«El callejón de los silencios» de Paula Izquierdo

callejon.jpg     Hoy recomiendo «El callejón de los silencios», de Paula Izquierdo (Madrid, 1961), obra que acaba de ser galardonada con el «X Premio Logroño de Novela».

     Trae un asunto de espeso pelaje psicológico y está escrita con el trazo limpio de alguien que conoce bien el oficio. Por ella desfilan pocos personajes, pero no necesita más.

    Los principales son tres: Mirna, Esteban y Ernesto, a quienes les une el interés por la Psicología Social. Esteban y Mirna cursan el doctorado, y deben elaborar un trabajo de investigación que exige la elección de un tema de estudio que se incluya en esta disciplina. A Ernesto le interesa porque es el profesor que imparte las clases.

     Existe un extraño vínculo entre ellos que resulta complicado definir. A medida que avanza la acción una va sobrecogiéndose, llenándose de perplejidad. Cada personaje se va tiñendo de la patología escogida como objeto de estudio. Como una sombra que los atrapa, se va introduciendo en las grietas de su personalidad, dando lugar a cambios esenciales en ellos. Es fácil advertir la evolución de cada personaje. Lo difícil es descifrar por qué tienen lugar esas mutaciones, leves al debutar, pero acaban empujándoles a obrar en contra de sus principios. Estos cambios, progresivos pero definitivos, orientan y explican la acción en cada momento.

     Con este trípode de personajes, y su peculiar modo de lidiar los problemas, la madrileña urde una trama que anda a caballo entre el melodrama y el thriller. Una observa con cierto pasmo cómo vira de una orilla a otra con viento racheado, ora hacia el drama ora hacia el thriller. Formalmente, el discurso obedece a una estructura lineal y se adapta a los meandros de un cauce con muchos accidentes, pero siempre ordenado.

     Está contada con el diáfano prisma de quien sabe mirar las cosas, y la vida, con el pulimento de las palabras. Se mantiene fiel al canon que debe seguir la construcción de una buena novela. Me refiero al que afirma que fondo y forma han de estar unidos siempre, demostrando ser un matrimonio bien avenido. En esto, no hay sorpresas, pues Paula Izquierdo lleva más de una docena de libros a sus espaldas (novelas, ensayos, etc.). Para la madrileña, navegar por la literatura es una singladura altamente satisfactoria. La dicha es completa cuando consigue que al lector que se embarque en ella le resulte una travesía amena y entretenida. Formalmente, insisto, la novela posee una estructura perfecta, sin fisuras. Y desde el punto de vista narrativo, está resuelta y cerrada con gran oficio.

     A excepción del guiño de bautizar cada capítulo con el nombre de algún trastorno psicológico —cuyo significado escapará a más de uno—, la novela desprende una claridad expositiva que llega a todos. Está próxima a ser una muda conversación entre la autora y el lector, una plática que se inicia con «Vértigo» y se cierra con un «Duelo». En este tête à tête, la voz de los personajes es la voz de muchos lectores.

    La autora se mantiene al margen de la historia. Escoge la tercera persona para contar desde fuera —que no siempre es desde lejos—, la historia de la joven Mirna. Como narradora omnisciente Paula Izquierdo hace pie, se siente cómoda, y despliega su mejor baza manteniendo ese doble juego que es tener distancia con los personajes y, al mismo tiempo, objetividad. Los lectores nos sumamos con ella a ese pacto narrativo y nos creemos lo que nos cuenta.

       El hilo argumental gravita sobre Mirna, quien está viviendo la travesía sentimental más complicada que una pueda imaginar. Se encuentra en un triángulo amoroso cuyo epicentro es ella y sus decisiones. Es joven, está soltera y comparte piso con un chico al que quiso hace tiempo, pero al que hoy le une una relación de casta amistad. Ha abandonado su trabajo de maestra en un colegio y ahora quiere cursar el doctorado. Cuando le toca elegir un tema de investigación decide que sea la conducta de las mujeres durante los primeros años del siglo XX.

     Al margen de esta actividad intelectual, no hace nada, salvo enamorarse perdidamente de su profesor Ernesto, de cuarenta y seis años, y cuya vida es un absoluto enigma. Se chifla por él hasta el punto de que el resto de hombres se convierten en seres invisibles para ella.

     El triángulo lo completa Esteban, compañero de clase y quien se lleva la peor parte, pues vive obsesionado por Mirna. Desde que la conoció se fijó en ella como la resina a los árboles y, lamentablemente, ella no le corresponde. Sin asomo de cariño hacia Esteban, y más que harta de esta obsesión enfermiza, Mirna se empecina inútilmente en disuadirle, explicándole que existe otro hombre, mas sus palabras sólo consiguen prolongar el tormento y desolación en el que vive sumido Esteban.

     Con el personaje de Mirna, Paula Izquierdo recupera la voz de esas mujeres que viven eclipsadas en la sociedad porque se colocan detrás de los hombres a los que aman. Consigue dar visibilidad a esas mujeres que se dejan conducir por el arriesgado camino del amor y convierten sus vidas en un deambular ensombrecido. Nuestra protagonista arrastra una adolescencia difícil —padeció una violación múltiple de la que no ha conseguido recuperarse— y, en la treintena, se enfrenta como puede a una existencia plagada de tormentos. Vive angustiada. En ocasiones, se siente exiliada de sí misma, de su vida, como esas mujeres que ha convertido en protagonistas de su trabajo de doctorado.

     Los capítulos mantienen encendido el interés del lector en todo momento. Una se encierra en la novela con el aliento de adivinar cómo se desarrollarán los hechos. Con tanto batiburrillo emocional, la liebre puede saltar en cualquier momento. Y eso es precisamente lo que sucede, pero no puedo adelantar mucho más. Los personajes viven atados a un patrón de fatalidad. Se anda para nunca llegar. Esta condena común es la savia que nutre la trama y a ella se sujetan los tres personajes.

     Paula Izquierdo (Madrid, 1962) es doctoranda en Psicología y lleva más de veinte años dedicada a la escritura. Ha publicado novelas, ensayos y relatos. En ésta que hoy recomiendo muestra su fluido talento como narradora porque ha sabido registrar con sencillas palabras y amenísima forma, el turbulento y no siempre triunfante mundo de las mujeres, de los hombres, y de los amantes.

     Buenas noches y buenas lecturas.

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