«Las partículas elementales » de Michel Houellebecq

libro houebecq.jpg     Hoy traigo «Las partículas elementales» del francés Michel Houellebecq (1956, Saint-Pierre) un libro crítico, atrevido y acusador, que me ha interesado bien poco en la forma (por encumbrar al autor en un realismo sucio que detesto), pero mucho en el fondo, por su hondura reflexiva en torno al ser humano.

     Con un estilo narrativo ácido de principio a fin, transmite un mensaje social que aboga por un nuevo tipo de hombre. Y lo hace sirviéndose del contrapunto que ofrece el perfil complementario de dos hermanastros. Michel, el mayor, criado por su abuela, es biólogo y prestigioso investigador, una especie de monje científico que a los cuarenta años ha renunciado a su sexualidad y solo sale de casa para ir al supermercado. Su aportación al mundo científico es haber participado en los descubrimientos que conducen a la eliminación de la reproducción sexual.

     Bruno, dos años mayor que Michel, crece en un internado y se convierte en un hombre introvertido y obeso. Un tipo difícil, que arrastra una infancia penosa y una adolescencia atroz. A sus cuarenta años, su única meta personal es la satisfacción gozosa de la carne.

     Michel y Bruno, Bruno y Michel, experimentan un desarrollo emocional muy distinto que marcará su modo de ver el mundo y, también, de conocer el amor. Desde el plano teórico (Michel) y desde el plano real (Bruno), estos dos hermanastros representan el dualismo mente-cuerpo que encierra todo ser humano. El hombre para Houllebecq, es un ser que se afana en la búsqueda incesante de la satisfacción (intelectual, carnal) sin limitaciones. En esa tortuosa senda, la ausencia total de censuras conducirá a su autodestrucción (aniquilación mental en forma de locura, o aniquilación física en forma de suicidio).

     Con estos mimbres como sostén de una trama volcada en la ficción, la novela tiene mucho de espeluznante. ¿Por qué? Pues por ser una continua provocación en su intento por explorar la naturaleza del ser humano. Nutriéndose de la antropología materialista, la narración plantea el determinismo social como trasunto. A partir de él, el francés crea una historia (que tiene a estos dos hermanastros como protagonistas) que le sirve para explicar al lector las consecuencias nefandas de este postulado. Con el ruido de fondo de saber que nacemos con un núcleo de identidad inamovible y un destino determinado, la acción conduce a reflexiones que tienen que ver con la conciencia del yo, con la etiología de nuestros actos y con sus consecuencias. Naturalmente, la narración está bañada de un pesimismo vital desasosegante.

     Houellebecq plantea el yo como una ilusión dolorosa. A los personajes se les puede leer el determinismo en su mirada cuando son niños y, al alcanzar la edad adulta, como luz perpetua, se les adivina en la dislocación del mundo al que son abocados.

     El único elemento que sirve para enfrentarse a los acontecimientos durísimos con los que nos obsequia la vida es el humor, pero el humor no redime. La vida siempre nos rompe el corazón. Esa es la cosa.

     En definitiva, «Las partículas elementales» lejos de contar la historia de dos hermanos es una narración de alto contenido introspectivo en forma de continua provocación. Al sexo, a los exabruptos narrativos, al derrumbe de prejuicios, a la sociedad pacata, a la sacralización de la religión, etc. Es un continuo hilván reflexivo en torno al ser humano como un universo decepcionante, lleno de angustia y de amargura. Esto es, sin duda, su mejor tajada.

     Y lo dicho. Para hacernos llegar este mensaje se sirve de situaciones crueles, obscenas o muy obscenas. No escatima ni se arroba al evocar desgracias sociales heredadas por los protagonistas de sus antepasados y hace de esa circunstancia el arma que legitima el derecho a vivir como a uno le venga en gana. Con este punto de partida tan originalísimo como arriesgado, Houellebecq contagia el modus vivendi de los personajes al estilo narrativo, lo introduce en la historia, que queda tiznada de un realismo sucio sin límites. También el autor está legitimado —parece querernos decir— a hacer todo tipo de disgresiones cuando da rienda suelta a la fabulación. Así, tan lícito es escribir la limpia secuencia del sol naciente como la turbia masturbación de un niño que despierta a la sexualidad.

     En definitiva,  lectura arrogante, deslenguada y poco benevolente de un hito de la narrativa francesa actual, que nos aproxima a una fabulación original a través del poso crítico de una sociedad decadente, miserable y despreciable.

     Buenos días y buenas lecturas.

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3 comentarios en “«Las partículas elementales » de Michel Houellebecq

  1. No sé qué decirte… Me pica la curiosidad justamente por el fondo pero no sé si el tono me va a encajar como a ti; no por ácido, porque Nothomb me encanta y también utiliza ese tipo de registro en cada publicación, pero la arrogancia no va conmigo, ni en lo personal ni en lo literario.
    He de pensarlo.
    Gracias por dármelo a conocer y por tu opinión.
    Besos.

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