú me dices. Tal cual. Escribí el primer capítulo y lo dejé. A continuación, escribí el segundo y situé al personaje en el día 56. Entretanto, mis padres acababan de llegar de Méjico, habían estado allí un par de meses. Al contarme su viaje, me contagiaron su entusiasmo y cuando me puse a escribir el tercer capítulo, me dije “voy a llevar a Clay a Méjico ahora” y me fui al día 476. Una vez terminado este tercer capítulo me di cuenta de que me gustaba esa ruptura con la linealidad cronológica y lo dejé.
¿Esconde alguna intención ese querer romper con la linealidad del tiempo?
Le da frescura y le aporta dinamismo. Ha sido todo un ejercicio de coherencia. Al principio pensé que cuando acabase de contar la historia la ordenaría, pero a mi editor le gustó cómo iban quedando los capítulos y a mí también. Así que decidí mantener esta estructura hasta el final. No hacía falta ordenar nada. Primero la ruptura del tiempo fue espontánea, y luego, intencionada. El orden que sigue la novela obedece al orden de escritura.
¿Y este recurso salió porque quisiste seguir la estela de Cortázar?
No, no tuve en esto influencia de Cortázar. En absoluto. En mi caso, fragmentar el tiempo tiene más de huella cinematográfica que de huella literaria. La estructura tiene más de Pulp Fiction o de (500) días Juntos que de Rayuela. Además, lo que había leído de Cortázar antes de escribir Starman es El libro de Manuel y algunos cuentos. Rayuela la leí después de haber escrito mi novela. Por tanto, creo que la literatura no me influyó en esto.
María, ¿dejas de ser tú misma para escribir?
Pues es difícil porque siempre estás tú. Yo creo que el escritor puede separarse mucho de sí mismo, pero no del todo. Siempre se deja un rastro personal, aunque no lo hagamos de un modo consciente. A veces puedes escribir personajes a los que odias.
Y ¿te pareces a la escritora que soñabas cuando soñabas ser escritora?
No, todavía no, es que soy muy joven.
He visto que tienes predilección por el uso de la primera persona, alternando la voz narrativa de distintos personajes en cada capítulo. ¿Piensas en ti o en el lector al escoger la voz narrativa?
La voz es un elemento muy importante al novelar, después de la creación de personajes. Uno de mis objetivos como escritora es construir voces potentes, importantes. Creo que lo más difícil es construir voces y personajes. Para mí era un reto en esta novela construir más voces, además de la del personaje central de Clay. Así que quise que hubiese varias voces y que no todas ellas fueran en primera persona. Aposté por la heterogeneidad en las voces. Este elemento le aporta más color a la novela, hace de ella un elemento más sólido. Como lectora me gusta mucho la primera persona y, al final, escribes lo que te gustaría leer.
Tus lectores sabemos que has nacido en Zaragoza. La ciudad, ese otro personaje tan presente en tu novela. Clay huye de Los Ángeles para encontrarse a sí mismo. ¿Necesitas huir de Zaragoza para escribir?
No necesito huir de Zaragoza ni de ningún sitio. Escribo en Zaragoza porque vivo allí, pero escribo en cualquier sitio, donde puedo, en cafeterías, en un bar, en cualquier sitio.
¿Crees que la literatura es un camino de fuga o de encuentro con uno mismo?
De encuentro con uno mismo. Escribo para encontrarme. Esto que digo es muy gamonediano, pero es así.
Efectivamente, María. Antonio Gamoneda decía que escribir es un viaje hacia el mundo interior que es uno mismo…
Yo estoy muy de acuerdo con eso. Hay muchas reflexiones en Starman en las que me vuelco yo. Las partes más introspectivas es donde soy más yo.
Dime, María, ¿para qué escribes?
Escribo para conocerme y porque necesito escribir. Soy así. Tenía 17 años cuando decidí ser escritora porque es lo que sé hacer.
¿Qué elementos crees que han de descartarse para construir una buena novela y cuáles son absolutamente imprescindibles?
Los referentes literarios son fundamentales. Si no has leído es muy difícil que puedas escribir, pero hay que evitar que éstos pesen mucho, pues pueden acabar lastrando la novela.
