He aquí una novela aniquiladora que cuenta la historia de un amor duro, afónico, trágico. Ganadora del Gran Premio de la Academia Francesa 2013 y del Premio Renaudot des Lycéens. Se me antoja merecedora de tanto galardón si de estilo narrativo hablamos, pero le sobran páginas y resulta poco convincente.
El autor nos cuenta el desasosiego de una mujer muy vital, muy apasionada, que acabará por abandonar a un hijo de dos años y al padre de éste por iniciar una nueva vida cerca del mar y a la adopción de un tiburón. El destarifo no puede ser mayor. La pluma del francés es brillante, pero el personaje femenino no resulta creíble porque se presta a pasiones inaprensibles.
Lo que ella sufre no es un rapto de amor (se escapa a una playa recóndita para estar junto a un encantador o medio mago de tiburones), sino una obsesión ilícita por acabar, de una vez por todas, con una vida que le resulta asfixiante. El precio que pagará por ello es la moneda más cara: su propia vida.
Para los amantes de lecturas que hayan resultado premiadas éste es el libro. Una historia bien escrita pero una historia fría. No hay un ápice de ternura en sus 438 páginas. Repito: la inmersión que la protagonista vive como un momento glorioso roza la utopía y a estas alturas, una no disfruta si al zambullirse en historias paradisíacas ve más el artificio ornamental del catafalco que le sustenta que otras virtudes de su constructor.
Buenos días y buenas lecturas.