«La conciencia de Zeno» de Italo Svevo

La conciencia portada.jpg      Acabo de terminar «La conciencia de Zeno» del italiano Italo Svevo (1861-1928), lectura entretenida y de buena factura bajo la cual parece estar la mano del grandísimo Joyce. Sirviéndose del humor, la ironía y la paradoja, la novela ridiculiza al ser humano desde la confesión de Zeno Cosini, un hipocondríaco torturado por ridículas obsesiones, manías y las más absurdas contradicciones. La novela, sin embargo, tiene su complejidad, pues Zeno se va a ir dando cuenta de que la realidad no es sólida en sí, sino que también sufre distorsión. La realidad se enfrenta con su percepción de la misma.

     Con el esmero de quien cumple un voto, el narrador construye un monólogo interior polifónico para sumergirnos en la mente de Zeno. Leer es entrar en el flujo de conciencia del personaje, conocer sus propósitos de abandonar el tabaco, casarse bien, no padecer enfermedades y superar el miedo a envejecer y a morir.

     El libro descorre el telón explicando que lo que vamos a leer es una autobiografía con fines terapéuticos. Zeno acude a su psicoanalista —en quien no confía y toma por embustero— para terminar con su dependencia con el tabaco. Este le ordena que sustituya el cigarrillo por un bolígrafo y escriba sus vivencias. Zeno obedece de mala gana y comienza lo que viene a ser una suerte de memorias.

     Lo primero que narra es cómo conoció a tres hermanas en edades casaderas, se enamoró de la más hermosa (Ada), le propuso matrimonio y esta le dio calabazas. A continuación, lo intentó con otra hermana (Alberta) y corrió la misma suerte. Insistió con la tercera (Augusta), la más fea de las tres, y consiguió sellar su compromiso matrimonial.

     A los ojos de Zeno, Augusta representa la salud personificada, la salud perfecta. Y aunque su matrimonio le dio bienestar, no puso fin a sus obsesiones ni mitigó su deseo de conocer a otras mujeres. Con ritmo ágil, el libro se convierte en una sucesión de situaciones tragicómicas que forman el tapiz de su atribulada vida.

     A pesar de sus más de quinientas páginas, no resulta lectura pesada. Pocos personajes son suficientes para mostrar que la mezquindad del ser humano no tiene límites. Lo importante del texto no es la trama, ni las descripciones, ni los diálogos, sino la finísima disección del alma que magistralmente consigue Italo Svevo guiado por las estúpidas reflexiones de Zeno.

     Estas confesiones, creo haberlo dejado claro, están muy lejos de ser luctuosas o dramáticas. Sencillamente, porque los íntimos deseos de Zeno Cosini son ambivalentes. El tipo quiere sanar pero, al mismo tiempo, le aterra, pues está convencido de que estar completamente sano le haría perder su identidad. Con estas bridas, la narración se convierte en un duelo pugilístico entre los propósitos de enmienda que enderecen la vida de Zeno y su incapacidad de llevarlos a cabo. Este duelo tiene la virtud de llegar al lector de modo universal y directo porque toma la forma de pensamiento. Esa es la cosa.

     Ahondando en el personaje, es el vivo retrato de un convaleciente sentimental. Un cuerpo enfermo y un alma resquebrajada sin cura ni redención posible. De maneras extravagantes y poco juicio, Zeno es un tipo que, al nacer, se calzó la enfermedad como uniforme de vida. Vive lastrado de enfermedad. Por eso no se enamora, sino que tiene fiebre amorosa. Por eso no se comporta bien o mal, sino como hombre sano o enfermo. La enfermedad tiene en él las mismas hechuras que sus caprichos y es el pretexto perfecto del que se sirve para hacer siempre lo que le viene en gana. Legitima cualquier conducta suya, por disparatada, ridícula o desorbitada que parezca y explica, naturalmente, que no quiera desprenderse de ella.

     Por otro lado, el tipo me recuerda bastante al simpático y bonachón soldado Švejk, protagonista de «Las aventuras del buen soldado Švejk». En esta excelente novela, el checo Jaroslav Hašek se sirve del humor y la sátira para denunciar los abusos que soportaron los soldados durante la Primera Guerra Mundial. Sustituyendo el fervor patriótico del bueno de Švejk por las obsesiones enfermizas de Zeno, uno y otro están creados con el mismo troquel. Son despistados en extremo, andan metiendo la pata y se enfangan en situaciones imprevisibles. En la novela del checo el humor es más jardielesco, más tronchante, y el protagonista más noble, pero ambas obras coinciden en lo medular. Se persigue ridiculizar al personaje para dejar a la vista la podredumbre del género humano. Se me antoja que una crítica social tan cruel, tan despiadada, encuentra el mejor cauce en el humor y consigue que el lector no cierre el libro. Si los personajes nos caen simpáticos y llevan una vida ordinaria, aunque estén llenos de torpezas, reclamaremos mayor clemencia para sus actos. Pura identificación social. Quien no tenga algo de Švejk o de Zeno que tire la primera piedra.

     Los pasajes más chistosos están en la primera mitad, donde Zeno es ese hipocondríaco cuyo cuerpo se contagia de los males ajenos. Ver a un amigo cojear de una pierna le hace perder fuerza en la suya y acaba andando con la misma dificultad que tendría si su dolencia fuera real.

     Las frases ingeniosas inundan el relato. Sentencias que mezclan ironía y humor, como la siguiente: «el matrimonio es algo mucho más sencillo que el noviazgo. Una vez casados, ya no se vuelve a hablar de amor» (pág. 167).

     En definitiva, «La conciencia de Zeno» es una comedia psicológica muy entretenida para obsesivos, hipocondríacos y lectores no diagnosticados que tengan ganas de pasar buenos momentos. Bajo la forma de un discurso reflexivo, la novela utiliza el psicoanálisis como pretexto literario y aviva el interés por el íntimo conocimiento de nosotros mismos.

     Buenos días y buenas lecturas.

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2 comentarios en “«La conciencia de Zeno» de Italo Svevo

  1. Carlota, soy Ignacio. Muy bien tu reseña. Solo añado que el libro (además de ser, como apuntas, de prosa ágil y entretenido por las autojustificaciones del protagonista, y gracias también a sus sutilezas psicológicas que anticipan a Moravia), me ha parecido… magistral, un clásico italiano del XX, que en las librerías italianas siempre se encuentra, según comprobé el año pasado.

    Me alegro de que hayas acabado el libro a tiempo, pues yo temía que no fuera así ya que últimamente has tardado más en escribir… Confío en que el miércoles nos veremos en el club de lectura, en el que siempre hacen falta lectores perspicaces como tú. Saludos.

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    • Hola, Ignacio. La alegría es mutua por coincidir contigo en el club. Apostaré por «Crimen y castigo» esta tarde. Tiene tantísimo jugo que una única lectura no colma al lector. Además, las novelas que ahondan en la culpa son mi debilidad. Ya veremos qué opinan los demás. Un saludo!

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