Creo que si el lector no ha leído a los mismos autores que tú al escribir la historia es posible que no entienda la novela, y eso es lo que un autor no puede hacer. Es imprescindible leer y, sobre todo, trabajar mucho. Ser consciente de que una novela no se escribe sola. Son muchas páginas y es mucho tiempo de tu vida dedicado solo a eso.
¿Cuánto tiempo te ha costado escribir esta historia ?
Un año y pico. Y si te pones a mirar a otros escritores la media es ésa.
Define qué es para ti NOVELA
La novela es narrativa extensa de ficción. Es una definición canónica. De ficción porque la novela es ficción.
Yo tengo un compromiso con la ficción, no por contar mi vida. Quiero contar historias de otros personajes. Si quisiera contar mi vida me dedicaría a otros géneros, como la poesía, que está ahí para ésas y otras cosas.
¿Qué libro tienes entre manos?
Estoy con La ciudad ausente de Piglia y, paralelamente, con Las chicas de Emma Cline.
La interrumpo para decirle que Las chicas fue para mí una revelación y le pregunto si le está gustando.
Sí, sí. Las chicas me está gustando mucho. Además, me estoy sintiendo muy identificada con la manera de escribir de la autora. Es muy plástica y muy lírica.
¿Qué es lo que más te horroriza de un libro?
Que me aburra. Yo tengo muchas cosas que hacer a lo largo del día y si una novela me aburre la dejo.
¿Y en un autor?
De un autor me horroriza que sea prepotente. La prepotencia la llevo muy mal.
María, pero cuando somos lectores hemos de hacer un esfuerzo por separar al autor de su obra ¿no crees?
Sí, lo sé, pero yo no puedo. Y te voy a decir una estupidez, pero le estoy cogiendo manía a escritores por su personalidad. Si un autor me resulta prepotente no puedo con él. Esto me sucede con Vargas Llosa, que no lo trago. Y como tampoco me ha gustado mucho lo que he leído de él… No me apetece darle mi dinero a alguien a quien no trago. Ya ves…
En la página 404 aparece escrita la palabra “miedo” 10 veces seguidas, separadas con puntos. ¿Qué te da miedo en esta carrera que es la literatura?
Quedarme vacía, sin nada que contar. El miedo es el vacío de no tener nada que contar. Por eso, como te decía antes, cuando tras la primera novela no encontraba una historia pasé el peor momento de mi vida.
¿Temes tanto al éxito como al fracaso?
No, sólo tengo miedo al fracaso.
¿Qué te gustaría leer en la prensa tras la publicación de tu próximo libro?
Que es una gran novela, claro. O que la autora ha dado un paso hacia delante, que se ha superado a sí misma.
¿Cultivas solo la novela o escribes también poesía?
Narrativa. A veces escribo cuentos y tengo dos de ellos publicados, uno de ellos en una antología, y otro, en una revista.
Te imagino una niña lectora ¿qué libro recuerdas con más entusiasmo? ¿y cuál es el que más te aburrió?
El que leí con más entusiasmo fue Harry Potter y el que más me aburrió fue Cien años de soledad porque era muy pequeña, tenía 10 años y no entendí nada.
¿Leías por aburrimiento?
Claro. De hecho, me castigaban sin la tele y yo me iba al ordenador. Pero si me castigaban sin poder tocar el ordenador, cogía un libro y me ponía a leer. Y si me castigaban sin los libros, me ponía a pensar… Eso nadie te lo puede quitar. Y mi madre, a veces, al ver la inutilidad que el castigo tenía sobre mí se daba por vencida y no me castigaba con nada.
Recomiéndame un libro que leíste sin recomendación y que te gustaría que alguien te hubiera recomendado.
Suave es la noche de Scott Fitzgerald. Para mí es mejor que El gran Gatsby. Mucho mejor. Lo leí sin recomendación y fue un descubrimiento. El verdadero Fitzgerald está en ese libro.
Y ahora dime un autor sobrevalorado, es decir, un autor que se encumbró a la fama y nadie tuvo el valor de bajarlo.
Mario Vargas Llosa. Para mí es un Nobel inmerecido. Y grandes que están en un lugar merecido son Cortázar, sobre todo por El libro de Manuel, y García Márquez.
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